jueves, 18 de marzo de 2021

LOS NÚMEROS SOBRE LA MESA

 


La cúpula de los empresarios argentinos protesta contra los cambios en las escalas y alícuotas del impuesto a las Ganancias que plantea el gobierno, con los que piensa generar los cambios para financiar los cambios que discute el Congreso en la cuarta categoría, es decir en los salarios. No es por cierto ninguna novedad que los empresarios argentinos se quejen de los impuestos.

En éste caso tratan de involucrar en la queja a las Pymes, cuando siendo Ganancias el más progresivo de los impuestos, las que más deberían pagar son las grandes empresas, que son por regla general las que acumulan más ganancias. Incluso algunas de ellas -a diferencia de muchas otras- se vieron favorecidas durante la pandemia, sea por los servicios que proveen (como Mercado Libre o las empresas de telefonía celular), sea porque son formadoras de precios y remarcaron a lo pavote, como las alimentarias.

Si hay que pagar ese impuesto y hay que pagar más, es porque hubo ganancias, de lo contrario se llamaría impuesto a las pérdidas. Para las empresas que cotizan en bolsa, los números de los balances -aún dibujados- son públicos y cualquiera puede acceder a ellos. Y las que no cotizan, también deben confeccionar balances. 

En el caso particular de Ganancias, ese mismo grupo de empresarios y empresas -los más poderosos y concentrados- habían conseguido durante el macrismo el ajuste por inflación de los balances, para pagar menos por concepto del impuesto: el sueño de generar la inflación, aprovecharla para aumentar la rentabilidad, y utilizarla para aducir menores "ganancias reales", y pagar menos impuestos; o la chancha, los veinte y la máquina de hacer chorizos. Recordemos además que cuando hablan de "impuestos distorsivos" al referirse a las retenciones, piden reemplazarlas por Ganancias, que no piensan pagar, o maniobran para pagar menos.

Algún día habrá que discutir la rentabilidad empresaria con datos concretos, es decir los números en la mano, y no con llantos quejumbrosos sobre la excesiva presión impositiva; en lo que por otro lado, la Argentina dista mucho de estar entre los países cuando cobran más impuestos. Con los números en la mano, es más fácil entenderse: por ejemplo logrando que además de los balances, se acceda a información concreta y fidedigna sobre costos, precios de transferencia, rentabilidades de los tramos de las cadenas de valor que se trasladan en cascada a sus eslabones.

O sea todo aquello que se oculta y no se quiere mostrar, ni para discutir en paritarias -cuando lloran para dar menos aumentos de salarios-, ni para pedir créditos o subsidios del Estado, acceder al REPRO o en el marco de los procedimientos preventivos de crisis, aunque sea obligatorio. Si se le pregunta al empresario argentino promedio, siempre gana poco o está perdiendo, pero nunca muestra los números. 

De hecho, cada vez que se intenta reglamentar el artículo 14 Bis de la Constitución en la parte de los derechos de los trabajadores a la "...participación en las ganancias de las empresas, con control de la producción y colaboración en la dirección..." se oponen más por el hecho de no dar acceso a la información de las empresas, que por tener que compartir parte de sus ganancias.

Por eso cuando se les piden datos para -por ejemplo- determinar donde se originan los aumentos de precios, o analizar las estructuras de costos y conocer si los márgenes de rentabilidad son razonables o excesivos, empiezan con las analogías tremendistas, y no los quieren entregar. Excusas nunca faltan: que la inflación es un problema monetario derivado de la emisión para financiar el excesivo gasto público, que esos datos no sirven para nada sin "un plan económico creíble"; que siempre exige rebaja de impuestos, reducción del gasto público y "estímulos a la inversión": o sea permitir aumentar precios sin mayores controles.

Pero lo cierto es que nunca se discute en concreto sobre la rentabilidad empresaria, con los números sobre la mesa, pero eso sí: las estadísticas públicas deben ser transparentes y confiables, aunque por sí mismas no determinen nada en la economía, ni incidan en el nivel de vida o consumos de la población, o en el poder adquisitivo de sus salarios. 

Llorar, ocultar, evadir, remarcar, valorizar, fugar: los verbos favoritos de nuestra esplendente burguesía.  

1 comentario:

  1. Hay que matizar un poco.

    Las escalas "para Pymes" son bajísimas y el ajuste por inflación lo descargás en 6 años en vez de 1 solo. Después, sobre esa ganancia inflada, al mes tenés que pagar un anticipo de 25% (esto último viene de De La Rúa, pero es un factor considerable también).

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