Las denuncias de corrupción contra Cristina
y los funcionarios del gobierno anterior, las críticas de Alberto Fernández al
kirchnerismo después de su alejamiento, los dichos de Ofelia Fernández, Dady
Brieva, Zaffaroni, Mempo Giardinelli o cualquier personaje más o menos famoso
asociado con el kirchnerismo.
La calma del dólar,
las presuntas obras de infraestructura postergadas por años que ahora se
estarían haciendo aunque nadie las vea, el acuerdo de libre comercio entre el
Mercosur y la Unión Europea, la boludeada de tres cordobeses a Macri en Zurich,
Carrió pidiendo una ley para revisar los condenas en los juicios de lesa
humanidad, Bonadío y su payasada diaria o semanal, y es seguro que nos
olvidamos de muchas cosas más: como ven, no faltan temas con los cuáles nos
quieren mantener distraídos de acá a las PASO y a las elecciones generales, y
si llegaran a faltar, los inventarían.
Nos quieren tener
discutiendo entre nosotros que suma y que resta para ganar la elección, o
discutiendo con ellos de las cosas que ellos quieren que discutamos, y para ser
sinceros, mucho trabajo no les cuesta que mordamos el anzuelo y nos prendamos.
Mientras tanto, corren los días que faltan para la elección, y perdemos el
tiempo necesario para hacer lo que hay hacer: ganar votos.
O nos pasan
elefantes por al lado y no los vemos, o no hablamos de ellos, como por ejemplo
los datos tremendos que aporta un informe del Observatorio de Políticas
Públicas de la Universidad de Avellaneda, y recoge esta nota de El Destape: la brutal inflación en los alimentos esenciales de la canasta básica, que hace que para poder comprarlos, un jubilado con la mínima tenga que invertir
casi el 100 % de su haber, o que esa canasta básica represente casi el 80 % del
Salario Mínimo Vital y Móvil (SMVM).
Salario Mínimo Vital y Móvil, dicho sea de
paso, que es cada vez más mínimo, y cada vez menos vital y móvil; porque el
macrismo volvió a la prácticas menemista de hibernar el Consejo del Salario,
para no reajustarlo, así como retocó a la baja la fórmula de ajuste de los
haberes previsionales: como dice la canción, nada de esto fue un error, son los
efectos buscados y deseados de políticas de mierda, diseñadas por hijos de
puta.
En este contexto,
no podemos prestarle más atención a las barrabasadas de Carrió que a la
grosera violación de la Constitución Nacional que establece en su artículo 14
Bis el Salario Mínimo Vital y Móvil, al que la Ley de Contrato de Trabajo
define en su artículo 116 como“...la menor remuneración que debe percibir
en efectivo el trabajador sin cargas de familia, en su jornada legal de
trabajo, de modo que le asegure alimentación adecuada, vivienda digna,
educación, vestuario, asistencia sanitaria, transporte y esparcimiento,
vacaciones y previsión....”.
No estamos hablando
de salir al cine, de irse de vacaciones, de cambiar el auto, comprarse ropa o
poder pagar los servicios, aunque de eso también tenemos que hablar: estamos
hablando de que hay cada vez más gente que no puede comer, porque no puede
comprar lo básico, porque no le alcanza. Como dijo al principio de este
gobierno Guillermo Moreno a su particular modo (y en esto, al menos, tuvo
razón): un gobierno oligarca que se metió con la comida de la gente, eso es
-antes que nada- el macrismo.
Cuando se habla de
la inflación y como evoluciona o sus causas, se suelen perder de vista sus
consecuencias, o poner la lupa allí donde pega más (en la comida, las
cuestiones básicas que hacen a la subsistencia), donde más duele y como afecta
a los más vulnerables: distraídos con otras cuestiones, no solemos poner el
foco en el retroceso brutal que en estas cuestiones representa el macrismo
respecto al país que heredó de nosotros en el 2015.
Un país que estaba
lejos de tener resueltos todos sus problemas y donde también había mucha gente
que la pasaba mal, pero en el que durante 12 retrocedieron la pobreza y la
indigencia (podemos discutir cuanto, pero no que retrocedieron, porque las
políticas de los gobiernos de Néstor y Cristina se ocuparon de eso), y era
mayor la seguridad alimentaria: gente insospechada de parcialidad política como
Juan Carr decían que el “hambre cero” estaba a la vuelta de la esquina de
conseguirse.
Pensemos desde
entonces cuanto hemos retrocedido, y como empeoró la situación no solo de los
directamente implicados en el informe (jubilados de la mínima por ejemplo),
sino de todos los que vieron retroceder en forma brutal y constante sus
ingresos, medidos en términos de poder de compra de bienes esenciales como la
leche, el pan, la carne, la harina, el aceite, los fideos, la yerba, el azúcar:
trabajadores formales o no, jubilados con la mínima o no, beneficiarios de la
AUH.
Muchos de ellos
posibles votantes de Macri en 2015, y posibles “arrepentidos” de ese voto hoy:
al menos a nosotros, no se nos ocurren problemas más urgentes para discutir, ni
personas con más razones para no volver a votarlos nunca más. Pero eso no nos
exime de la práctica militante de hablar de ellos, o mejor aun, de hablarles a
ellos, diciéndoles como los vamos a sacar de esa penuria, como vamos a hacer
para que puedan, simplemente, comer todos los días; y explicarles que si gana
Macri, ya dijo que hará lo mismo (o sea, cagarlos de hambre), pero más rápido.
No se nos ocurre
tema de campaña más apremiante, ni mensaje de esperanza más necesario y esperado.
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