Roberto Lavagna: "No conversaría con Cristina Kirchner porque cruza algunos límites que no podemos pasar" https://t.co/9hr5aSXkn1— TN - Todo Noticias (@todonoticias) 25 de marzo de 2019
La idea de una “tercera vía” por encima de
la grieta entre kirchnerismo y antikirchnerismo cuyo principal exponente era
Sergio Massa, se contraponía en parte con la idea del “post kirchnerismo” o
“peronismo postkirchnerista” que alentaban ciertos sectores del PJ
(gobernadores, el bloque del Senado, la CGT); hasta que terminaron convergiendo
en “Alternativa Federal”, por el simple y senciilo hecho de que -contra todos
sus pronósticos- Cristina sigue estando vigente, y el kirchnerismo no
desapareció como pensaban.
El peronismo
“perdonable” o “conversador” estuvo tres años buscando un candidato que midiera
para competir con ella, hasta que apareció Lavagna, y Pichetto fue hacia allí
entusiasmado no por sus números en las encuestas, ni por su sonrisa encantadora,
ni su insuperable magnetismo, cualidades todas en las que no suele posar sus
ojos el rionegrino.
Más bien lo
impulsaron los apoyos “de peso” que el ex ministro traía consigo: Clarín (en
retribución por los servicios prestados por su hijo presentando lo que sería la
ley que refuerza el monopolio en las encuestas, y ante el derretimiento de
Macri como opción, Techint, Arcor (Pagani lo llevó hace poco nada menos que a
la Fundación Mediterránea, la cuna del cavallismo: lo que pueden dos balances
negativos, tras décadas de juntarla con pala),
la AEA en suma, sectores de la UIA (sobre todo la COPAL). Es decir los
representantes de las fracciones del capital cuyas empresas se ven perjudicadas
con las políticas del macrismo, aunque lo de Clarín va por otro lado, y responde a su
lógica de siempre, aquella que tan bien explicara Pirillo, el ex dueño de La
Razón.
La idea de la
candidatura de Lavagna es sencilla: instalarla para succionar votos “sueltos”
del derretimiento de Macri y evitar que migren hacia Cristina impidiendo así
que gane en primera vuelta, mientras relegan al presidente al tercer lugar para
colarlo al Pálido en un balotaje contra Cristina, y una vez allí, ganarle con la suma de
los votos del núcleo duro del macrismo.
Más allá de
los mecanicismos que hay siempre en suponer que la sumatoria de dirigentes o
apoyos “importantes” se traslada automáticamente a los votantes, la política es
siempre representación de intereses, lo asuma o no; aunque lo disocie entre la
etapa electoral y la del gobierno, asumiendo la representación de unos en una
instancia, y gestionando la satisfacción de los otros, en la siguiente:
consultar al respecto la experiencia de Menem en el 89’ con el “salariazo” y la
“revolución productiva”, y más recientemente la de Macri en el 2015 con la “pobreza
cero” y la “revolución de la alegría”.
Pero si se
disocian ambos aspectos y una vez en el gobierno, sobrevendrán las tensiones,
los desencantos u las crisis. Si uno mira quienes apoyan a Lavagna (y quienes
se mueren por salir a hacerlo, como el “Coti” Nosiglia y buena parte de la UCR
que quiere abandonar el Titanic de “Cambiemos”), tiene más o menos en claro
para donde van: concretar de una buena vez la Moncloa fallida de los inicios
del gobierno de Macri, reeditando el pacto del 2002 con el retorno al poder de
los restos del bipartidismo con el apoyo de fracciones importantes del capital;
con la idea de que si subís al bote a los que tienen el poder para hacerte
saltar por los aires, te van a dejar gobernar tranquilo, en tanto gestiones
sus intereses. Una nueva versión de la lección que aprendió Menem tras el fracaso de Alfonsín, con el plan Bungue y Born primero, y la convertibilidad y las privatizaciones, después.
La pregunta
entonces para el “lavagnismo” (más allá de encuestas y disquisiciones sobre
estrategias y balotajes) es el para que se está armando como alternativa, y ahí
empiezan los problemas: ¿acaso para dejar que todo explote finalmente por los aires
(y si es antes del cambio de gobierno, mejor), que Macri haga el trabajo sucio
de no contener más el dólar, y de ese modo licuar salarios, favorecer a los
productores de bienes transables en desmedro de los que apuestan a la bicicleta
financiera, generar el “salto exportador” de los que tienen escala (Techint,
Arcor) y la reforma laboral por otros fines, sin pasar por el Congreso?
Todo indica que la
cosa va más o menos por eso lado. Por eso Lavagna no puede acordar (ni lo
intenta) con los sectores más combativos del sindicalismo que resisten al
actual modelo (el moyanismo, la Corriente Federal, las CTA), sino con los que
fueron uno de sus principales soportes con su inacción: Barrionuevo y la CGT de
los “gordos”, o los “independientes”.
Pero como para los sectores populares que todo vuele por los aires antes del final del mandato de Macri no es una opción (porque en definitivas son los que siempre pagan los platos rotos de las disputas entre las distintas fracciones del capital), el dilema político argentino queda exactamente en el mismo punto que estaba antes de la
aparición del hombre de las medidas: quien representa a los agredidos y
excluidos por las políticas de Macri, fuera de las fracciones más importantes
del capital que se han mencionado y promueven la candidatura Lavagna.
