martes, 17 de septiembre de 2019

EL NUDO GORDIANO


Apenas comenzaba el gobierno de Macri y cuando ya se veía venir el arreglo con los fondos buitres y el inicio de un nuevo ciclo de endeudamiento del país, decíamos nosotros en ésta entrada: "Nunca será suficientemente destacada la importancia que tuvo para el desenvolvimiento económico y social del país el modo en el que el kirchnerismo encaró el problema de la deuda externa defolteada en el 2001, tras la abrupta salida de la convertibilidad. 

Por lo que la deuda había pesado desde siempre (con la sola excepción del primer peronismo) sobre la economía, como una espada de Damocles que condicionaba el crecimiento y el desarrollo del país; los canjes y reestructuraciones del 2005 y el 2010 (en especial el primero) dieron un horizonte de certidumbre, y permitieron liberar recursos del Estado para destinarlos a otras cosas como educación, seguridad social, ciencia y técnica, obra pública; solventando así el despegue y mayores niveles de equidad social."

Cristina destacaba siempre que el kirchnerismo no había sido el que defolteó la deuda, sino que la encontró defolteada, y que por el contrario se había ocupado de pagarla religiosamente, incluyendo por supuesto la cancelación total de la deuda del país con el FMI, a fines del 2005 durante el gobierno de Néstor Kirchner. Lo mismo está diciendo ahora Alberto Fernández (que fue parte de ese tramo de la gestión), para disipar los temores que pudieran tener los acreedores externos sobre su gobierno.

Sin embargo, lo real es que, como consecuencia del default, los gobiernos kirchneristas casi no tuvieron que afrontar pagos de la deuda hasta el 2006, cuando tuvieron que comenzar a pagar los vencimientos del primer canje instrumentado en el 2005; y esos pagos desde entonces y después (con el segundo canje del 2010) bajaron sensiblemente su peso en las cuentas públicas y en la demanda de divisas, precisamente porque el kirchnerismo hizo dos agresivos canjes de deuda, con quita sustancial del capital, reducción de los intereses y emisión de nuevos bonos, con plazos más largos de pago.

Y de ese modo liberó una gran masa de recursos que se iban por la canaleta de los servicios de la deuda, para destinarlos a alentar el consumo, la actividad y el despegue de la economía: así por ejemplo la educación o la seguridad social pasaron a ser los principales renglones del gasto público nacional, muy por encima de los servicios de la deuda. Como suele decir Cristina, no fue magia, sino la decisión política de priorizar determinados gastos, por sobre otros.

Todas estas reflexiones vienen a cuento de esta nota de Alfredo Zaiat en Página 12 que recomendábamos en otro posteo, en la que señala que el monumental endeudamiento contraído durante el gobierno de Macri "...Es una situación financiera insostenible para las cuentas del Estado. Con corset monetario del Banco Central y ajuste fiscal de Hacienda no alcanzan los pesos para cubrir las partidas presupuestadas ni para pagar la deuda nominada en esa moneda. Tampoco son suficientes los dólares disponibles para cumplir con los vencimientos de deuda en moneda extranjera ni para atender la demanda del mercado de billetes verdes."

Pero en línea con lo que sosteníamos al principio del post, sigue diciendo Zaiat: "La conclusión es tan sencilla como brutal: el default macrista es incompleto, tendrá que ampliarse y, fundamentalmente, la posterior reestructuración de la deuda deberá ser más intensa, con quita de capital, extensión de los plazos y tasas de interés bajas."

"Es insostenible el funcionamiento del Estado destinando más de un cuarto de sus ingresos a pagar intereses de la deuda. Para hacerlo, el ajuste de las cuentas públicas tendría que ser de tal magnitud que se paralizaría el resto de las áreas del sector público. En esta instancia crítica no aparece un escenario de elección de opciones de gestión. El camino orienta a una sola salida. El default y posterior reestructuración con fuerte alivio de las finanzas públicas se imponen no por decisión política, sino por necesidad económica."

"No hay posibilidad de preservar legitimidad política y de impulsar el crecimiento económico y, por lo tanto, la generación de recursos para pagar la deuda, sin antes liberar fondos del presupuesto que una cesación de pagos permitiría. O sea, los acreedores tienen que primero aceptar no cobrar y después admitir cambios en las condiciones (quita de capital, plazo de pago y tasa de interés) para luego empezar a cobrar. Cualquier otra alternativa extenderá la crisis fiscal (ajuste por presión sobre las partidas del gasto público) y financiera (carga cada vez más pesada de los intereses a pagar), que mantendrá a la economía en una prolongada recesión.".

Como se ve, las semejanzas y diferencias con la situación existente en 2003 y la de hoy aparecen nítidas: si lo que se quiere hacer es "nestorismo tardío" o algo parecido, hay que recoger la enseñanza de lo hecho, más allá de los discursos voluntaristas, o de la intención declarada de cumplir con los compromisos externos: es un problema de posibilidades, no de voluntad o intenciones. 

Con la diferencia (en contra) de que hoy el principal acreedor es el FMI, y allí no hay quitas o reestructuraciones posibles; lo cual en todo caso refuerza la necesidad de impulsarlas en relación con el resto de los acreedores. Pero sin el modo como entonces se encaró el problema de la deuda, no hubiera habido kirchnerismo tal como lo conocimos, simplemente.  

Lo haga Macri ahora (por fuerza de los hechos), o nosotros después, sin cortar el nudo gordiano del endeudamiento de un solo tajo es, sencillamente, imposible pensar en una salida a la crisis liberando recursos para estimular la demanda y la actividad, e impulsar el crecimiento. Eso, y responde a la pregunta de Cristina, con la que nos vamos a poner obsesivos: quien o quienes van a pagar la fiesta del endeudamiento macrista. 

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