Nueve meses para un eventual balotaje sobre
el que todos gastan a cuenta, ocho meses para la primera vuelta, seis meses
para las PASO. Hasta los cuatro meses que faltan para el cierre de listas parecen un plazo lejanísimo para los tiempos de la cotidianeidad macrista; en
los que la aceleración del deterioro del gobierno, de Macri y de su modelo
corre tan rápido como el que le causan a las condiciones de vida de la inmensa
mayoría de los argentinos.
Un deterioro del oficialismo que
comenzó con la reforma previsional y se profundizó con el acuerdo con el FMI,
y para el cual el gobierno no tiene respuestas, ni parece estar buscándolas:
Macri insiste en que este es el rumbo correcto, y se reúne en busca de consejos
con los economistas de la ortodoxia y banqueros; que le recomiendan a coro
profundizar un ajuste que es inviable política, social y económicamente.
Y un deterioro que no depende de unos
centavos más o menos en la cotización del dólar, porque es consecuencia de lo
insustentable del modelo en sí; mucho más incluso que de los niveles de protesta social, o de
resistencia a las políticas del oficialismo. Porque si uno semblantea a la
sociedad más que protesta (que la hay, focalizada) lo que se ve es desánimo,
desesperación, angustia por el presente y por el futuro; y mucha bronca
contenida, acaso esperando canalizarla con el voto.
Desde el mismo momento en el que fue al FMI,
la única apuesta política de Macri es durar, y llegar como sea al final de su
mandato: hasta la propia perspectiva de su reelección ya es puesta en duda
desde el mismo oficialismo. Para colmo, luego de que los medios del palo
alabaran la “paz cambiaria” y la posibilidad de que por primera vez en 90 años
un gobierno no peronista cumpla su mandato, ambas cosas están en entredicho. Además de hijos de puta, son mufas.
Hoy por hoy y aun
-como decíamos- sin una fuerte ofensiva opositora o una desbordada protesta
social, Macri depende (porque así lo decidió él mismo, con las medidas que fue
tomando en estos tres años y pico) del humor de los mercados y no controla
ninguna variable que le permita sortear la crisis, ni siquiera cuando lo
parece: para calmar las disparadas del dólar debe pagar las tasas que los
inversores y bancos reclaman, para seguir con la bicicleta. En estas
condiciones, su gobierno no soportaría otra corrida cambiaria prolongada como
la del año pasado.
Y así como en su
momento el acuerdo con el FMI aceleró la descomposición de la autoridad
presidencial (crece socialmente la percepción de que Macri se parece cada vez
más a De La Rúa, y no controla el proceso), los indicadores de la crisis
aceleran la degradación del liderazgo de Macri hacia el interior de la
coalición oficialista: los radicales lo desafían no ya en las provincias, sino
que amagan con plantarle un candidato en la interna por la nominación
presidencial; y el presidente de la convención nacional dice que si la cosa sigue así, el partido debería abandonar "Cambiemos".
Acotación uno: suba
del dólar y aceleración de la inflación en un mes de febrero, justo las
condiciones propicias para que la sociedad vuelva sus ojos a la UCR como
alternativa de solución. Más termo-aislamiento de la realidad, difícil de
conseguir. Acotación dos: la rapidez que cobra la aceleración de la crisis
explica la premura de la banda gobernante por cerrar todos los negocios propios
y de la parentela, comenzando por el propio Macri: parques eólicos, deuda del
Correo, venta de las centrales termoeléctricas, procedimiento de crisis para
Avianca, deudas con las generadoras, peajes.
Por otro lado,
sectores del “círculo rojo” toman distancia del gobierno y alientan el
experimento Lavagna, mientras Macri solo tiene para ofrecerles hacer la vista gorda desde el desaparecido Ministerio de Trabajo, para que canalicen una reforma
laboral precarizadora y flexibilizadora por goteo, echando mano a los
procedimientos preventivos de crisis; lo que marca a su vez una alerta para el
sindicalismo, en momentos en los que la inflación persistente a la alza (en
contra del sueño verbalizado por el presidente) recalienta el inicio de las
paritarias.
