Hace poco decía Claudio Scaletta en esta nota en El Destape: "Pocas veces se vio una alianza de clases tan poderosa y extendida para sostener un proyecto político que fracasaría tan rápido.", y compartimos la conclusión: el default del
macrismo es absoluto, en lo económico, político, electoral y comunicacional.Tanto como el de
sus valedores y verdaderos apoyos reales: “los mercados”, el “círculo rojo”, el
poder real; que por estas horas luce tan desorientado como el presidente y el
gobierno que contribuyeron a instalar, y cuya reelección venían postulando y
financiando.
Fruto de esa desorientación es el diagnóstico trucho e interesado
de que el problema no es la insustentabilidad intrínseca al modelo de
valorización financiera, sino la incertidumbre política que generan las
elecciones y el posible retorno de Cristina al poder: pobre gente, nadie le
avisó que en este país hay elecciones cada dos años. Lo de la
“incertidumbre política” es una vuelta de tuerca sobre la tradicional
engañapichanga de salvar al modelo (que tutela sus intereses), echándole la
culpa a los circunstanciales ejecutores, o al contexto en el que el mismo se
despliega, como hacen siempre.
Por eso ensayan
piruetas grotescas en medio del quilombo como el “Plan V”, cambiando el collar
(Vidal por Macri) para seguir encajándonos el mismo perro; con lo cual si -como
postulan- el problema es político, no hacen más que sumar confusión e
incertidumbre en tanto dejan pintados a los dirigentes políticos como simples
muñequitos intercambiables que se pueden manejar, y que tienen ya escrita la
partitura que deben tocar. Eso, sin contar que si Macri declinara su
candidatura, automáticamente se transformaría en más “pato rengo”·de lo que es
hoy teniendo la posibilidad de ser reelecto, con ocho meses por delante hasta
el fin de su mandato, y una economía estallada.
Incluso incurren en
un profundo contrasentido que solo puede pasar inadvertido en medio del
extravío conceptual en que se encuentran, y el que se puede observar replicado
en el promedio de los medios de comunicación hegemónicos: ¿cómo es que “los
mercados” le mueven el piso a un gobierno “del palo” fugando capitales y
promoviendo una corrida, generando así las condiciones objetivas para que la
situación empeore y crezcan las chances del “populismo” de ganar las
elecciones?
Es decir, Macri y
“Cambiemos” (si es que tal cosa aun existe) apostaron todos los cañones de su
estrategia electoral (si es que se puede sostener que aun tengan una que no sea
durar hasta el final del mandato) a anclar el dólar para generar cierta
sensación de estabilidad y calma antes de que votemos, pero el “fuego amigo” lo
sacude al punto de casi tumbarlo, o correrlo de la competencia de cara a
octubre.
No fueron los paros
de la CGT que nunca se hicieron, ni los avances de la oposición en un Congreso
que nunca funciona, ni el estallido social que no llega por la subsistencia del
“colchón” que legó el kirchnerismo, los que están poniendo en riesgo la
continuidad del gobierno, y los que le están pidiendo a Macri que de un paso al
costado: son los fondos buitres que le financiaron su campaña en el 2015 y lo
ayudaron a ganar jaqueando al gobierno de Cristina, son los bancos que ganaron
sumas siderales con su gobierno, los medios (como Clarín) que lo exprimieron
como un limón, y ahora le están diciendo (como le dijo Magnetto a Alfonsín en
el 89’) que ellos ya son un estorbo, y deben irse.
Porque de eso y no
de otra cosa hablan cuando dicen que “los mercados piden una respuesta
política”; pero no sería completo el análisis si no incluyera dentro de esa
“solución”, el intento de querer comprometer al kirchnerismo en la solución del
quilombo que crearon, exigiéndole definiciones: que Cristina diga si será o no
candidata, que diga si va a defoltear o no la deuda, si seguirá el acuerdo con
el FMI o lo desconocerá.
