Y sí
— La Corriente K (@lacorrientek) October 31, 2020
Cuál es la idea comunicacional de estas cosas? Habrán oído hablar de las audiencias cautivas o replicantes?
— La Corriente K (@lacorrientek) October 31, 2020
Desde 2008 por lo menos que los medios hegemónicos son la oposición real en la Argentina cuando gobierna el peronismo: son los que marcan la agenda, estructuran el discurso, señalan los "blancos" y definen las prioridades de la acción política del campo "no peronista" de la política nacional. Lo que por supuesto a la extraviada izquierda.
Como expresiones de lo más concentrado del poder económico que son, arrinconan a la política, la condicionan y le imponen su propia lógica. Tanto es así que han "creado" figuras que sin ellos no podrían simplemente existir, como Carrió. Y desde que Cristina sorprendió el año pasado con el anuncio de su corrida de escena para que el candidato fuera Alberto, parecen no terminar de entender los alcances de la movida, y hasta que punto les demanda cambiar de estrategia; por eso siguen con la misma, como si estuviéramos en el 2013.
Apuestan como objetivo a la división del peronismo y del "Frente de Todos" y a las diferencias entre Cristina y Alberto, para condicionar además el rumbo del gobierno, una vez que comprobaron el año pasado que no pudieron incidir como querían en el resultado de las elecciones; y mientras tanto -como hicieron con su protagonismo en el armado de la Alianza en los 90'- sondean la construcción de la alternativa opositora, con lo que tienen a mano: están sopesando si terminar de soltarle la mano a Macri (cosa que en Clarín parecen tener definida, no así en La Nación incluso porque es posible que el Capitán Reposera sea accionista) y reemplazarlo por Larreta, o si el hijo de Franco aun tiene potencial aprovechable a los mismos fines.
El problema es que, salvo que haya cosas que uno no vea, el registro comunicacional, el lenguaje, el mensaje y los emisores son de un antiperonismo cerrado de nicho, que puede ayudar a consolidar las creencias del núcleo duro del voto opositor, pero que tiene incapacidad de seducir más allá de él. Quizás la idea sea que el malestar generado por la pandemia y la prolongación de la crisis económica le de a ese discurso, a esas plataformas y a esos emisores, la potencia de llegar a una audiencia "no cautiva" de la que por sí mismos carecen.
Siguen anclados en el 2013, con los mismos temas, obsesionados con Cristina, repicando todo el tiempo sobre la base de un puñado de certezas para ellos inconmovibles, más como si quisieran convencerse a sí mismos y a su audiencia de que son ciertas, que si intentaran que permeen en otros públicos. Como señaló con agudeza Cristina en su carta, como si siguiera gobernando ella y no Alberto; que incluso creyó -erróneamente- que lo iban a tratar distinto, por ser distinto a ella.
Pero hasta acá ellos, y una estrategia de destrucción política sistemática, que como bien señala Cristina cada vez que puede, va más allá de influir en las audiencias o las preferencias electorales: es de naturaleza destituyente, y disputa poder. La cuestión es que estrategia se les opone de nuestro lado, que no sea simplemente dejarlos hacer, confiando en que la que ellos han elegido es equivocada y terminará cansando, o girando en el vacío.
Y eso no supone renegar de la idea de que los problemas de un gobierno (y el de Alberto está lejos de ser la excepción) son de comunicación, y no de gestión: para comunicar bien, primero tiene que haber algo concreto que comunicar.
Lo que señalaba Cristina en su carta, entre otras cosas, es que en otro tiempo, con otra impronta del ejercicio del rol presidencial, con otra orientación del gobierno y en otro contexto, el complejo de medios hegemónico en tanto dispositivo de construcción de sentido del poder real, funcionaba exactamente igual que hoy: la idea de que cambiaran porque el presidente sea Alberto y no ella es otra premisa que, junto a la "salida exportadora" o la existencia de bolsones de "oposición razonable" con los que explorar acuerdos, debería revisar el gobierno, para ir sobre terreno más firme.
Además de las deficiencias de la comunicación oficial que no son pocas (anuncios que no se concretan, funcionarios que comentan la realidad como si no tuvieran responsabilidad en tratar de transformarla, el papel de mediocre a lamentable del sistema de medios públicos), las bocas de fuego mediáticas que disparan munición gruesa contra el gobierno, el presidente, los funcionarios o Cristina todo los días, todo el día, lo hacen con proyectiles provistos por el propio gobierno: pauta publicitaria oficial, archivo de la ley de medios, persistencia de la fusión entre Cablevisión y Telecom.
Al igual que cuando se discutió precisamente la ley de medios, si no se comprende cabalmente que esas cuestiones no tienen tanto que ver con una abstracta e inasible "libertad" de expresión, con negocios bien concretos y con una disputa por el poder, se está cometiendo un grave error, que podría costar muy caro. Aunque ellos sigan todo el tiempo hablándole al espejo, y predicando a los convencidos.
Y DESPUÉS SE QUEJABAN DE 678 QUE AL MENOS INVITABAN OPOSITORES.
ResponderEliminarNo les hablan solo a los convencidos recalcitrantes. Les hablan sobre todo a los otros,a los vacilantes que cayeron en sus redes en 2015, cuatro años de debacle macrista después volvieron a votar peronismo y, si seguimos a este tranco, no me cabe duda que retornarán al redil magnettista a la primera de cambio. Solo con rescatar a esos, el 2021 les sonreirá.
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