Si desde los partidos políticos no somos capaces de articular un acuerdo mínimo frente a cuestiones estructurales como es el endeudamiento externo y la economía bimonetaria va a ser muy difícil gobernar la Argentina, sino imposible tal vez. pic.twitter.com/in888BWW0j
— Cristina Kirchner (@CFKArgentina) March 24, 2021
No fue casualidad que, en su discurso por el Día de la Memoria, Cristina hiciera hincapié en el problema de la deuda, y en como condiciona nuestro futuro: la deuda -sobre todo externa- ha sido siempre la piedra en el cuello del desarrollo argentino, y el mecanismo elegido por los grupos concentrados del poder económico para fugar capitales, licuar pasivos o transferírserlos al conjunto de la sociedad.
Por supuesto que no fue casual que lo dijera por contraste con el silencio de Macri respecto a la fecha que se conmemoraba, que tiene precisamente su explicación en los favores recibidos por su familia, durante los años de plomo. El negacionismo tiene así además de profundas razones ideológicas, motivos en intereses bien concretos, y se trata de disimular que en realidad el golpe de Estado fue para servir a esos intereses. Aunque el efecto que logre sea el contrario, es decir, develarlo.
El fenómeno de la deuda y sus consecuencias ha sido sobradamente estudiado en el país: como los procesos de endeudamiento se corresponden con la aceleración de la fuga de capitales, como la deuda agrava la restricción externa demandando divisas que son escasas para atender las necesidades del desarrollo, y como ese endeudamiento es además vicios, justamente porque nunca es concebido para financiar ese desarrollo, dejando a cambio de la deuda una infraestructura mejorada, una estructura productiva diversificada, o un modelo económico fortalecido en su capacidad de generar divisas para el repago de esa misma deuda.
Eso es, ni más ni menos, lo que Cristina dijo en síntesis cuando dijo que no hay plata para pagar la deuda (incluidas la que contrajo Macri con el FMI, y la que corresponde a acreedores privados). No la hay en los términos en que fue originariamente contraída (los vencimientos con el Fondo comprometen seriamente a éste gobierno y al próximo), e incluso es dudoso que la haya aun habiendo cerrado una reestructuración con los acreedores privados.
De hecho, en medio del entusiasmo por el rápido cierre del acuerdo con éstos allá al inicio del mandato de Alberto (y de la pandemia), se dijo acá que el primer efecto del acuerdo es agravar la restricción externa, no resolverla: arreglada la deuda hay que pagarla, y para pagarla se necesitan divisas.
No es necesario entonces que Navarro nos explique que Cristina tiene razón en lo que plantea, porque tampoco ella es una iluminada: simplemente tiene lo que hay que tener, para decir lo que otros no se atreven. Y no se trata de repudiar la deuda, ni declararla odioso, ni defoltearla; consecuencia ésta última que, por lo demás, se le puede terminar imponiendo a un país, más allá de su intención de pagar. Porque como dijo Cristina, no se trata de intenciones, sino de posibilidades. Y vaya si la Argentina puede exhibir antecedentes al respecto.
Cristina llamó a la oposición a alcanzar un acuerdo estructural sobre el endeudamiento a futuro, lo que supone compartir una visión respecto a sus efectos perniciosos: hace un tiempo señalábamos acá que el kirchnerismo nunca logró instalar generalizadamente la idea de los beneficios de desendeudarse, en la misma medida que lo hizo efectivamente, cuando le tocó gobernar.
Por eso no hay que confundir ni confundirse respecto a las reales posibilidades de alcanzar un consenso con la oposición en éste punto: así como en tiempos de la Alianza la ley de "intangibilidad de los depósitos" no evitó el "corralito" de Cavallo, la recientemente sancionada ley de "sustentabilidad de la deuda pública", no significa cortar de cuajo la adicción de la Argentina al endeudamiento, por las mismas razones antes expuestas por las que la dictadura nos endeudó generosamente: porque la deuda es un vehículo utilizado por las élites para valorizar financieramente excedentes, y fugarlos.
Y como a su vez la deuda -como se dijo- condiciona el futuro, el desarrollo económico, la distribución del ingreso y compromete las prioridades en la asignación de los recursos del Estado, se vuelve un asunto de primer orden, porque dependiendo de lo que hagamos con ella, es lo que podamos -o no- hacer con los demás problemas graves que tiene el país: la pobreza, la desigualdad en la distribución del ingreso, la inclusión, las demandas de infraestructura.
De allí que quepa preguntarse si el mensaje de Cristina el Día de la Memoria -con Guzmán viniendo de Nueva York luego de reunirse con los fondos inversores a los que se suponía calmados por el acuerdo del año pasado, pero al parecer no es así- no estuvo dirigido también hacia el interior del propio gobierno; ordenando las prioridades. Como por ejemplo si se está discutiendo -y en parte ya se decidió- como se va a pagar la deuda, hay que poner sobre la mesa quienes la tienen que pagar; como se dijo en campaña.
Vean, Alberto no es santo de mi devoción.
ResponderEliminarPero el contexto y el tono de Cristina suenan a advertencia, no hacia adentro, y fuerzan al Fondo a responder (raro para los usos y costumbres internacionales responderle a un Vicepresidente - ...presidentx si prefieren-).
No es mala plataforma para empezar a negociar.
Así como el IMF (en inglés, queda ¿no?)se pasó por arriba (o por atrás) los estatutos con M-cri, va a volver a hacerlo.
Pareciera la carta del policía bueno (Guzmán - Alberto) y el malo (Cris).
con los roles invertidos. El deudor viene a ser el policía.
Pandemia mediante y con el estatuto de monigote están dadas las cartas como no para 10 como dicen los acuerdos de facilidades extendidas, ni 15 como deslizó ayer Alberto. Me parece que vamos a los 20 (algo así había propuesto Guille Moreno) y por extensión dado el valor de los bonos por el piso que anuncian renegociación con los Black Rock y familia, 20 para ellos también.
Y ahora sí, quién de adentro la trae y la pone. Aquí se va a ver si el gobierno reacciona.
O lo cambiamos.