En este contexto, incluso los renovados esfuerzos del grupo de tareas de Comodoro Py (en estado
de shock desde las revelaciones de Verbitsky que comprometen a Stornelli) no
deben verse tanto como un salvavidas electoral arrojado al gobierno (aunque
puedan cumplir esa función), sino como un intento desesperado de salvar a
futuro sus propios culos; enterrados como están hasta el cuello en la montaña
de delitos que han cometido para encarcelar a opositores, y armarles causas
fraudulentas.
Se aceleran también
los tiempos del desafío para la oposición para delinear no tanto un armado
electoral o una candidatura competitiva (respecto a las dos cosas es obvio que
crece el consenso en torno a Cristina), sino una propuesta esperanzadora de
salida a la crisis. Que no es ciertamente la de Massa, de desempolvar la
discusión por el Código Penal, o hacerle guiños al gobierno para apoyar la
extinción de dominio: para el despedido que recibió su telegrama o se está
comiendo la indemnización si tuvo la suerte de cobrarla, la preocupación de que
lo asalten en la calle es de segundo orden, ni hablar de lo que puede importarle que le confisquen el yate a Jaime.
El régimen está
débil, que es cuando más peligroso se pone, porque apela a sus reflejos
represivos y no se sabe hasta donde puede escalar por esa vía; porque defiende
sus privilegios, su sitial en el poder formal y la propia libertad de sus principales figuras, en un
futuro no lejano: Larreta emprendiéndola a los palazos contra la pobreza que
afea estéticamente la ciudad de los metrobuses y las baldosas en perpetua
renovación (lo que es mucho más grave aun que haber encarcelado a un fotógrafo)
expresa el sentido profundo de la autonomía porteña que soñó Alfonsín en la
reforma constitucional: la ciudadela en la que no penetrara el conurbano con
sus llagas de miseria, porque lo que no se ve (ni en el país, ni en los medios
extranjeros) no existe, y por ende no hay que ocuparse de ellos.
Y si bien no se
puede simplemente volver al 2015 y lo hemos dicho antes, hay que tomar nota del
hecho de que, así como el macrismo demostró que una buena parte de los
argentinos (el “macrismo social”) comulgan con el corpus de ideas centrales de
la derecha, la crisis ha recreado consensos sociales en torno a ciertas
políticas troncales del kirchnerismo: la ampliación de la cobertura de la
seguridad social, la plena vigencia de las paritarias y los derechos laborales,
la apuesta al consumo y el mercado interno, la necesidad de subsidiar los
servicios públicos esenciales para hacerlos accesibles, así como de intervenir
para controlar el comercio exterior y defender el trabajo y la producción
nacionales, o buscar abaratar el precio de los alimentos esenciales; más allá
de las herramientas que para eso se empleen. Incluso crecen consensos en torno
a temas que el kirchnerismo abordó con un método “casuista”, como la re-estatización de los servicios públicos esenciales.
Si la prioridad
(como en el 2003) es reconstruir el país en su tejido social y productivo,
junto con la capacidad arbitral del Estado y la autoridad presidencial, no es
menos cierto que el próximo gobierno tendrá la inmensa tarea de restablecer en
el país la plena vigencia del estado de derecho, un desafío al cual ningún
gobierno se vio enfrentado desde 1983. Y también de ajustar las cuentas (con todas las herramientas que ese mismo estado de derecho pone a disposición a esos fines) en
el futuro con este presente de oprobio y sus perpetradores políticos,
judiciales y mediáticos;porque de lo contrario subsistirán bolsones de
privilegio y anti democracia que pondrán en jaque no solo a ese gobierno
futuro, sino a la democracia misma.
http://www.ellitoral.com/index.php/id_um/190594-duro-comunicado-de-la-ucr-sobre-la-situacion-economica-argentina-fue-enviado-a-la-comitiva-del-fmi-politica.html
ResponderEliminar¿¿¿¿¿¿¿¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡WTF!!!!!!!!!?????????