AHORA: Murió Carlos Saúl Menem https://t.co/VZPybubZ6X
— Clarín (@clarincom) February 14, 2021
En términos estrictamente políticos, Carlos Menem murió en el 2003, cuando a los blasones de su oprobiosa gestión le sumó la deserción anti democrática al balotaje en el que debía competir con Néstor Kirchner, con el indisimulado propósito de ahorrarse una derrota catastrófica, y condicionar la legitimidad del nuevo gobierno, al mismo tiempo.
De allí para acá, su gravitación e influencia en la escena política nacional fue un declive pronunciado hasta el ocaso, sin que lo sobreviviera una corriente política que se asumiera como "menemista", no al menos explícitamente: la reivindicación abierta de su gobierno y su figura quedó para ex funcionarios y personajes marginales como Asís o el "Tata" Yofre.
Y sin embargo el legado de las políticas que se instauraron en su gobierno nos acompaña hasta hoy, y goza de buena salud, salvo algunas excepciones. En ese sentido, Menem vive en cada puerto privado que no se recupera para el uso público, en cada servicio público privatizado entonces y que sigue siendo prestado hoy en pésimas condiciones y con reclamos permanentes de dolarizar las tarifas, en el nuevo intento de privatizar la hidrovía, en esa excrecencia antidemocrática que es Comodoro Py y buena parte de la justicia federal, en cada demanda de una multinacional depredadora ante el tribunal del CIADI basada en un tratado bilateral de inversión de los tantos firmados durante su gobierno. Vive en la Constitución que nos rige, fruto de su pacto espurio con un radicalismo claudicante y menesteroso de cargos públicos.
Su herencia pervive también en la política, porque en su tiempo se instauró la cultura de los operadores sin pueblo, votos ni militantes, los cultores del pragmatismo vacío de ideas que pueden servir gustosos a una causa hoy, y exactamente a la contraria mañana. Menem vive en los que entienden la política como un simple vehículo para los logros personales, o para hacer lo que el poder real reclama, y perdurar sin problemas en el usufructo de los privilegios que la función pública apareja.
Menem es -aun sin su presencia física- un recuerdo incómodo para el peronismo, porque le trae a la memoria que estará siempre a la mano la tentación de perpetuarse en el poder a condición de transformarse en su exacto opuesto, traicionando así su razón de ser política, y su justificación histórica. Y que pudo hacerlo en nombre de Perón, y sin abandonar la liturgia partidaria, y sin apelar al aparato represivo de la dictadura, para profundizar sus políticas.
Un recuerdo incómodo que tiene dolorosa actualidad, cada vez que se bajan banderas en nombre del pragmatismo, o se justifican deserciones en luchas necesarias, porque "no da la correlación de fuerzas". Así como Menem fue la comprobación histórica del temor de Evita a la "oligarquía de adentro que anida en el corazón de cada peronista", hay que recordarles a los pragmáticos teorizadores del posibilismo resignado, que ella decía que el peronismo sería revolucionario, o no sería nada. Y por nada, agregamos nosotros, queremos decir que no sería peronismo.
Menem también es un recordatorio doloroso para los "progresismos" varios sobre su propia impotencia política para vertebrar -en sus tiempos y después- alternativas no solo competitivas en términos electorales, sino con potencialidad transformadora. Pensemos que el desastre de la Alianza -si se lo mira en perspectiva histórica- estaba prefigurado desde su inicio; cuando se comprometió sostener la convertibilidad haciendo un "menemismo sin corrupción", lo cual no era más que la lógica consecuencia de la modalidad con la esos "progresismos" se habían opuesto al menemismo: desde el púlpito del reproche ético a la corrupción, pero sin cuestionar a fondo el modelo económico y social que ejecutaba.
De ambas cosas -del peronismo claudicante y del progresismo impotente- nos recató el kirchnerismo con los gobiernos de Néstor y Cristina, y con sus luces y con sus sombras: Con muchos temas pendientes, fue el único que se animó a avanzar sobre la herencia estructural del menemismo: la disolución de las AFJP, la ley de educación que reemplazó a la Ley Federal, la recuperación de YPF y Aerolíneas, el impulso a la ciencia y la tecnología, la política de derechos humanos o la depuración de la Corte Suprema, entre otras cosas.
