No vamos a descubrir la pólvora si señalamos la distancia sideral que media entre Cristina y el resto de la dirigencia política argentina, incluyendo los propios y los extraños. En términos de volumen político, de claridad conceptual, de capacidad de comprensión, de firmeza en las convicciones, de coherencia en una trayectoria política.
Reconocerlo -algo que jamás harán los opositores, y no pocos de los "de este lado" que le siguen bajando el precio a todo cuanto diga o haga- es en punto homenajear respetuosamente a la voluntad popular mayoritaria que, precisamente por esas condiciones, la ungió dos veces presidenta, y otra vicepresidenta que empujó a la fórmula que integraba a una victoria amplia; en los tres casos en primera vuelta.
Es el propio volumen político de Cristina el que determina su absoluta centralidad en la agenda, y ese volumen político se acrecienta en el tiempo por esa centralidad que le reconocen los propios y extraños (más incluso éstos últimos que los primeros); de lo que resulta que Cristina es, más que una persona de carne y hueso o un excepcional cuadro político del que hemos tenido la suerte de ser contemporáneos, un fenómeno político en sí mismo, digno de estudio.
Fenómeno que marca ya casi 15 años de permanencia indiscutida en el centro del escenario, más allá del rol institucional que le toque circunstancialmente cumplir. Como pasó en su momento con Perón o con la misma Evita (con quiénes no hay que tener temor de parangonarla, en éste preciso punto), Cristina provoca pasiones contrapuestas, con la misma intensidad: la aman o la odian, pero nunca les resulta indiferente,
A punto tal que podría decirse que en ella se corporiza la verdadera "grieta" de la que tanto nos hablan, que en términos políticos es la que separa dos modos diametralmente opuestos de hacer política, de los que ella representa cabalmente uno, y al que los otros (la mayoría) quedan adscriptos; porque ella los expone en su miseria, en sus pequeñeces, debilidades y cobardías.
Cristina es la política llamando a las cosas por su nombre, sin lugares comunes, sin eslóganes huecos y vacíos diseñados por algún creativo publicitario para ganar votos, la política como defensa de una idea, como afán obsesivo de representación social, como compromiso militante con la custodia de los intereses generales, en particular los de las grandes mayorías nacionales. Si durante sus gobiernos vivimos mejor, en sus propias palabras, "no fue magia", sino la consecuencia de gestionar el Estado desde esa idea de lo que debe ser la política.
Es desde allí donde Cristina se planta frente a las estructuras del poder "real" que trasciende los formatos electorales y la propia incertidumbre de las urnas (es decir, los grandes medios, el poder económico, la corporación judicial) para decirles en la cara lo que ellos saben perfectamente -porque lo diseñaron en detalle-, pero para que sepan que fueron descubiertos, y ya no podrán seguir mintiendo a todos, todo el tiempo, o posando de lo que no son. Lo que en otros podría sonar a relato conspiranoico, en la palabra precisa y contundente de Cristina cobra verosimilitud, adquiere sentido, ilumina y resignifica porciones sustanciales de nuestro devenir político en los últimos tiempos.
En el alegato Cristina describe con una precisión quirúrgica -que debería ser estudiada en las facultades de derecho- como funciona el "lawfare": sus mecanismos, sus estrategias y, sobre todo, sus propósitos: aleccionar, doblegar, condicionar. Y vaya si lo consiguen, porque la propia decisión de Cristina en 2019 de correrse de la candidatura para prohijar la de Alberto, tuvo que ver con evitar que la campaña electoral transcurriera haciendo foco exclusivamente en su paso por los tribunales, para defenderse de las acusaciones en su contra.
El "lawfare" como estrategia de persecución política con múltiples brazos ejecutores -como bien describió Cristina- contamina climas políticos, define candidaturas, condiciona procesos electorales. Y no lo hace solo por afinidades ideológicas con las expresiones políticas de la derecha, sino también por intereses más concretos, como los de los fondos buitres y la especulación financiera internacional; y quienes en ellos invierten y ganan, a lo largo y a lo ancho del mundo.
