sábado, 26 de enero de 2019

"LES HICIERON CREER QUE VOTANDO PODÍAN CAMBIAR ALGO"


Varias veces hemos dicho acá que una de las peores derivaciones del "pensamiento único" que trata de imponer el neoliberalismo es la que trata de disociar a la política de la economía, como si fueran dos compartimentos estancos sin relación alguna entre sí: mientras una (la política) es un terreno que permitiría ciertas libertades (como elegir a nuestros gobernantes) y hasta cierto punto algún nivel de debate, la otra (la economía) tendría un solo cuerpo de ideal racional, una única receta para aplicar en todo tiempo y lugar; sin importar ni las circunstancias ni los contextos.

Hace falta rascar muy poco en la falacia para advertir que se trata precisamente de eso: un engaña pichanga para encubrir la defensa de intereses muy concretos, bajo el ropaje del presunto "cientificismo" que devela "las leyes naturales de la economía", y la aceptación resignada de la democracia como un mal menor, al que se usa como válvula de escape de las tensiones sociales que generan las ideas económicas del neoliberalismo, cuando se las pone en acto. 

Lo que no quita que, de ser necesario para la defensa de los intereses que éste expresa, hasta la mínima ficción democrática se deje de lado, y se apoyen golpes de Estado, dictaduras o regímenes autocráticos, sin ruborizarse; con tal de que garanticen "el clima de negocios", "la seguridad jurídica a los inversores" y ese tipo de cosas. 

Antes de llegar a eso, a la "válcula de escape democrática" se la encapsula, y se delimitan bien sus alcances concretos: las elecciones devienen así un entretenimiento social que "los mercados" observan con desdén, a menos que adviertan que sus resultados pueden tomar un rumbo peligroso para sus intereses. Es decir, vaya y pase con que quieran elegir quien los gobierne, con tal del que los que elijan hagan lo único que "debe hacerse": lo que dicen ellos.

Eso es -ni más ni menos- lo que está haciendo el staff del FMI al advertir que los comicios presidenciales de este año pueden "poner en riesgo el programa de estabilización": una forma poco sutil de advertir que no es lo mismo para ellos que gane Macri a que gane otro, a menos que ese otro (el "peronismo alternativo", pongámosle) se avenga a comprometerse públicamente a sostener la continuidad del programa, en caso de ganar las elecciones y acceder al poder.

La ¿advertencia, amenaza? es todo menos inesperada: así como yendo al FMI Macri descargó en él la política económica, mientras al mismo tiempo delegó la política exterior en el Departamento de Estado y el diálogo político en el grupo de tareas de Comodoro Py, licuando progresivamente la autoridad presidencial y el rol institucional del Estado, lo que hizo como resultado de todo eso fue achicar los márgenes de posibilidad no ya del accionar de un futuro gobierno de otro signo, sino de la democracia argentina en su conjunto.

El espectáculo que ofrecen por estas horas los funcionarios del FMI felicitando a la conducción burocrática del gobierno (la real, dijimos, no está en el país) que aplicó sus recetas y condujo así a la economía a una caída del 7,5 % interanual (la mayor en más de 10 años) es ciertamente grotesco. Tanto como el que dan los funcionarios del gobierno, celebrando la "pax cambiaria" mientras la economía real se cae a pedazos. 

Y ahora esa tecnocracia del Fondo que también juega su cuello en el éxito del caso argentino (o sea, que no entremos en default y podamos seguir pagando religiosamente la deuda, que de eso se trata), se mete desembozadadamente en la campaña electoral del país; primero financiando la fuga de capitales y el intento de reelección de Macri con una deuda monstruosa que deberemos pagar todos (que de eso se trata en definitivas el stand by récord que le otorgaron al gobierno), y ahora "advirtiéndonos" de los riesgos que entraña el voto.

Si la oposición (la real, no la que dice ser tal pero es parte del oficialismo ampliado) lo sabe aprovechar, tiene ante sí una oportunidad interesante: en el 2015 Macri pudo ganar apelando a la idea del cambio, canalizando así las insatisfacciones de muchos sectores de la sociedad con el kirchnerismo, tras 12 años de gobierno. Ahora, se trata de capitalizar ese mismo deseo (el de cambiar), en un contexto mucho más adverso que entonces y con elementos esenciales que hacen a las condiciones objetivas y materiales de existencia como el empleo o el salario amenazados o destruidos; por las políticas que el FMI dice que deben sostenerse, más allá de quien gane las elecciones. 

La posibilidad de que la oposición Macri sea la que ahora aproveche la idea del cambio cuando el gobierno debe defender un status quo oprobioso sin poder "prometer futuro" (porque no tiene margen, ni económico ni de credibilidad social) tiene que ver con mucho más que ganar una elección: hace a rescatar el sentido profundo de la democracia, que va más allá de la mera alternancia que proclaman como panacea nuestros "republicanos", cuando no gobiernan ellos.

Se trata de rescatar a la política como herramienta para cambiar las cosas, y transformar positivamente la realidad, y no una simple rutina electoral. Como lo hizo Néstor Kirchner a partir de aquel 25 de mayo del 2003. Tuit relacionado:

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