Con lo cual lo
primero que demuestran es que empezaron a asumir que la suerte de las urnas
está echada, o que las encuestas que manejan deben dar mucho peor para el
gobierno de lo que nos cuentan, porque de lo contrario no se entiende tanta
histeria. Lo mismo vale para el supuesto “efecto libro de Cristina”, que, dicho
sea de paso, le dio una centralidad aun mayor de la que tenía, al punto de
desaparecer a Lavagna y al resto de la oposición: en medio del desmadre, nadie
(de los que deciden) los mira a ellos, ni está preocupado por lo que puedan
decir o hacer.
Hace un tiempo
sobre las políticas del kirchnerismo respecto a la deuda externa, decíamos acá: “Estas verdades sencillas es necesario reiterarlas todas las veces que se pueda, porque a casi 30 años de recuperada la democracia (y ahora a propósito del fallo del juez Griesa y los fondos buitres), todavía hay que escuchar a los que plantean el discurso (simpático, sin dudas) de que antes que pagar la deuda, hay que investigarla, y en su caso desconocer lo que sea fruto de ilícitos o negociados.
Desde otro lado, se cuestiona el defáult del 2001 (que tampoco lo declaró el kirchnerismo), la ruptura de los contratos y la seguridad jurídica y todo lo que sabemos: nos aislamos del mundo, tenemos que honrar nuestras deudas; y toda la sanata conocida. El camino elegido por el kirchnerismo (como que tuvo la difícil responsabilidad de gobernar) fue otro, y bien conocido: reestructuró la deuda con una quita generosa (del 70 % del capital en algunos casos) y una reestructuración de los vencimientos que los van estirando hasta el 2038: una apuesta a conciliar el pago de la deuda con las posibilidades reales del país, y su capacidad de crecer y reconstruir el tejido social y productivo destruido por el neoliberalismo; que en buena medida fue el autor de esa deuda.”.
De modo que no nos pueden atribuir a
nosotros las soluciones que propondría la izquierda: si buscan alguien que la
trosquee, llamen a Del Caño; y una explicación posible al aparente sinsentido
de “los mercados” torpedeando a su propio gobierno, es que están tratando de
salvar a las apuradas algo de lo que podrían perder con el kirchnerismo, en una
nueva reestructuración de deuda.
Mientras tanto, de
los problemas reales de la economía no se habla, ni hay perspectivas de
“alivio” (la palabra de moda) a la vista, ni los habrá: esos tendrán que
esperar al cambio de gobierno, cuestión de la que la oposición debería tomar
nota para su discurso de campaña: algo así como “acá el único alivio posible es
que nos votes a nosotros, para que se vayan estos chetos del orto que
destrozaron todo”, pulido por los expertos en comunicación política, claro
está.
El plan “Precios
Esenciales” también conocido como “Lleguemos a octubre aunque sea con muletas”
naufragó antes de arrancar en medio del dolarazo, la suba del petróleo y otro
aumento de los combustibles; y está claro hace mucho que las medidas que
podrían -estas sí- aliviar algo la situación o encauzarla, este gobierno nunca
las tomará: la propia Vidal (la cara amable con la que intentan reemplazar al
devaluado Macri) ha dicho que seguiría la misma política económica actual, y
eso es precisamente lo que le piden; no la están palanqueando para forzar un
cambio de rumbo.
Es necesario hacer
estas precisiones porque nos hablan mucho de los efectos del ascenso de
Cristina en las encuestas, pero no de sus causas: que la gente la ve como una
esperanza para poner fin a este régimen oprobioso que nos gobierna, y la está
cagando de hambre. De modo que si realmente quisieran conjurar “el fantasma
Cristina”, no es con procesamientos y prisiones preventivas va la carta de
Bonadío que lo van a conseguir, sino cambiando sus políticas económicas y
sociales, algo que no quieren hacer, aunque supieran como.
Por eso es cierto
que la solución es política pero no cambiando el candidato del oficialismo,
sino el gobierno; aunque paradójicamente es necesario que éste, que está
irremediablemente de salida, mantenga el incentivo de creer que pueden volver a
ganar. Porque de lo contrario y respondiendo a su naturaleza como el escorpión
de la fábula, se sentirán tentados de terminan de destruir todo, dejando aun
más tierra arrasada de la que hay.
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