No se trata de cuestionar o tan siquiera
discutir se es verdad o no lo que dice acá el salteador de caminos Di Stéfano
sobre la incidencia del dólar en la vida de los argentinos, y en sus decisiones
electorales: lo cierto es que el gobierno apuesta un pleno a mantener la calma
cambiaria hasta las elecciones; como si eso por sí mismo transmitiera la idea
de que la economía está empezando a funcionar, y sus planes están comenzando a
dar frutos. La famosa al final del túnel, en el último semestre del mandato de
Macri, el decisivo porque se juega su continuidad en el poder.
Más o menos esa es
la idea que transmitió esta semana Marcos Peña en su conferencia de prensa, en
la que incurrió en un absurdo en el que pocos repararon: mientras hasta acá el
discurso oficial que trataba de explicar el derrumbe que comenzó en abril del
año pasado y forzó al gobierno a acordar con el FMI era que “pasaron cosas” (es
decir, acontecimientos imprevistos fuera de su control), el jefe de gabinete
dice ahora que “el esfuerzo realizado” -sin aclarar por quienes, porque los
excluye a ellos y los sectores para los que gobiernan, claro está- valió la
pena y está empezando a dar frutos”.
Traducido en
criollo, la respuesta que encontraron frente a lo que nos vendieron como un
acontecimiento de la naturaleza y no la consecuencia natural de un modelo
inviable, fue otro ajuste; con la promesa de que luego vienen los beneficios.
La eterna promesa del neoliberalismo, jamás cumplida. Es decir, admite
implícitamente que jamás se les pasó por la cabeza la posibilidad de
instrumentar políticas anticíclicas para sostener la producción ,el empleo, el
trabajo y el salario de los argentinos.
Más bien todo lo
contrario: a la inconsistencia macroeconómica esencial del modelo en curso
(sobre lo que no es necesario abundar acá), le suman ahora una fiebre por
cerrar o prometer acuerdos de libre comercio con economías con las que no
podemos competir, que no harán si no sumar un factor más al proceso de
destrucción de empresas, empleos y salarios. Y a eso lo presentan como un signo
de que las cosas están mejorando, porque “el mundo confía en nosotros”.
Por supuesto que
una elección es también (o sobre todo) una disputa por la construcción de
subjetividades en la percepción cotidiana de los votantes, para inducirlos en
un sentido determinado: en este caso no sería estrictamente (al menos no
exclusivamente) lo que alguien ilustró con la metáfora de la heladera versus el
televisor -es decir, condiciones objetivas y materiales de existencia versus
agenda mediática-, sino heladera versus pizarras de los bancos y casas de
cambio: aunque todo ande como el culo, si el dólar baja o se mantiene quieto,
los argentinos se tranquilizan y se sentirán inclinados a darle un voto de
confianza al gobierno.
Sobre la relación
de los argentinos con el dólar se ha dicho y escrito mucho, y es cierto que en
las elecciones del 2015 el “cepo” fue un tema que influyó, pero en un contexto
absolutamente distinto al actual: precisamente, si se reclamaba por el “derecho
a comprar dólares” aun por aquellos que jamás lo hicieron, era porque otras
cuestiones más acuciantes estaban resueltas, y existía resto para pensar en
ahorrar. Los indicadores económicos de entonces (en un año que no fue de los
mejores del kirchnerismo) bien quisiera el gobierno tenerlos ahora.
Por el contrario,
ahora (es decir, cuando dentro de 36 días votaremos en unas PASO que serán la
primera vuelta real), el panorama no podría ser peor en términos económicos, al
menos de los que pueden palpar en nuestra vida cotidiana: con un dólar quieto e
incluso a la baja, no se detienen los aumentos de precios de los bienes
esenciales, ni los tarifazos, ni los aumentos de los combustibles, los cierres
de empresas y despidos siguen estando a la orden del día, la incertidumbre
sobre la conservación del empleo o las chances de llegar a fin de mes es algo
real, concreto, tangible y palpable en muchos hogares argentinos.
Parece difícil que
en las cinco semanas que faltan para las PASO esas percepciones puedan
modificarse, porque es seguro que en ese tiempo no han de cambiar las causas
que las provocan: ni siquiera el intento (mucho más módico que entonces) del
gobierno de repetir el esquema de “administración de dosis de populismo
moderado” que usó con éxito en las legislativas del 2017, parece estar dando
resultados.
Hacer campaña con
foco en los acuerdos de libre comercio que “nos hicieron volver al mundo” no
solo tiene que ver con que el gobierno no tiene otros resultados que mostrar,
sino que así se apunta a cierto voto aspiracional, de clase media, fluctuante
en sus apoyos y que votó a Macri en el 2015, con el deseo de comprar baratos
celulares importados de alta generación, o tener un Apple Store en cada
esquina.
Esos mismos
sectores hoy, tras cuatro años de políticas devastadoras, están golpeados por
la crisis, y mucho más lo están los sectores populares; que en no pocos casos
acompañaron a Macri en el 2015. Y hablando de entonces, cuadra repetir la que
para nosotros es la pregunta del millón, que en realidad son dos: con la
realidad en mente y a la vista ¿cuál sería la razón por la que alguien que votó
a Scioli entonces hoy no votaría una fórmula en la que además está Cristina, y
alguien puede aseverar que de todos los que entonces lo hicieron por Macri,
ninguno se arrepintió y decidió cambiar su voto?
Nosotros acá no
tenemos las respuestas a los interrogantes, tan solo las preguntas. Preguntas
por ejemplo como las que se hizo a modo retórico Máximo Kirchner hace poco en
un acto en la provincia de Buenos Aires (ver tuit relacionado al final). La campaña oficial del “Frente de
Todos” deberá girar -en nuestra modesta opinión- casi exclusivamente en
torno a estas cuestiones, algo de lo que ya se deja ver en los primeros spots que están
circulando.
También tenemos
algunas intuiciones, pero veremos si las cosas son como dice Di Stéfano -que la
elección se definirá por el dólar, que encima ayer subió-, o como se palpa en la calle, juegan otras
cosas. Tuit relacionado:
Cada día me siento más kirchnerista!!— Pablen (@pablen2012) 3 de julio de 2019
Me da orgullo escuchar a estos dirigentes.
Somos la mayoría. Sabelo. pic.twitter.com/ELjMO2FH9N
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