"Un mundo sin periodistas" se llamó un libro que escribió hace muchos años Horacio Verbitsky, hablando de los nexos del menemismo con los medios y con la prensa. Justo por entonces cierto periodismo (de "investigación", con ideas "progresistas") se erigía como la única "oposición real" al menemato; en tiempos de crisis de la política, y despliegue de la ilusión primer mundista. Por entonces, hasta Mariano Grondona parecía progresista, e invitaba a Verbitsky a sus programas.
Desde entonces, pasaron cosas: la burbuja de la convertibilidad estalló, sobrevino el "que se vayan todos", y el kirchnerismo fue la salida inesperada de la crisis como debía ser: desde la política. En espejo, el macrismo fue el otro emergente de la crisis, recogiendo los pedazos del costado derecho del tablero político que volaron por los aires en el estallido. Y allí estamos, trazos más, trazos menos, desde entonces.
Sin embargo, buena parte del periodismo argentino, de los dos lados de lo que por pereza intelectual se ha dado en llamar "grieta", y con ellos sus respectivas audiencias (mayormente cautivas y replicantes) siguen cómodamente instalados en el rol de guía y referentes políticos de la sociedad, a la que se creen en el deber de orientar con su palabra. En algunos casos por obvios motivos crematísticos: la audiencia genera auspiciantes, pauta, negocios en definitiva.
No se trata de desconocer el rol que juegan los medios de comunicación en la moderna sociedad de masas, sino de apuntar que, cuando un comunicador o varios ocupan el rol que deben ocupar los líderes políticos, hay algo que falla; porque las responsabilidades son diferentes (muchos periodistas se consideran exentos incluso de las que hacen estrictamente al ejercicio de su profesión), y sobre todo, porque las soluciones que pueden proveer son también distintas.
No se conoce el caso de ningún país que haya superado una crisis económica y política solo con informes del periodismo de investigación, o cuya sociedad se haya organizado para vivir mejor exclusivamente en base a las columnas de opinión de nadie. Siempre fue necesario (y lo seguirá siendo) que aparezca la política, y que cumpla cabalmente su rol de representar los intereses y los deseos de los diferentes sectores de una sociedad.
De hecho, pretender colocar en ese rol al periodismo es parte de una estrategia del poder económico (del cual los grandes medios son parte, y parte esencial) para conducir energías sociales a las vías muertas de la indignación paralizante, la queja catártica y la impotencia para organizar estructuras políticas superadoras de las crisis. El triste espectáculo de los sectores sociales que se movilizan en estos días contra el gobierno da cuenta cabal de ello.
A fuerza de insistir en esa táctica, el periodismo y los periodistas (en tanto a su vez instrumentos de los medios) se han convertido en parte central de nuestras disputas y debates políticos, en desmedro de nuestra calidad democrática: el aporte real que el periodismo hace a esos fines, está a años luz del que creen que hacen, de uno y otro lado de "la grieta". Más cuando el presunto debate se reduce a disputas de peluquería entre ellos, por problemas de cartel, revoleándose esqueletos de los placares.
Porque en el narcicismo periodístico de creerse el ombligo del mundo, no hay demasiadas distinciones entre Verbistky, Navarro, Sylvestre o Víctor Hugo por un lado, y Baby Echecopar, Feinmann, Lanata o Majul por el otro. Los tipos creen en serio que, además de mostrarte la realidad, te la tienen que explicar y editorializar, y decirte como la tenés que interpretar y entender, y obrar en consecuencia.
Y han creado en mucha gente la necesidad de que eso sea así: gente que frente a cualquier tema que se plantea te dice "No saquemos conclusiones apresuradas, esperemos a que salga la nota del "Perro" Verbitsky en "El cohete a la luna""; o cosas por el estilo. No se trata, entonces, de construir "un mundo sin periodistas" (idea que romantiza bastante el rol del "periodista incómodo para el poder" que tantos usfructuaron por años), sino uno donde los periodistas cumplan el rol para el que se supone que el periodismo fue creado: informar.
Del resto se tiene que ocupar la política, y si no lo hace, nadie lo hará por ella. Claro que esa es la idea, digamos: que en definitivas no lo haga nadie, y entonces el poder real puede seguir tranquilo con sus negocios.
Y han creado en mucha gente la necesidad de que eso sea así: gente que frente a cualquier tema que se plantea te dice "No saquemos conclusiones apresuradas, esperemos a que salga la nota del "Perro" Verbitsky en "El cohete a la luna""; o cosas por el estilo. No se trata, entonces, de construir "un mundo sin periodistas" (idea que romantiza bastante el rol del "periodista incómodo para el poder" que tantos usfructuaron por años), sino uno donde los periodistas cumplan el rol para el que se supone que el periodismo fue creado: informar.
Del resto se tiene que ocupar la política, y si no lo hace, nadie lo hará por ella. Claro que esa es la idea, digamos: que en definitivas no lo haga nadie, y entonces el poder real puede seguir tranquilo con sus negocios.
Es que ha llegado, por fin, el tiempo en que el periodista llega antes que la noticia
ResponderEliminarCoincido totalmente. Es la política, pero también somos las personas de a pie las que debemos buscar solución a los dilemas, asociándonos.
ResponderEliminarNo participo de ese frenesí diario por leer o escuchar las reiteraciones de los periodistas (de los afines, incluso). Porque son tautologías. Y ya sobrellevo las mías como para cargarme con las de otros.
Hoy me repostearon el artículo de Zaiat (hay gente amiga muy fervorosa que cree que me falta fe y me apuntan a todos sus tweeteros tautológicos). Pues nada nuevo bajo el sol de Zaiat, por cierto. Después de decir que no hay sujetos económicos de fuste que acompañen un proyecto de desarrollo nacional, y para no desmoralizar, rescata esos viejos y entrañables clichés de siempre: a) hay que acercarse a las pymes (son decenas de miles, están hiper ideologizadas mal y se las malformó desde el 83 a la fecha); hay que apoyarse en las empresas recuperadas (no son numéricamente representativas); hay que apostar al cooperativismo (que al Estado del 83 en adelante mucho no le importó), olvidando que para formar cooperativistas hay que hacer incesante y extensa docencia barrial y esto no pasa en un día...máxime si los referentes políticos, realmente, no creen en el cooperativismo (los besamanos que hacen al gran capital dan cuenta de ello).
Falta creatividad política y social, es lamentable decirlo, pero falta.