Viven diciendo que
la economía y la política son dos dominios separados, compartimentos estancos
sin comunicación entre sí.
De esa idiotez
derivan que gane quien gane las elecciones, o gobierne quien gobierne, hay una
sola política económica posible de aplicarse, y cualquiera alternativa a esa
política es lisa y llanamente irracional.
Y esa política
económica es, en líneas generales, la que viene aplicando este gobierno desde
su inicio: apertura total del comercio exterior, desregulación absoluta del
mercado financiero y de los movimientos de capitales, libre acceso irrestricto
a las divisas, “sinceramiento” de las tarifas de los servicios públicos, ajuste
del gasto público, restricción de la emisión monetaria, techo a los aumentos de
salarios en las paritarias, privatizaciones, rebaja de impuestos, otorgamiento
de ventajas y privilegio al capital para “estimular las inversiones”.
Cuando esas políticas fracasan
estrepitosamente (como está ocurriendo ahora
y cada vez que se ensayaron, en el país y en cualquier parte del mundo)
se atajan diciendo que en realidad no fueron correctamente aplicadas, o fueron
desvirtuadas: no es el modelo, sino sus circunstancias ejecutores; que además
serían populistas, socialistas o aun bolcheviques, disfrazados de liberales.
Si ninguna de las
premisas que sostienen funciona (como por ejemplo que la inflación es un
fenómeno estrictamente monetario) entran a buscar culpas en otros lados, sin
aceptar jamás que sus premisas son falsas: la que está equivocada es la
realidad.
Y cuando todo
falla, atribuyen el desastre a la “incertidumbre política, porque hay
elecciones”, o sea a la mayor certidumbre de todas, en una democracia: que cada
tanto hay que elegir a quien nos gobierna, y puede ganar alguno que no comulgue
con esas ideas.
Cuestión que suele
darse porque esas ideas no son muy populares, tanto que para poder ganar una
elección no se puede decir abiertamente que se las aplicaría, en caso de llegar
al gobierno. Como hizo Macri en el 2015, ni más ni menos.
O que hace que, una
vez en el gobierno, si se las aplica a rajatabla, el gobierno que lo haga se
expone a perder popularidad y en consecuencia, elecciones. Que es lo que está
pasando a Macri ahora, como a tantos otros antes que él, acá y en todos lados.
Quizás lo que no se
animan a decirnos es que, para que esas ideas puedan funcionar, es necesario
que no haya democracia. Aunque pensándolo bien, las aplicaron en dictadura, y
tampoco funcionaron.
¿No son unos
chantas hermosos?
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