domingo, 29 de noviembre de 2020

¿PA' ETO' TUDIARON UTEDE'?

 


Que cosa con los "intelectuales" che. Que cosa con esa gente que se cree "intelectual", o a la que alguna vez, alguien, no se sabe quien, los diplomó de tales, les colgó el cartelito y van por la vida con él pontificando desde un púlpito imaginario sobre todo: gustos, estéticas, pasiones, preferencias políticas, costumbres sociales.

Es gente que -vaya uno a saber por qué- cree que su opinión es importante, pedida, deseada. Que estamos todos conteniendo la respiración hasta que ellos se pronuncien como la esfinge del mito, para poder seguir con nuestras vidas con una luz que nos guíe. Unos pelotudes importantes, digamos. Y ni siquiera eso.

Sebrelli, Sarlo, y tantos otros han medrado por años con esa cáscara de supuesta profundidad que es una pose, porque si se los rasca un poco, adentro no hay mucho, tirando a nada. Y se especializan en la disección de lo popular, un mundo, una dimensión, que les es claramente ajeno: podrían intentar con más éxito comprender como sería la vida en otros planetas, que captar en su esencia (que es simple, solo es cuestión de sacarse las anteojeras) el hecho popular masivo; sea en política, en fútbol o en el arte.

Porque como decía Jauretche -que los describió muy bien, incluso a algunos sin haberlos conocido- su problema es que se manejan con un esquema mental en el que han decretado a priori la denigración de todo lo que sea popular por esa sola condición, como propio de personas culturalmente inferiores, incapacitadas para el pensamiento complejo o para captar las múltiples aristas de la realidad; cosas solo asequibles a espíritus superiores como ellos.

Poco les importa si, puestos a opinar de cualquier tema, jamás aciertan una: dentro de la superestructura que los ha creado y a cuyos propósitos sirven, se les perdona todo, porque se los necesita. Son los profetas del desánimo, los heraldos del pesimismo, los voceros del fracaso nacional perpetuo e ilevantable.

Esa es la misión que les toca cumplir, y a ella se dedican con mayor pasión que talento, desde siempre. 

Se sienten condenados al exilio en un país "real" al que odian, añorando otro, ideal, de hace un tiempo, indefinido, que se fue y no vuelve más. Y se enorgullecen de no dejarse zambullir nunca en lo popular: que otros lloren por Evita o Maradona, ellos están para explicarnos que están mal llorados porque son ídolos de barro, con muchos planos oscuros y contradicciones. 

Precisamente así como Eva solía decir que ella nunca se dejó sacar el barro que arrastró de la calle, ellos parecen estar atentos a que esa barro ni siquiera los roce nunca, para no contaminarse. Salgan al sol, salames, a ver si se les orea un poco el cerebro. Y por qué no los calzones.

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