Tomemos nota de que hoy, a más de 20 años de terminado el gobierno de Menem, es por esas cosas que se lo persigue y estigmatiza; lo cual demuestra que el riojano fue lo que fue no por ideas propias, sino por su decisión de llevar adelante las ideas de otros, para proteger sus intereses y privilegios. Intereses y privilegios que son los que hoy y más allá de Menem, seguirán presionando a éste gobierno y a todos los que lo sucedan, para que gobiernen a su favor.
Menem tendrá seguramente y salvo opinión en contrario de su familia, los funerales de Estado que corresponden a un ex presidente democrático, porque aunque duela recordarlo, lo eligieron por amplios márgenes y no una vez, sino dos. No fue el resultado de un golpe de Estado, ni de una conspiración palaciega: lo votó una sociedad que primero fue domesticada por la hiperinflación para aceptar el tratamiento de shock que él mismo -con sadismo inigualable- llamó "cirugía mayor sin anestesia"; pero que luego refrendó por amplia mayoría las amputaciones en el cuerpo social y en el patrimonio público, seducida por la ilusión del sueño primermundista.
Pero no nos vayamos tan lejos: en las elecciones del 2019 y tras otra experiencia neoliberal con resultados desastrosos pero no imprevisibles, más del 40 % de los argentinos eligieron en las urnas el mismo cuerpo de ideas que presidió la década menemista, lo sepan o no: economía abierta, desregulación del flujo de capitales y valorización financiera con endeudamiento, precarización laboral y contracción de los salarios, predominio de las leyes del mercado sobre las regulaciones públicas, seguidismo obsecuente en política exterior.
Otra vez: Menem no fue un accidente, sino un emergente que canalizó por la vía más inesperada -el peronismo- el viejo proyecto de la Argentina oligárquica, que goza de algún grado de consenso social. Todo lo cual no lo exculpa por su responsabilidad histórica, sino que lo contextualiza: ojalá fuera tan sencillo de eliminar esas ideas y ese modelo con su simple desaparición física. Pero bien sabemos que no es así. Tuits relacionados:
Claro que fue magnánimo. Los nombró jueces a todos para que no lo alcanzaran nunca. https://t.co/thlXeodpn9
— La Corriente K (@lacorrientek) February 14, 2021
Ojo con lo que escriben que le deben Canal 13, Radio Mitre y TN. https://t.co/ZnTDfwTwQw
— La Corriente K (@lacorrientek) February 14, 2021
Ahí está, @di__tir , más cantado que la marcha. https://t.co/LEfa1Ot3YS
— La Corriente K (@lacorrientek) February 14, 2021
Lo reivindicaron post mortem a De La Rúa, mirá si no van a hacer lo mismo con Menem.
— La Corriente K (@lacorrientek) February 14, 2021
Menem estaba muerto desde el 2003. Hoy le dieron el certificado de defunción.
— La Corriente K (@lacorrientek) February 14, 2021
Menem murió. Pero nos quedan Eurnekián manejando los aeropuertos hasta el 2038, las privatizaciones que no revertimos y el intento de volver a privatizar la hidrovía. O sea, vive en la memoria de su pueblo (?)
— La Corriente K (@lacorrientek) February 14, 2021
Eurnekián manejando los aeropuertos hasta el 2038, empresa donde "trabaja" Milei
ResponderEliminarla reivindicación abierta de su gobierno y su figura quedó para ex funcionarios y personajes marginales como Asís o el "Tata" Yofre.
ResponderEliminarse ha olvidado del cro mau
que admiraba a menem -cavallo y a frondizi, los presidentes olvidables para el pueblo e inolvidables para los garcas
o sea, dime quien te admira y veremos quien eres, digo
Claro que lo admiraba. Pero bien que se cuidaba de decirlo.
ResponderEliminarAnda saber que decretos está sacando Alberso mientras los diarios lloran la muerte del turco.
ResponderEliminarMenem al igual que De la Rúa fueron instrumentos del poder. El verdadero gobierno lo ejerció Cavallo, como apoderado de la oligarquía.