Como el Grupo Clarín, que en la persona de Cristina nos enseña como se puede perseguir a alguien hasta la tumba y el ostracismo: habiendo logrado la mutilación de la ley de medios que afectaba sus intereses (y la promesa del actual presidente de no reponerla), o la aprobación de la fusión entre Cablevisión y Telecom que acrecentó su poderío dominante en el mercado de las telecomunicaciones (es decir, habiendo triunfado en el combate, en toda la línea), no ceja en su diatriba contra quien tuvo la osadía de enfrentarlos; porque la idea -como dijo Cristina- es aleccionar al resto, para que ni siquiera considere reincidir en ese camino.
Y el "lawfare" y las persecuciones, como recordó Cristina, también terminaron triunfando sobre la estrategia de defensa férrea de la dignidad nacional que ella siguió en sus gobiernos, frente al embate de los fondos buitres: la resistencia épica que el kirchnerismo llevó adelante en los tribunales de todo el mundo, y los amplios apoyos que la Argentina (la Argentina, no el gobierno de Cristina, o ella a título personal) consiguió en la ONU y otros foros internacionales, se desmoronaro a las pocas semanas de asumido Macri, con un ruinoso acuerdo a libro cerrado (cuyos beneficiarios finales se desconocen aun hoy en detalle); que solo sirvió para iniciar un nuevo ciclo de endeudamiento y postración nacional, del que nos costará décadas salir.
De esa capitulación participó la casi totalidad de la clase política argentina, incluidos oficialismo y oposición, la mayoría de los bloques legislativos de lo que por entonces era el Frente Para La Victoria y todos los gobernadores de las provincias, con la excepción de Alicia Kirchner y Adolfo Rodríguez Saá. Es decir que al inmenso volumen de Cristina lo contrapesó la escasa envergadura de quienes debieron estar a la altura de las circunstancias, y no lo hicieron.
Ojalá que parte del proceso de construcción del "Frente de Todos" sea el debido aprendizaje de esa dura lección, para no volver a repetir los mismos errores; aunque el apuro del gobierno de Alberto Fernández en cerrar -en los primeros meses de su gestión- un acuerdo para pagar la deuda contraída en esas condiciones, parezca indicar lo contrario. Lo cual indica que la única forma de evitar volver a tropezar en el futuro con la misma piedra, es construir densidad nacional y capacidad de autodeterminación. O lo que es lo mismo: armar una Cristina colectiva, para acortar la distancia entre su excepcionalidad, el resto de la dirigencia política y los instrumentos del poder popular necesarios para defender los derechos e intereses de las grandes mayorías nacionales.
Perón dijo que su único heredero era el pueblo, pero un pueblo organizado: "la organización vence al tiempo y a los hombres". Una organización que haga que Cristina, que es imprescindible y con la que tuvimos el privilegio de compartir el mismo tiempo histórico, lo sea cada día un poco menos; y hacer realidad lo que ella misma dijera en su discurso de despedida el 9 de diciembre de 2015: "va a pasar lo que ustedes quieran que pase".
Que gusto escucharla. Es siempre una lección de política y una lección de vida.
ResponderEliminarComo no la van a odiar los sirvientes de la mafia económica y los terroristas judiciales.
El Colo.
En esa despedida Ella dijo "empodérense", porque no vienen por mí, vienen por ustedes. Que es màs o menos lo mismo que Uds, lúcidamente, plantean: basta de Cristina, querida compañera que no puede trabar, gambetear, tirar el centro y cabecear al gol, mientras perdía a su marido, la perseguían e impiadosamente le enfermaban la hija. Y celebro que hayan recreado y sacado a la luz el momento en que propios (cada quién sabe de quiénes hablamos) y extraños, se bajaron los lienzos o se levantaron las polleras con los buitres o votando para encanar compañeros o no saliendo diariamente a pedir por Milagro, Amado, D'Elía, De Vido, o a hacerse los distraídos por Cuba. Muy buena nota. He discrepado con este espacio, respetuosamente. Hoy, compañeros, golazo conceptual y coyuntural. Un fraternal abrazo peronista.
ResponderEliminar