El fracaso estrepitoso del programa
económico del gobierno del que dan cuenta incluso los propios indicadores
oficiales, es también y antes que nada, el fracaso de los supuestos teóricos en
que se basa ese plan, una vez más, como cada vez que se ensayó en el país.
Fracaso que se nota
incluso en lo que se supone que serían sus puntos fuertes, o prioridades, como
por ejemplo la lucha contra la inflación (en la que las herramientas monetarias
y la baja del gasto público del manual neoliberal se demostraron inútiles), o
atraer inversiones para impulsar el crecimiento mediante generosas concesiones
al capital; ignorando que la inversión es una función derivada del consumo,
entre otras cuestiones elementales.
Los únicos “éxitos”
que puede exhibir este gobierno los viene logrando en otros de sus objetivos
prioritarios: destruir empleo y salario, para abaratar costos laborales,
incrementar la explotación de la fuerza de trabajo, y maximizar los beneficios
del capital, pero aun así, al riesgo de comprometer al conjunto del sistema,
salvo ciertos nichos de rentabilidad asegurada.
Y otro de los
latiguillos de “Cambiemos” en campaña electoral era “volver al mundo”: producir
un “shock exportador”, devaluando, eliminando retenciones, cupos, restricciones
y toda traba a las exportaciones (como la exigencia de garantizar el consumo
interno de algunos bienes esenciales que componen buena parte de la oferta
exportable de Argentina), con la idea de que solo con eso lo lograrían, “porque
el mundo nos demanda alimentos”, y otras bobadas por el estilo.
Dejemos de lado
incluso la discusión sobre las características del modelo productivo y en ese
contexto, cuáles pueden ser los motores reales del crecimiento, o la incidencia
real de las exportaciones sobre el PBI y el empleo.
Lo cierto es que
estaba claro entonces, cuando Macri hacía campaña para llegar al gobierno, y
está mucho más claro ahora, que él y el “mejor equipo de los últimos 50 años”
ignoraban cuestiones básicas de cómo funciona realmente l “mundo” al que
querían volver, incluso antes del triunfo de Trump y de la disputa con China:
ruptura del multilateralismo, crisis de la OMC, retorno de las guerras
arancelarias y políticas proteccionistas generaban y generan un escenario
hostil para el comercio internacional, y para las estrategias de crecimiento
sustentadas prioritariamente (si no exclusivamente) en las exportaciones.
Pero además del
desvarío conceptual y la ignorancia de estos aspectos básicos, tampoco lograron
el famoso “shock exportador”; como se comprueba con el informe del que da
cuenta esta nota de Ambito Financiero a la que corresponde la imagen
de apertura. Allí se señala que
en los tres años y meses del gobierno de Macri las exportaciones (en promedio y
medidas en dólares) no solo no crecieron, sino que cayeron respecto al
kirchnerismo, cuando “estábamos aislados del mundo”.
Y además de caer se
reprimarizaron, por el sesgo anti-industrialista de las políticas del gobierno,
lo que afecta además el valor de lo exportado por el país, y los saldos de la
balanza comercial; dato éste agravado por la política dispendiosa en materia de
importaciones.
Ni hablemos de que
todo esto, sumado a la libre disponibilidad de las divisas otorgada como
generoso regalo a los exportadores sin
resultados positivos (como tampoco los tuvo la brutal devaluación),
agudizaron la restricción externa y el déficit de cuenta corriente de la
balanza de pagos. Y por si todo lo expuesto fuera poco, esas políticas contribuyeron a encarecer de un modo abismal los alimentos básicos de la canasta familiar, haciéndolos inaccesibles para cada vez más argentinos.
En síntesis, un
gobierno de inútiles, aun siendo estrictamente juzgado exclusivamente bajo sus propios
términos.
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