Una de las claves del éxito electoral del macrismo en 2015 fue martillar (con la inestimable colaboración de los medios) sobre la presunta "corrupción K": "se robaron un PBI" (otra eficaz creación del dispositivo opositor al kirchnerismo) era la cantinela más repetida por muchos de los que terminarían votando a Macri entonces.
Se puede discutir cuanto hay de real en la convicción de alguien cuando, diciéndose preocupado por la honestidad, vota a Macri, pero esos eran los términos públicos del debate. Un análisis más profundo permite matizar la contundencia del argumento, y uno tiende a pensar que en realidad pesaron más otras razones: el antiperonismo, las dificultades económicas coyunturales, el impuesto a las Ganancias, es decir razones más concretas.
Como fuere, probada la eficacia electoral del argumento de la corrupción, el macrismo ya en el gobierno se lanzó a la persecución de su principal oposición política (es decir, el kirchnerismo y más precidamente Cristina), con el sambenito de una presunta campaña moralizadora; y una estrategia que no reparó en ningún tipo de berretadas jurídicas y violaciones de las garantías constitucionales para llevarse a cabo.
Y en ese plan, el caso testigo (por el que incluso Cristina llegó al juicio oral) fue el de "la corrupción en la obra pública", que refería a las obras viales en Santa Cruz, adjudicadas a las empresas de Lázaro Báez. Ahí estuvieron presentes todos los condimentos del culebrón periodístico, y el "law fare" judicial: arrepentidos, "testigos protegidos", peritos y pericias truchas o fallidas, auditorías truncas o que no arrojaban las conclusiones que el macrismo esperaba, retroexcavadoras perforando la Patagonia en busca del tesoro perdido, doctrina Irurzun para repartir preventivas, etc. Antes incluso que la causa "de los cuadernos".
Lo que no hubo en cambio, en todo el proceso de "la causa de la corrupción en la obra pública", fueron juicios truchos por millones de dólares instaurados en el CIADI hechos al solo efecto de generar arreglos ruinosos para el Estado y pagaderos en dólares, o groseros y evidentes "conflictos de intereses" con gente de los dos lados del mostrador (el del Estado y el de las empresas contratistas) que se beneficiaba más groseramente aun de esa doble condición.
Tampoco hubo un desembarco masivo de ex empleados de Lázaro Báez o de sus empresas en la repartición estatal (en éste caso Vialidad Nacional) ante la cual ese empresario y esas empresas tenían contratos por ejecutar, y en medio de ese desembarco esos empleados pasaban del otro lado del mostrador a dictaminar y determinar que su ex/actual patrón tenía razón en algún reclamo.
Menos que menos Cristina, Néstor o alguien de su familia estaban directamente involucrados, de un modo fácilmente comprobable con solo cotejar los registros de las sociedades, en empresas que fueran contratistas del Estado, y que obtenían de esa condición pingües beneficios, en condiciones sospechosas, cuestionables, ilegales o lisa y llanamente delictivas.
Todo eso, que no pasó con Néstor o Cristina, con la obra pública en Santa Cruz o con Lázaro Báez (porque si hubiera pasado ya lo hubieran encontrado, y eso que revisaron cielo y tierra) pasó con Macri, el grupo SOCMA (el hólding familiar), sus empleados (como Bernardo Saravia Frías, que pasó de abogado de la empresa del clan, a Procurador del Tesoro de la Nación para tutelar sus intereses, desde el Estado) y el negociado por las autopistas de acceso a la Capital, y los peajes; que vienen explotando desde los tiempos del menemismo.
Y sin embargo para mucha gente Cristina, Máximo, Néstor o Lázaro Báez no solo son corruptos sino el epítome mismo de la corrupción, mientras Macri es un tipo honesto "porque como es rico no necesita robar", y más que eso: es alguien que se propuso en serio combatir la corrupción.
Lo cual nos lleva a concluir que en la Argentina la corrupción -tema importante si los hay, aunque ni de cerca el único o el más importante- más que un tema de juicios, pruebas, documentos o sentencias, es una cuestión de percepciones, parte "olfativas" y parte "artículo de fe".
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