martes, 1 de octubre de 2019

ALIANZAS Y REJUNTES


Leer a Claudio Scaletta es siempre de provecho, y su nota en El Destape del fin de semana (completa acá) no fue la excepción. De todo lo escrito allí, nosotros elegimos destacar éste párrafo, que nos parece de capital importancia para lo que viene: "Lo que se observa en perspectiva es, primero, a un Alberto Fernández funcionando como el gran constructor de una alianza de clases para sostener un proyecto de desarrollo de largo plazo. El kirchnerismo, su principal dirigente, comprendió que la ausencia de esta alianza fue una limitación de su último gobierno."

"Bastó que sólo una porción pequeña de las fuerzas que hoy integran el Frente de Todos jugara para el adversario para que se perdiera el poder en manos del macrismo y se provocara el desastre del presente. No hay modelo de desarrollo sin la construcción de esta alianza de clases o bloque histórico que lo sostenga. Que los sectores dirigentes comiencen a comprender este problema es un avance superlativo."

"Lo dicho debe matizarse con que el macrismo también construyó un extendido bloque histórico que lo sustentó, pero lo que no funcionó en su caso fue su modelo económico, que no sólo era insustentable en su frente financiero externo, sino también en el social interno: dejaba demasiada gente afuera. Resulta sorprendente que todavía existan sectores de la clase dominante que crean en la posibilidad de un proyecto político estable y de largo plazo basado en empeorar las condiciones de vida de la mayoría de la población en un país con memoria de bienestar y tradición de lucha. Quizá no sea un mero juego de palabras pensar en la necesidad de una transición inteligente de clase dominante a clase dirigente.".

Como ven, Scaletta pone los puntos sobre las ies en lo que han sido -en la Argentina y en todos lados- las experiencias sobre pactos sociales, que el peronismo en sus distintas encarnaciones históricas ha ensayado; aun limitados a la alineación de expectativas, el ordenamiento de la puja distributiva o una negociación de precios y salarios, con objetivos determinados de crecimiento y desarrollo.

En un sistema capitalista resulta hasta cierto punto indispensable que quien tiene la responsabilidad política de conducir el Estado intente acordar con al menos algunas de las fracciones del capital un modelo de desarrollo. Al fin y al cabo y por más trascendencia que se le asigne al rol del Estado y a las políticas públicas (que ciertamente la tienen, y son insustituibles), son esas fracciones los  dueños de los medios de producción o parte de ellos y como tales los que toman las decisiones de inversión que implican arriesgar capital, creando o no las condiciones para reproducirlo y con efectos en el empleo, los salarios, el conjunto de los precios y la distribución social del ingreso.

Cada vez que se ensayó en el país alguna forma de pacto o concertación social terminó fracasando porque desde los sectores del capital se exacerbó la defensa de los intereses sectoriales, sin manifestar la intención de ceder en lo más mínimo, sobre todo en materia de recomposición real del salario, que es uno de los objetivos que han señalado como primordiales los candidatos del "Frente de Todos". 

De hecho, las tensiones y las rupturas de esas alianzas de clases provienen cuando una de ellas (la burguesía) advierte que se ha cruzado una línea invisible en la distribución funcional del ingreso, pasando un límite que no están dispuestos a tolerar: pasó con el primer peronismo, con su retorno al poder en el 73', y durante la experiencia kirchnerista, marcando a las claras que se trata de una de nuestras constantes históricas.  

Frente a esto, se podrá señalar que el macrismo deja un nivel de empeoramiento de la distribución del ingreso y de pérdida del poder adquisitivo de los salarios, que deja cierto margen de acción para que algunas fracciones del capital acompañen un proceso de recomposición al menos por un tiempo, antes de llegar a esa línea invisible de la que hablamos. Sin embargo, no hay que perder de vista que además en el escenario de la globalización, esas clases operan como auxiliares de otras que funcionan a escala mundial; y que son en muchos casos las que determinan esas decisiones de inversión de las que hablamos, máxime en el grado de extranjerización que acusa nuestra estructura productiva.

Por otro lado, y tal como lo constata Scaletta, hay una matriz ideológica compartida entre quienes debieran pensar de otro modo porque con sus decisiones arriesgan capital de trabajo concreto y tangible (pensemos en las empresas cuyo valor patrimonial destruyeron las políticas del macrismo), y los que adscriben a la lógica de la valorización financiera para la fuga de capitales.Esto ha sido muy nítido en los posicionamientos de la cúpula de nuestro empresariado (a parte de la cual AF está convocando al pacto) durante el macrismo, y aun ahora, en el momento de su despedida. Tuit relacionado:  

Esto crea un inconveniente adicional a cualquier ensayo de pacto social: conseguir que las fracciones del capital que se desean comprometer con sus metas venzan la pulsión del comportamiento tradicional de apropiación de excedentes desmesurados y fuga, o sea que dejen de ser solo capitalistas, para convertirse en una auténtica burguesía emprendedora, con sentido social o colectivo, capaz de exceder los límites de sus intereses de clase. Ni más ni menos que ese "unicornio azul" que, con honrosísimas excepciones como Miranda o Gelbard, le ha sido esquivo al peronismo desde sus orígenes. Y el soplo de aire fresco que en ese sentido representan algunas expresiones gremiales-empresarias del mundo de las Pymes (que deben ser convocadas de inmediato) no cambia el peso específico que tienen en la estructura productiva.

Por contraste, en el sindicalismo en cambio, parece haber más conciencia sobre estas cuestiones y de allí que sus dirigentes ensayen estrategias de unidad, y tengan en claro antes que nadie que en el estado en el que recibirá el país el gobierno del "Frente de Todos", no pueden pretender que los trabajadores recuperen rápidamente todo el terreno perdido durante el gobierno de Macri. Sin embargo, eso no significa que deban ser los convidados de piedra en un eventual pacto social, y los únicos que resignen posiciones, ni los que lo hagan en mayor medida: hemos dicho otras veces que sería un contrasentido en términos económicos, y una malversación del sentido del voto popular, en términos políticos; y por allí hay que explicar la resistencia de los sectores "duros" de la CGT a que la unidad de la central decante en una conducción encarnada en los que fueron funcionales al macrismo.

El microclima polítizado suele perder de vista está cuestiones, perdido en las discusiones de la minucia, del poroteo, del rejunte de sectores o la obsesión por determinados "garrochazos" individuales del macrismo en descomposición; que en rigor aportan poco, por no decir nada.Lo mismo vale para los "rescates emotivos" de figuras sueltas que se fueron desgajando del tronco kirchnerista: que vengan o no es secundario, si antes no se articula una coalición social más o menos comprometida con un determinado sendero de desarrollo.

Pierden de vista que en realidad las arquitecturas electorales (como la que concluyó en la formación del FDT y la definición de sus candidaturas) siguen a las coaliciones sociales o las expresan, y no al revés; y cuando esas coaliciones sociales se rompen, más tarde o más temprano las arquitecturas políticas reflejan la ruptura, por más habilidad "rosqueril" que se haya mostrado para construirla. De hecho en el caso del macrismo, la coalición social sobrevivirá al desmadejamiento político de "Cambiemos", con todo lo que eso implica. 

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