Tres meses atrás, decíamos nosotros en esta entrada: "El año pasado el gobierno terminó acudiendo al FMI cuando la aceleración de la fuga de capitales hizo insostenible el modelo de valorización financiera; y en ese marco obtuvo una asistencia financiera récord en la historia del país, y del propio Fondo. Sin embargo, apenas al mes de haberse firmado el acuerdo hubo que renegociarlo, porque ya no se podía cumplir.
El acuerdo nació flojito de papeles, porque nunca pasó por el Congreso como manda el artículo 75 inciso 7) de la Constitución, en virtud de que es a quien le corresponde entender en el arreglo y pago de la deuda exterior de la nación. El gobierno se escudó para no hacerlo en lo que dispone el artículo 60 de la Ley 24.156 de Administración Financiera de 1992, que permite exceptuar de esa intervención a los acuerdos que el país firme con organismos multilaterales de los que es parte.
El argumento es insostenible porque esa norma era una delegación legislativa en el Poder Ejecutivo preexistente a la reforma constitucional de 1994, y como tal caducó a los cinco años de sancionada ésta, conforme a la cláusula transitoria Octava de la Constitución, sin que haya posteriormente ratificada por el Congreso a través de una ley especial (especial, no el presupuesto), dictada en el marco de su artículo 76. Para peor, le juega en contra al macrismo el antecedente de que en 2006 Néstor Kirchner hizo ratificar por el Congreso la cancelación total de la deuda con el FMI, siendo que no se trataba de endeudar al país, sino de desendeudarlo.
Por estos días el gobierno estaba en tratativas con el FMI para que le permitan vender los dólares remanentes del préstamo del Fondo en el mercado, para contener la corrida hacia el dólar de los inversores que están posicionados en pesos. Hasta aquí el FMI se venía resistiendo, porque sus dólares (como lo estipula el acuerdo con el gobierno) están destinados a garantizar el cobro de la deuda externa por los acreedores del país, incluyendo el día de mañana el propio Fondo; pero pareciera que va a terminar aflojando, para tirarle otro salvavidas a Macri y a su gobierno.
Y aquí volvemos a a las definiciones flojitas de papeles: el convenio constitutivo del FMI dispone en su artículo VI Transferencias de capital Sección 1 lo siguiente: “Uso de los recursos generales del Fondo para transferencias de capital a) Salvo en el caso previsto en la Sección 2 de este Artículo, ningún país miembro podrá utilizar los recursos generales del Fondo para hacer frente a una salida considerable o continua de capital, y el Fondo podrá pedir al país miembro que adopte medidas de control para evitar que los recursos generales del Fondo se destinen a tal fin. Si después de haber sido requerido a ese efecto el país miembro no aplicara las medidas de control pertinentes, el Fondo podrá declararlo inhabilitado para utilizar los recursos generales del Fondo.” (las negritas son nuestras)
Es decir que si el FMI autorizara el uso de sus dólares para venderlos en el mercado a cualquiera que los quiera comprar, estaría vulnerando sus propias normas, tal como el gobierno argentino violó nuestra Constitución al firmar el acuerdo. Que el FMI apuesta a la reelección de Macri y la financia no es ningún secreto, pero en un futuro gobierno (que deberá forzosamente reestructurar toda la enorme deuda contraída por Macri, incluso la del Fondo) todas estas cuestiones deben ser puestas sobre la mesa a la hora de negociar; porque marcan una clara corresponsabilidad del prestamista (en este caso el FMI) con la insolvencia del deudor, o sea, la Argentina.".
Es decir que si el FMI autorizara el uso de sus dólares para venderlos en el mercado a cualquiera que los quiera comprar, estaría vulnerando sus propias normas, tal como el gobierno argentino violó nuestra Constitución al firmar el acuerdo. Que el FMI apuesta a la reelección de Macri y la financia no es ningún secreto, pero en un futuro gobierno (que deberá forzosamente reestructurar toda la enorme deuda contraída por Macri, incluso la del Fondo) todas estas cuestiones deben ser puestas sobre la mesa a la hora de negociar; porque marcan una clara corresponsabilidad del prestamista (en este caso el FMI) con la insolvencia del deudor, o sea, la Argentina.".
