La imagen de apertura está armada con
capturas de pantalla de esta nota del domingo del Cronista, y esta otra de ayer de Diario Bae, que refieren al mismo tema: la apuesta del
gobierno a una reactivación del consumo antes de las elecciones, para mejorar
las chances de Macri; mejora que llegaría a través de los aumentos de salarios
pactados en las paritarias, y la reactivación del crédito para consumo a través
del “Ahora 12”.
Más allá de la
discusión que hay entre los economistas respecto a si eso realmente ocurrirá y
en los tiempos estimados por el oficialismo (es decir, para las PASO de agosto
próximo), el hecho marca que el gobierno aspira a repetir la táctica que le
diera resultados en las legislativas del 2017, en un contexto mucho más
crítico. Y eso en sí mismo es un hecho que merece ser destacado, en tanto
expone que además del ostensible fracaso de gestión del nuevo experimento
neoliberal que se ensaya en el país, evidencia el absoluto default de sus
supuestos teóricos.
En efecto, luego de
casi cuatro años de desplegar políticas económicas “ofertistas” otorgando
beneficios y privilegios al capital, y de pulverizar salarios y jubilaciones en
el altar de la “rebaja de costos” y el “equilibrio fiscal”, respectivamente,
los resultados no pueden ser otros que los evidenciados: recesión, caída de los
salarios reales, derrumbe del consumo, aumento de la capacidad instalada
ociosa, consecuente derrumbe de la inversión, quedando más claro que nunca que
es una función derivada del consumo.
Para peor, sin
conseguir a cambio bajar la inflación ni siquiera con el brutal “apretón
monetario”, y el sostenimiento en el tiempo de niveles insostenibles de tasas
de interés, con el propósito de mantener quieto el dólar; un objetivo solo
posible a cambio de aniquilar toda perspectiva de reactivación económica: hasta
lo propios organismos oficiales y economistas del palo del gobierno están
revisando a la baja sus estimaciones para este año, proyectando una caía mayor
y más sostenida del PBI. Y eso que, por supuesto, siguen siendo “amables” con
el plan oficial.
Esta circunstancia
marca también el estrepitoso fracaso del marco teórico en el que el gobierno
sustenta su plan, aunque Macri y sus funcionarios (en una increíble muestra de
disociación de la realidad) sigan sosteniendo que no hay otro camino posible, y
que la persistencia en el error ya está dando resultados que, por supuesto,
solo ellos ven: hasta la propia estabilidad cambiaria es claro que depende más
de una salida ordenada de los capitales que se están desprendiendo de activos
argentinos, que del acierto de la política cambiaria o monetaria del gobierno.
Todo indica que en breve eso puede cambiar, drásticamente y no precisamente a
favor de las chances y expectativas del gobierno.
Por si no fuera poco
que el gobierno haga -al mismo tiempo- “campaña del miedo” pidiendo votar para
no volver al pasado mientras apela a herramientas de ese mismo pasado
“populista” para intentar frenar la debacle electoral (paritarias, “Ahora 12”),
tampoco está claro que esa estrategia desesperada les termine dando resultados,
como consecuencia de la dinámica propia del modelo económico que gestionan, y
de los intereses que éste tutela; que exigen ganancias fáciles vía valorización
financiera, depresión de los salarios en términos reales, y eventualmente
rentas exportadoras extraordinarias vía aceleración de la devaluación del peso.
Nada indica que
estemos a las puertas de una baja sensible y persistente de los altos niveles
de inflación: por el contrario, en un año electoral la dolarización de
inversiones y fuga de capitales tiene a acelerarse, y éste no será (no es, no
lo está siendo) la excepción; a lo que hay que sumar que siguen aumentando los
precios regulados directa o indirectamente por el gobierno: combustibles, servicios
(en especial el gas en invierno), prepagas. Al cuadro descripto se suma que las
presuntas facilidades en créditos para consumo deben operar en un nivel de
salarios y jubilaciones deprimidos, y comprometidos por endeudamientos
anteriores (con Argenta, la tarjeta de crédito o el propio “Ahora 12”).
Suponer que en ese
contexto, y en el de un alza de insumos esenciales como la luz, el gas, los
combustibles o la prepaga que restan ingresos disponibles para el consumo o
afectables para el crédito, alguien puede apostar a endeudarse para adquirir
bienes durables es de un voluntarismo que no resiste un cotejo con la realidad
cotidiana. Los propios datos oficiales demuestran la pérdida de ingresos de los
beneficiarios de la AUH o jubilaciones por la nueva fórmula de ajuste de los
haberes impuesta por el gobierno, y los salarios formales ajustables vía
paritarias (más allá de la dinámica particular de éstas) no recuperaron lo
perdido frente a la inflación el año pasado, cuando ya están perdiendo frente a
la acumulada en el primer cuatrimestre de este año.
El cuadro descripto
explica los resultados electorales catastróficos que vienen cosechando los
candidatos del oficialismo nacional en las provincias, tanto como la dinámica
que está adquiriendo la estrategia de campaña de “Cambiemos”, exclusivamente
basada en carpetazos, denuncias de corrupción de la gestión anterior y
sobredimensionamiento de obras públicas puntuales, que no mueven el
amperímetro. Explican también la persistencia de los rumores sobre la declinación
de Macri de su candidatura, o las dificultades que encuentra para conseguir un
candidato a vicepresidente.
Pero y finalmente,
el solo hecho de que el gobierno esté planteando volver a generar un
“kirchnerismo temporal” de fomento al consumo con perspectiva electoral marca
también el absoluto default ideológico de Durán Barba, quien hasta acá nos venía
vendiendo el buzón de que la gente ya no votaba más con el bolsillo, sino en
base a sentimientos y emociones.
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