Porque incluso en éste esquema con salarios deprimidos y depreciados en dólares, el alivio del “costo laboral” para las Pymes que viven del mercado interno es de muy relativa importancia, aunque bajaran las tarifas, un tema del que Lavagna habla poco y nada: ¿qué haría por ejemplo al respecto, bajarle la palanca de los subsidios a Tecpetrol (la petrolera de Techint que opera en Vaca Muerta), pesificar las tarifas del gas en boca de pozo o las de las distribuidoras donde el holding de Paolo Rocca tiene intereses y negocios?. ¿Qué piensa hacer con los formadores de precios que se apropian de niveles insólitos de rentabilidad, en especial en la producción y comercialización de alimentos básicos de la canasta familiar?
Porque incluso en éste esquema con salarios deprimidos y depreciados en dólares, el alivio del “costo laboral” para las Pymes que viven del mercado interno es de muy relativa importancia, aunque bajaran las tarifas, un tema del que Lavagna habla poco y nada: ¿qué haría por ejemplo al respecto, bajarle la palanca de los subsidios a Tecpetrol (la petrolera de Techint que opera en Vaca Muerta), pesificar las tarifas del gas en boca de pozo o las de las distribuidoras donde el holding de Paolo Rocca tiene intereses y negocios?. ¿Qué piensa hacer con los formadores de precios que se apropian de niveles insólitos de rentabilidad, en especial en la producción y comercialización de alimentos básicos de la canasta familiar?
La agudización de
la crisis aumenta la polarización agostando la tercera vía, y condiciona estos
experimentos, porque agranda la verdadera grieta: la de la desigualdad social y
la distribución del ingreso, la grieta económica y social, que tiene consecuencias
políticas, en las identidades, en las pertenencias, en las opciones
electorales. Como las viene teniendo desde 1945, en un sentido u otro.
Y en esa línea, es
poco lo que puede ofrecer Lavagna, por muchos y esplendentes que puedan parecer
sus apoyos. Por el contrario, todo indica que su apuesta es a sostener esa
grieta (sino a profundizarla), apostando por otra versión del “derrame”
neoliberal, que es el “rebote”, del nivel de actividad desde el piso o subsuelo
en el que la dejará el macrismo, con módicas posibilidades de recomponer
empleos y salarios; pero siempre corriendo de atrás porque el “metro patrón” es
el costo de los salarios en dólares, la verdadera herencia de Macri que para
los apoyos reales de Lavagna no es pesada, sino todo lo contrario.
Desde ese ángulo de análisis, revisitemos al Lavagna que se fue del gobierno en 2005: quería planchar paritarias porque estaba fracasando en la lucha contra la inflación, quería eliminar subsidios y subir tarifas y hablaba de cartelización en la obra pública, pero no en la producción, distribución y comercialización de alimentos o bienes esenciales: recordemos su disgusto con los boicots de Kirchner a Coto y Shell, por ejemplo.
Todo eso sin considerar
la cuestión del poder, es decir la discusión sobre los intentos de la política
por preservar su autonomía y eventualmente parársele de manos al poder
económico, o limitarlo con regulaciones públicas y orientaciones de la política
económica, básicamente de ingresos. El entusiasmo de cierto progresismo con el señor de las medias autoriza a pensar que nada de todo esto pasaría, de llegar al gobierno: no sea cosa de que por aventurarse en aguas procelosas, se echen a perder ciertos quioscos legislativos.
Sería interesante discutir estas cuestiones con los entusiastas de Lavagna (que antes lo fueron, sucesivamente, de Randazzo o Felipe Solá, y algunos incluso hasta de Massa, es decir. la agrupación "Cualquiera Menos Cristina"), mas interesante (mucho más) y productivo que los reales o presuntos errores del kirchnerismo en el gobierno o en la campaña electoral que llevaron al triunfo de Macri en 2015.
Desde ese ángulo de análisis, revisitemos al Lavagna que se fue del gobierno en 2005: quería planchar paritarias porque estaba fracasando en la lucha contra la inflación, quería eliminar subsidios y subir tarifas y hablaba de cartelización en la obra pública, pero no en la producción, distribución y comercialización de alimentos o bienes esenciales: recordemos su disgusto con los boicots de Kirchner a Coto y Shell, por ejemplo.
Sería interesante discutir estas cuestiones con los entusiastas de Lavagna (que antes lo fueron, sucesivamente, de Randazzo o Felipe Solá, y algunos incluso hasta de Massa, es decir. la agrupación "Cualquiera Menos Cristina"), mas interesante (mucho más) y productivo que los reales o presuntos errores del kirchnerismo en el gobierno o en la campaña electoral que llevaron al triunfo de Macri en 2015.
Conviene recordar en que condiciones le entregó el país a Néstor cuando este se hizo cargo de la Presidencia y el Ministerio de Economía, donde el Palido quedó como herencia del pacto con el cabezón, mas más del 25% de desocupados, 27% de indigencia, 62% de pobreza, haber jubilatorio mínimo de tres millones y medio de jubilados, la mitad de los actuales y de los adultos mayores de ese momento, en U$S50, SMVM que con ese índice ganaban la mayoría de los empleados registrados en U$S66, PyMEs y comercios quebrados por el costo de insumos y servicios dolarizados con el trescientos por ciento de devaluación y los intereses bancarios por las nubes, mientras que los grandes exportadores, y entre ellos sus patrones de Techint, los Rocca, ganaban tanto como ahora los financistas, que también ganaron gracias a la pesificación asimétrica, que gracias al los Bonar que él emitió pagamos todos los argentinos durante los Gobiernos de Néstor y Cristina mientras los bancos y los de siempre fugaban esos dólares de los ahorristas.
ResponderEliminarStop Fly pasajeros Bondi Arbus para pasajeros y equipajes de la lowcost
Nunca menos y abrazos