Países limítrofes con altísimos niveles de contagio y sistemas sanitarios colapsados o a punto de estarlo. Reclamos generalizados por el cierre de las fronteras y la cancelación de los vuelos internacionales. Una incipiente recuperación económica amenazada por la pandemia, y la posibilidad de tener que restringir actividades para bajar la circulación. Dudas sobre la continuidad de las clases presenciales.
Por un momento pareciera que alguien apretó el botón de la máquina del tiempo y volvimos exactamente un año atrás, al comienzo de la pandemia. Pero no: seguimos en ella, más o menos en el mismo punto de partida, pero un año después.
Con la luz de esperanza que abrieron las vacunas, que al mismo tiempo son escasas, y tardan en llegar: con suerte esta semana Argentina llegaría a contar con 4 de los 65 millones de dosis que adquirió, y los países más poderosos se resisten a liberar las patentes para incrementar la producción, fabricándolas allí donde se den las condiciones.
El gobierno hoy -como entonces- se debate en la duda y la tensión entre la salud y la economía, y por supuesto está recibiendo desde ya presiones para que no se interrumpan actividades económicas, por razones sanitarias. Hasta acá no pareciera ser necesario, pero si las condiciones empeoran, podría serlo. ¿Qué hará en ese caso Alberto?
Por estas horas y al subir este post, es posible -solo posible- que haya un nuevo DNU disponiendo algunas restricciones para el turismo y los viajes al exterior. Fiel a su estilo, el gobierno sondea las repercusiones de las medidas dejándolas trascender a los medios, para que luego en la práctica lleguen tarde y lavadas, si es que llegan.
Ya pasó con el "toque de queda en todo el país", que terminó en un "decreto de necesidad y sugerencia" para los gobernadores de las provincias, y el Jefe de Gobierno porteño.
Es verdad que un año después contamos con un sistema de salud mejor preparado para afrontar la pandemia y que aun en lo peor de la crisis, no faltaron el país ni camas ni respiradores, ni nadie en grave estado dejó de ser atendido.
Tanto como que la prolongación de la emergencia afectó la resistencia del personal de salud que la enfrenta en la primera línea de batalla, así como que se fueron relajando los controles y los cuidados, y no se advierte que haya crecido la conciencia social de la población como para apelar a su responsabilidad, como principal estrategia para prevenir nuevos contagios.
Los medios, la oposición (que oscilan desde el terraplanismo antivacuna hacia el reclamo de más dosis o aceleración del plan de vacunación, sin ponerse colorados) y hasta el Poder Judicial -que acaba de dictar insólitos fallos para pretender que la provincia con menos casos del país cambie su estrategia sanitaria- son agentes propagadores del virus tanto como la saliva o la tos. Nada indica que eso vaya a cambiar si la situación vuelve a agravarse.
Así las cosas, todo el peso de la responsabilidad parece estar depositado en el gobierno y en su liderazgo, encarnado por Alberto Fernández. No parece haber tiempo para más dudas, anuncios que no se redondean en medidas concretas ni búsquedas de consensos inviables. No hay espacio para arrumacos "al amigo Horacio", o tolerancias inviables con estrategias disociadas del conjunto para enfrentar la amenaza del virus.
Hoy no, pero mañana no sabemos, si el presidente no deberá volver a tomar la decisión de restringir actividades, con efecto económico y social. Y este año, a diferencia del 2020 que ya se fue, es un año electoral; y en la balanza de las elecciones pesarán los avatares de la economía, siempre y cuando un profundo agravamiento de la crisis sanitaria no se lleve todos los titulares.
No es fácil el desafío. Un año atrás escribíamos acá: "No se trata entonces de una tarea "electoral" de seducción o encapsulamiento de sectores sociales que adversan al gobierno, sino de tener que ejercer ciertos niveles de coerción estatal legítima sobre ellos, por razones de bienestar general e interés común; les guste o no, y más allá de como vayan a votar en el futuro. Si alguno cree ver cierta analogía entre esta situación y la de los piqueteros rurales que se auto arrogaron la atribución de ejercer controles de carga, es porque la hay.
Es en ese marco entonces que el episodio coronavirus (además de su gravedad intrínseca en términos de problema de salud pública) supone un desafío para un gobierno que hace un culto de la moderación gestual, al extremo de comprometer su propia autoridad legítima." Un año después. estamos en ese casi exacto mismo punto de partida.
El tema es que de cerrar nuevamente, el pueblo va a exigir una contención económica que el estado no tiene capacidad para darle.
ResponderEliminarLas fronteras si, cierren. Pero si volvemos a fase 1 tendría que ser dispuestos a reprimir en serio.
Es un escenario donde si o si pierde el gobierno.
Y frente a eso, los funcionarios dejan trascender que no habría ayudas tipo IFE o ATP porque hay que cerrar las cuentas, en medio de la negociación con el FMI; o porque la mayor emisión se iría al dólar. Acá no hay escenarios donde gane, el asunto es perder por menos digamos.
ResponderEliminarHoy por hoy hasta empatar es derrota. Y súmale que ya salió un amparo por el aporte solidario.
EliminarEl único camino es retenciones, aumento de salarios, baja de impuestos a pymes, control de costos.
".....el pueblo va a exigir una contención económica que el estado no tiene capacidad para darle".
ResponderEliminarLeliq (Letras de Liquidez) arroja intereses a las arcas de los bancos por unos $ 65.000 millones mensuales. En la época de Federico Sturzenegger en el Banco Central, entre 2016 y 2018, el promedio mensual de desembolsos por vencimiento de intereses de las entonces Lebac era de unos 14.000 millones de pesos.
https://www.tiempoar.com.ar/nota/ni-el-coronavirus-pudo-con-las-ganancias-que-acumulan-los-bancos
No entiendo la cita (?)
EliminarEl Fede manejaba menos leliq porque a la par se fugaba un FMI.
El tema es que ahora las leliq no las pueden hacer desaparecer como magia. Y el Estado no tiene un mango más. A menos que le empiecen a pagar a los congresistas como docentes, ahí reducimos el gasto público sin ajuste al pueblo.
La relación emisión-inflacion es real (más no absoluta). La cuestión está en aumentar la producción acordé a la emisión, esterilizando de esa forma. Si no se hace así, la única opción es esterilizar mediante letras o dejar que el "mercado regule"
Ahí. Pagándole a un diputado como a un maestro se arregla todo. Como no se le ocurrió a nadie antes. Ah, sí: a Cachanosky y Del Caño.
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