Desde entonces, es sabido lo que pasó: el
Fondo cedió y terminó autorizando la venta de los dólares del stand by en el
mercado de cambios, con lo cual el último desembolso de 11.000 millones de
dólares se fue por la canaleta de la fuga de capitales, en algo más de un mes;
y las reservas del Banco Central sufren una sangría constante, todos los días.
La actividad
económica se sigue cayendo a pedazos, el “carry trade” de la bicicleta
financiera está más vivo que nunca, con un nivel de tasas que hacen inviable
cualquier actividad productiva, y la inflación está lejos de retornar a niveles
razonables. Las consecuencias son conocidas: caída del empleo formal e
informal, aumento de la capacidad instalada ociosa, aumento de la pobreza y las
situaciones de vulnerabilidad social, derrumbe de la industria y el consumo; todo eso sin contar que se dispare otra
corrida cambiaria por acontecimientos internos o externos, frente a los cuales
el modelo en curso no tiene defensas.
En ese contexto, el
FMI desembolsó irresponsablemente 65.000 millones de dólares para un programa
económico inviable, a un deudor insolvente y sin capacidad actual de pago, que
en apenas 13 meses de vigencia del acuerdo tuvo que pedir tres “waivers” por
desviarse de las metas pactadas; mientras madame Lagarde formula una tras otra
declaración irresponsable, de tono injerencista en los asuntos políticos
internos del país y entrometiéndose en la campaña electoral; a favor de su
candidato (Macri), al que le financian la campaña con el costo de la factura
pesando sobre el conjunto de los argentinos.
Y para rematar el
dislate, las autoridades del Fondo nos dicen ahora que subestimaron el problema
de la inflación y la magnitud de la crisis que, en buena meddida, ellos mismos causaron; o sea que una vez más y para variar, la pifiaron feo en el
diagnóstico, en las propuestas y en los pronósticos, comprándose un enorme problema: con el préstamo a la Argentina de Macri (porque además
abrieron el grifo de los desembolsos en su casi totalidad en éste mandato,
dejándole al próximo gobierno los vencimientos) concentran el 61 % de su masa de
créditos, en un único deudor. Si el país llegara a defoltear su deuda con el
FMI caería no solo el gobierno de Macri, sino el propio Fondo y el directorio
encabezado por la señora Lagarde; por aquello tan elemental de que cuando una
deuda adquiere un tamaño demasiado grande pasa a ser más un problema del
acreedor, que del deudor.
Celebramos que
nuestro candidato a presidente haya puesto las cosas en el lugar en el que
deben estar: si la Argentina no repudia la deuda con el FMI y la piensa pagar,
el Fondo y sus autoridades no tienen modo de eludir sus evidentes
responsabilidades en el actual estado de cosas; y por ende no están en
condiciones -sin más- de exigir el cumplimiento a rajatabla de los
vencimientos, o medidas insostenibles social y políticamente (como las reformas
laboral y previsional), a cambio de una reestructuración de los mismos.
Porque precisamente
cuando se trató de imponer esas mismas medidas por parte del gobierno de Macri,
tras su triunfo en las legislativas del 2017 y antes de ir a pedir la
escupidera al FMI, fue cuando comenzó la debacle del experimento neoliberal;
primero económica y luego política. Queriendo ayudarlo a Macri, el Fondo (como
cada vez que se mete en un país) contribuyó a hundirlo y con él y de un modo
irresponsable, al país; para beneficio de los vivos de siempre. Esos simples
(pero duros y concretos) hechos deberían pesar en una futura mesa de
negociaciones.
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