martes, 24 de noviembre de 2020

PERIODISMO FUNCIONAL

 


Desde los lejanos tiempos del menemismo para acá, debe haber pocos periodistas más funcionales a los intereses del poder real que Jorge Lanata. Ya por entonces, cuando soñaba con ser nuestro Bob Woodward ensamblado en La Salada adquirió todo un arte para dotar de cierta seriedad la irrelevancia de su discurso político, simplón, pavote y plagado de lugares comunes de la antipolítica.

Mientras el país era desguazado por un modelo brutal de exclusión social y saqueo del patrimonio nacional, Lanata adquirió experticia en conducir a parte de la audiencia "progre" a la vía muerta de la indignación moralista, poniendo el foco en la corrupción o las declaraciones juradas de los funcionarios.

Siempre amenazando con desatar el escándalo que conmovería los fundamentos del régimen (en tiempos que estábamos tan escasos de recambio político, que tras Menem llegó De La Rúa), para después terminar poniendo el foco en algún ignoto concejal del conurbano que amontonaba colchones en un galpón para los tiempos de elecciones, o en la declaración jurada de Barrionuevo -con el que luego serían grandes amigos-, mientras el futuro del país era hipotecado por décadas.

Y el cuadro no cambia porque alguna vez haya cometido la osadía de escribir libros de historia plagiando (mal) a otros, o firmara un documental sobre la deuda externa: siempre pensó -e intentó denodadamente que los demás pensaran- que la política es una mierda, que todos los políticos son iguales y que lo único que les interesa es la guita, sin tener la honestidad de admitir que, al menos en eso, tenía con ellos un fuerte rasgo en común.

Cuando comprendió que su público no era tan numeroso ni tan idiota como para financiarle sus aventuras empresariales y su holgado estilo de vida, dejó de lado todo escrúpulo -si es que alguna vez lo tuvo- y aceptó vivir de la billetera de Magnetto, como antes lo había hecho con la de Gorriarán Merlo. El kirchnerismo -como a tantos- lo "desangeló" y no fueron pocos los que se sorprendieron entonces descubriendo que debajo de la cáscara de piola, no había mucho más que un busca.

Acomodado en los medios del grupo más importantes de la Argentina(del que hasta el día anterior de aterrizar hablaba pestes), aceptó cumplir su papel en la demolición del kirchnerismo, y se jactó de haber contribuido a su derrota, y al triunfo de Macri. Durante los cuatro años de estropicio macrista, eligió dejar de lado el periodismo político de actualidad (que suponía hablar del gobierno al que ayudó a llegar al poder y su desastrosa gestión), para hacer revisionismo...del kirchnerismo.

Otra vez, como en los 90' o como cuando, en pleno 2001, fogoneaba el "que se vayan todos" y se entusiasmaba -como los troscos, con los que comparte más cosas de las que ambos están dispuestos a admitir en público- con las asambleas populares de las plazas porteñas, otra Lanata acudía en auxilio de los más poderosos, hablando de Cristina y la corrupción K, para no hablar de Macri y como su gobierno hacía mierda el país, concienzudamente.

Hoy, como tantos, fingen demencia y actúan como si esos cuatro años no hubieran pasado, la gente no hubiera votado como votó y no estuviéramos en medio de una pandemia; y desde su triste presente en el que pierde en el ráting -la medida de valor con la aceptaba ser juzgado, parafraseando a Macri y la pobreza- contra huevos crudos y bifes quemados, otra vez intenta levantar la mano y dar el presente, para lo que le gusten mandar. 

Por ejemplo para oponerse a un impuesto que él no deberá  pagar pero sus patrones sí, con argumentos propios de un monólogo de Enrique Pinti en "Salsa criolla". Es funcional así no ya el descrédito de la iniciativa o del gobierno que la impulsa, sino de la política en su conjunto: el mejor modo de disimular que la última apuesta política de Lanata y sus empleadores terminó en desastre, es generar una anomia anti-política, donde "son todos lo mismo".

Cosa que no es casual: en esas situaciones de excepcionalidad en las que se instala la idea de que la política es una gran farsa incapaz de dar respuestas a las demandas sociales, es donde los mandantes de Lanata (los que lo sostienen allí pese a los pobres números de audiencia) suelen obtener sus mayores beneficios. Tuits relacionados: 

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