lunes, 23 de diciembre de 2019

MÁS VIEJO QUE MEAR EN LOS PORTONES


En tiempos del primer peronismo, la oposición en el Congreso estaba encarnada por el "Grupo de los 44), diputados de la UCR entre los que se destacaban Balbín y Frondizi; que expresaban a los sectores que fueron tomando progresivamente el control del partido tras la derrota de la conducción que llevó a los radicales a la Unión Democrática. Sin cargos en el Congreso pero sí en la mesa partidaria, eran parte de ese sector figuras como Crisólogo Larralde (candidato a vicepresidente en 1954) o Moisés Lebenshon.

Todos ellos suscriptores de la Declaración de Avellaneda de 1945, que expresaba un programa político de avanzada para la UCR en tiempos del 17 de octubre, Braden o Perón y la llegada del peronismo al poder en 1946. Una vez en el Congreso, eran los encargados de "correr por izquierda" a Perón y su gobierno, enrostrándoles supuestas contradicciones con su propio programa para oponerse a cada medida que el gobierno peronista impulsaba.

Así por ejemplo al gobierno que sancionó la Constitución de 1949 que nacionalizaba los recursos naturales estratégicos le cuestionaban el contrato petrolero con la California, y Frondizi escribió su famoso libro "Petróleo y Política". Todos sabemos lo que pasó después con Frondizi, el petróleo y la política; una vez caído Perón.

Una caída para la que todos los radicales (los ultra reaccionarios y los "progres") colaboraron activamente, desde el propio Frondizi o Balbín, el mismo Larralde (autor del atentado con bombas en Plaza de Mayo el 15 de abril de 1953 junto con Roque Carranza) o Zabala Ortíz, que el 16 de junio de 1955 se subió a uno de los aviones que bombardeó la plaza, para ser años después canciller del gobierno de Illía.

A que vamos con esto: a que siendo opositores, corrían al peronismo con el argumento de la impostura ("ustedes dicen una cosa, y hacen otra, porque no creen en lo que dicen"), cuando los impostores eran ellos: discursos muy floridos y "progres" en el Congreso, nudillos gastados de golpear la puerta de los cuarteles afuera.

Durante los gobiernos kirchneristas de 2003 a 2015 el recurso de "pegarle por izquierda" al peronismo se repitió, en cada una de las discusiones y votaciones más álgidas del Congreso en esos tiempos: las retenciones móviles, la ley de medios, la lucha con los fondos buitres, el pago al FMI, la reforma al Banco Central, la disolución de las AFJP y así.

En todos los casos, a la hora de los bifes (es decir, cuando se vota), siempre votaban en contra, alineados con los intereses de los sectores que eran afectados en sus privilegios con las medidas. Pero eso sí: jamás se privaron de los discursos "progres", y del discurso de la impostura; que -como decía Perón- es un recurso dialéctico más viejo que mear en los portones.

Y ahora se repitió en la discusión de la ley de emergencia: los mismos que hace solo dos años le metieron la mano en los bolsillos a los palazos a los jubilados (y que en su momento votaron en contra la ley de movilidad de Cristina, reclamando el 82 % móvil), ahora están muy preocupados por defenderles el sueldo supuestamente amenazado por el ajuste que propone Alberto Fernández. 

O los que se pasaron cuatro años dándole todo tipo de beneficios y nichos de negocios a la banca y el sistema financiero, se quejan -como Luciano Laspina, del PRO- de que eliminó "el gravamen a la renta financiera". Eso sí: ninguno de ellos pidió que se gravaran las ganancias extraordinarias de los bancos durante el macrismo, por la desregulación financiera y el festival de bonos del Banco Central, porque no se puede mentar la soga en casa del ahorcado.   

Nunca van a encontrar a uno de éstos que digan de frente que sus reparos con los proyectos que impulsa el peronismo cuando gobierna no son por sus errores u omisiones, sino por sus virtudes: como el tero que en un lado pega el grito y en el otro tiene los huevos, hablan de los jubilados pero en realidad les preocupan los sectores del campo privilegiado que deberán pagar más retenciones, las privatizadas que verán congeladas sus tarifas, los que entraron al blanqueo que deberán pagar más Bienes Personales, o los que compran dólares para fugar o viajan al exterior, que deberán pagar un recargo del 30 %.

Cuestión aparte es la de la izquierda, que terminó del brazo con ellos, votando en contra de un proyecto que hace todo eso: ahí el problema no es de mear en los portones, sino de masturbación. Como dice la amiga Cerruti (a la que tantas veces hemos criticado, pero acá tiene razón), no nos comamos la curva. 

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