martes, 6 de julio de 2021

ESPESORES

 


A pocos días de un nuevo cierre de listas de cara a las elecciones legislativas de éste año, el panorama no difiere mucho de los cierres de años anteriores en un punto: la política se ha convertido en una cuestión de nombres propios, más que de partidos o estructuras consolidadas; con alguna acotación marginal al concepto en el caso del peronismo. Es una democracia de candidatos, o armados circunstanciales que -cual mecano- se pueden desarmar y reutilizar las piezas para otros armados, incluso de sentido opuesto, en el futuro.

Cuando se produjo la debacle del 2001, muchos alabaron la solidez de las instituciones de la democracia para soportar el chubasco y que no se produjera su quiebre, sin reparar demasiado en dos cuestiones: el costo social de la crisis (aumentado exponencialmente luego de la salida "institucional"), y el hecho de que en el fondo ésta no se tradujo en un revulsivo que instara un cambio de modelo económico y social. Tampoco se hizo la -llamémosle- autocrítica de que fue precisamente la obcecación en sostener un modelo agotado (la convertibilidad) más allá del final del menemismo, lo que condujo a la crisis.

Y eso es por una razón muy sencilla: hemos dicho muchas veces acá que el capital resuelve fácil las contradicciones entre capitalismo y democracia, negando a la segunda -en tanto posibilidad abierta de introducir cambios en la organización de la sociedad, a través del voto-, o convirtiéndola en un divertimento fútil, porque gane quien gane, debe aplicar el mismo y único modelo económico y social; que es el que atiende a sus intereses.

Del mismo modo que erosionan a la democracia por sus bases de legitimación social instaurando modelos que profundizan la verdadera grieta (la de la pobreza y la desigualdad en la distribución del ingreso) que fragmenta a la sociedad, medran con un sistema político debilitado con partidos porosos y permeables, sin anclaje en la sociedad y dependientes de encontrar, en cada proceso electoral, la "figura" candidateable; que además se construye desde las propias lógicas del sistema: en lo posible desideologizada (en la superficie), "presentable" en los medios, con capacidad de comunicar en lenguaje ambiguo, presto a surfear sobre las olas de la opinión pública del momento e intercambiable entre un partido y otro, según convenga.

Hace poco decíamos en ésta entrada: "...el bloque adversario está consolidado como tal más allá del nivel de puterío actual de su expresión dirigencial en sentido político partidario. Y está consolidado porque su conducción real (el poder económico) es inmune a los resultados electorales, y dispone de los medios (de producción y de construcción de sentido) para conducir las cosas a su conveniencia, todo el tiempo que media entre una elección y otra.Frente a eso, nosotros solo tenemos las herramientas del Estado y de la política, y debemos emplearlas con inteligencia, y al mismo tiempo con coherencia: en el sentido para el que fuimos votados, para que la coalición social que se expresó en las urnas en agosto y octubre del 2019 perdure en el tiempo y se solidifique; y para que el bloque de poder que tenemos pierda gravitación y poder de daño, en la medida de lo posible. Si se sabe ver, las medidas que hay que tomar son las mismas, para conseguir ambas cosas.".

Se dice mucho que el kirchnerismo y el macrismo fueron (a ambos lados de la grieta) los emergentes políticos de la implosión del 2001; y al mismo tiempo generaron liderazgos ordenadores hacia los campos del peronismo (primero Néstor, luego Cristina) y el antiperonismo (Macri). Este segundo es el que hoy está en cuestión tras el fracaso del gobierno de "Cambiemos", y luego de que la UCR en Gualeguaychú en 2015 decidiera desistir de liderar el campo opositor, por impotencia electoral, decisión hoy en trance de revisión mientras Larreta aparenta querer quedarse con la franquicia fundada por Macri.  

Ojo: en el peronismo hace años que hay dirigentes que pretendieron hacer lo mismo con Cristina (es decir, discutirle el liderazgo, o negárselo), pero con más pragmatismo, terminando rindiéndose ante la evidencia de su insustituible volumen político y electoral. Lo que no implica que desistan de intentarlo, cada vez que puedan. 

Se dice también que el kirchnerismo recuperó al Estado, rescató la autoridad presidencial y reivindicó la autonomía de la política frente a las lógicas corporativas, mientras que el macrismo expresó la tendencia opuesta: la idea de un país "atendido por sus propios dueños", en la que los representantes de las fracciones concentradas del capital ofrecen a uno de los suyos para que dé el salto a la política electoral, y conduzca otro experimento neoliberal, con pretensiones de cerrar para siempre el ciclo peronista.

Lo que se dice menos es que los impedimentos de la política (pensada en clave democrática profunda y real, de ampliación, conservación y recuperación de derechos) para avanzar sobre los núcleos de intereses creados que sostienen una sociedad injusta, vienen en buena medida de que sigue funcionando con las lógicas que se implantaron en la transición post dictadura, y con fuerza acá en los 90': los operadores, los aparatos, las "oligarquías" partidarias dueñas de las lapiceras, los "armadores", las figuritas sueltas, la militancia rentada, la "carrera política".

Eso da como resultado una estructura política de escaso espesor social, por carecer de anclaje; y siempre en desventaja frente al poder permanente (el que no depende de humores electorales), cuyo mayor espesor viene dado por la consistencia de los intereses objetivos que expresa, que son los que le dan la capacidad de condicionar al sistema. 

3 comentarios:

  1. ¿Me parece a mí, o los ejes de Massa se pueden resumir en "desfinanciar el Estado" al mismo tiempo que parecería estar tomando medidas símpáticas con el grueso de la sociedad, pero que en reialidad benefician al tope de la pirámide?
    Además de machacar con el tema de la seguridad, claro.

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  2. Massa es la esperanza del establishment para neutralizar al peronismo. Una quinta columna. Nada más. Ni nada menos.

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  3. Massa es presidente en funciones. Albertitere, si. Pero títere de Massa

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