Quizás no hemos sido suficientemente claros y por eso no se entendió, pero si no resolvemos esto ya nos comen los piojos, y entramos en zona de riesgo electoral: https://t.co/LOxo1L1gBu
— La Corriente K (@lacorrientek) March 20, 2021
No vamos a descubrir el agujero del mate puntualizando la importancia de contener la inflación, y en especial las subas de precios de los alimentos, para tener no ya justicia distributiva, sino tranquilidad social. Tampoco estamos diciendo nada extraño si puntualizamos la importancia política y electoral de hacerlo: entre otras razones, y en nuestra modesta opinión, muy por encima del resto, la gente vota con el bolsillo, y con el estómago.
Estas cuestiones no debieran tener discusión, aun cuando después se admitan sí discusiones sobre las causas de las subas de precios de los alimentos, y las medidas más eficaces para contrarrestarla. A condición, claro, que el debate no se limite exclusivamente a eso, y no se haga nada concreto como resultado. Porque si no se hace nada, la realidad sigue siendo la misma. Por ejemplo los alimentos siguen subiendo de precio.
Puede parecer exagerado que, frente a eso, se diga que el gobierno no está haciendo, básicamente nada. Y no se diga que no porque "está tratando de alinear expectativas inflacionarias a la baja", "trazando un mapa de los aumentos" o sanatas por el estilo; porque aunque no fueran sanata, suenan a tales.
Debe suponerse que son concientes de la importancia del problema -en todas sus dimensiones de importancia, conforme a lo señalado antes-, y de los efectos devastadores de que la comida (bien básico y esencial si los hay) sea cada vez más inaccesible para muchos argentinos. De hecho, este gobierno comenzó su gestión, cuando aun no existía la pandemia, lanzando un plan de lucha contra el hambre.
Podría pensarse que no le encuentran la vuelta al asunto, aunque estén tratando. O por el contrario, que saben lo que hay que hacer (por ejemplo, y entre otras cosas, subir retenciones para desacoplar los precios internos de los internacionales, de los alimentos que exportamos), pero no lo hacen, porque también saben que les traería problemas con sectores poderosos (como el agropecuario y el polo exportador del sector), con los que no tienen la intención de confrontar.
Pero esa decisión -al igual que la de confrontar, con cualquier sector- no está exenta de costos: como consecuencia de haber cedido a las presiones de no aumentar retenciones, hoy el gobierno no tiene plantado un conflicto con el campo privilegiado, pero tiene a cambio subas constantes de precios de los alimentos, que impactan en el bolsillo de la parte gruesa de su base electoral, y si no se corrige la situación a tiempo, empezarán a impactar en su humor electoral. En la vida hay que elegir.
Lo mismo cabe para la aplicación de las leyes de abastecimiento o defensa de la competencia, herramientas legítimas con que cuenta el Estado para hacer frente a las maniobras especulativas o los abusos de posición dominante en el mercado (que vaya si los hay, en especial en la industria alimenticia). Por supuesto que a los empresarios no les gustan porque limitan su tendencia a maximizar ganancias, pero precisamente por esa razón fueron dictadas: para que no se guíe todo por la mano invisible del mercado.
En el gobierno (al menos en su núcleo duro, los que toman las decisiones) parecen no creer en esas herramientas, o al igual que pasa con las retenciones, prefieren apelar al diálogo y la búsqueda de consensos, esperanza que hasta acá se reveló vana, y potencialmente suicida, en términos políticos y electorales.
Los tiempos del Consejo Económico Social y de las reuniones y mesas sectoriales con empresarios son muy distintos que los de la puja distributiva en danza, que se está llevando puesto el poder adquisitivo de los salarios. Y vistas las cosas desde otro ángulo, con alimentos en alza empujando la inflación, no hay recuperación salarial posible, a menos que se apuesta a frenar la inflación con el ancla salarial y la cambiaria, mientras además se aumentan tarifas y combustibles.
Esa receta, además de ser injusta en términos de equidad distributiva, está en las antípodas de lo que el pueblo votó en octubre del 2019: precisamente una receta parecida fue la que eyectó al macrismo del poder.
Y sin recuperación salarial no hay recuperación del consumo, y sin recuperación del consumo no hay recuperación económica posible, sostenida y con inclusión. Por más que se alcancen ciertos "equilibrios macroeconómicos". No debería ser tan difícil de entender, de hecho no lo es. En consecuencia, no debería ser tan difícil decidirse en serio a hacer algo al respecto; vistos los riesgos de no hacerlo.
Quizás -solo quizás, es una conjetura propia, a falta de hechos que autoricen a suponer algo distinto- algunos estrategas electorales del gobierno supongan que tienen un voto "duro" consolidado, que resiste todos los avatares de la coyuntura, sin demandar razones concretas para hacerlo. Núcleo que le permitiría triunfar frente a una oposición fragmentada y radicalizada en posturas "bolsonaristas"; con el solo artilugio de hacer alguna concesión al "voto flotante", como los cambios en Ganancias.
Una estrategia que falló cuantas veces se intentó, incluyendo en el final del kirchnerismo. Porque nunca es conveniente, en términos electorales, tomar la hoja de ruta del adversario, o abandonar la propia; menos cuando ni siquiera existen elementos coyunturales que podrían justificarlo -como pasaba con los propios cambios en Ganancias en tiempos de menor desempleo, mayor consumo y mayor poder adquisitivo de los salarios-; y que hoy, lisa y llanamente, no existen.
A esta altura es una cuestión disyuntiva: inflacion o consumo. Sin embargo, siendo ya imposible cumplir la meta del 29%, lo logico, lo adecuado y lo que mayor confianza generaria es apostar por el consumo, recuperando salarios y conteniendo aumentos de servicios.
ResponderEliminarLa realidad es que en octubre no hay gran riesgo siempre que Massa se mantenga en el FDT; y siendo sus aspiraciones presidenciales (y con todos los indicios de un acuerdo interpartes para ir primero él y luego Maximo), no hay razones para pensar que se va ir ahora.
Podemos asumir que las elecciones van a resultar como habitualmente lo hacen, con el partido oficialista ganando en cada jurisdiccion respectiva, salvo excepciones.
El FDT va ganar (espero), de nuevo, por Cristina. Alberto no suma un voto. Y la boludes olimpica que hizo Massa con el impuesto a las ganancias, capaz no lo daña porque en este pais nadie entiende nada de impuestos.
Disculpen la extensión... ya estamos cansados de Alberto Alfonsin y bancar sueldos de hambre. En 5 cuotas el aporte solidario!
Apuestan al "voto verde" y no precisamente al de los vegetales.
ResponderEliminarSector que viene obteniendo cargos, presupuestos y normativas de media cuantía que les permite satisfacer a sus propias bases.
Anónimo ...
ResponderEliminarLas elecciones de medio término no suelen ser particularmente amables con el partido del poder, en especial el que haya caído en la Realpolik por aplicación del "Teorema de Baglini"