sábado, 6 de noviembre de 2021

¿EN QUÉ QUEDAMOS?

 

De un tiempo a ésta parte (diríamos que después de las PASO) hay un giro en el discurso oficial sobre el acuerdo con el FMI: ya no habla tanto del tema (casi nada) Guzmán y el que habla al respecto es Alberto, y "endureció" el discurso señalando que no está dispuesto a firmar cualquier acuerdo, aceptando cualquier cosa; o que está "peleando con el Fondo" y cosas similares, mientras Macri se rasca el higo. La última vez -como lo marca el tuit de apertura- fue en respuesta a la crítica de Macri por la demora en cerrarlo.

Podría pensarse que éste giro discursivo responde a la propia interna del oficialismo, y que los dichos del presidente (y el silencio de Guzmán) son una respuesta a las críticas que surgieron desde el kirchnerismo, por ejemplo en los encuentros de la Cámpora, o en algunas manifestaciones de Cristina. Hasta ahí, no habría demasiado que objetar.

Sin embargo, la cosa es un poco más compleja: si firmar un acuerdo con el Fondo en 5 minutos (como hizo Macri) significaría lo que Alberto dice, eso quiere decir que el Fondo ya no es el "bueno" y comprensivo que nos quisieron vender estos dos años, a partir de las largas tratativas de Guzmán con Giorgieva, sino que es el mismo de siempre, dispuesto a cobrar su libra de carne (léase ajuste y "reformas estructurales") a cambio de la refinanciación de la deuda. No hay -tampoco en esto- demasiados misterios al respecto.

Ni tampoco demasiadas sorpresas: hemos dicho acá muchas veces que el FMI se debe a sus mandantes, más incluso que a los límites de su propia carta orgánica, como lo comprueban las condiciones en las que le prestó 57.000 palos verdes a Macri, para financiar su reelección. Sin embargo, no solo de retórica vive el hombre, y reclama hechos: de nada sirve que el presidente le de un tono épico al discurso, si seguimos sin saber, en concreto, cuáles son las condicionalidades y exigencias del Fondo que, al día de hoy, impiden el acuerdo, y que -en teoría- el gobierno no estaría dispuesto a aceptar. 

Porque lo que hasta acá se vio es que lo que el gobierno sí hizo (por mano de Guzmán, el interlocutor de Giorgieva, y con el apoyo del presidente) es un ajuste del gasto público que es lo que siempre pide el FMI en sus planes de estabilización, y no lo decimos nosotros: lo dijo Cristina en público, más de una vez. Y fue una de las principales -si no la principal- causa de la derrota en las PASO, y desde allí para acá, no hubo cambios sustantivos en la materia, que permitan ser optimistas para las generales.

Quizás -más bien seguro- ahora esté en danza una nueva devaluación que pulverice salarios y transfiera ingresos a los exportadores, haciendo converger el dólar oficial con los "alternativos", sin que nadie acierte a explicar como en esas condiciones la deuda -que ya es impagable- sería sustentable, como prometió Guzmán y votó el Congreso por ley.

Si el gobierno está resistiendo la imposición de esas condiciones, es una decisión correcta, y hasta podría haberse convertido en un eje de campaña para entusiasmar a la militancia, a falta de cosas más concretas con las que entusiasmarla. Claro que eso exigiría dejar de hablar a media lengua, y poner sobre la mesa las exigencias concretas del chantaje para que las conozcamos todos, aunque bien podemos suponerlas porque tampoco es que tengan tanta inventiva para proponer recetas estos muchachos.

Pero si el gobierno solo las está posponiendo para después de las elecciones y pensara rendirse a ellas ante la evidencia de los resultados o aprovecharlos para imponerlas, la situación podría tornarse explosiva e incontrolable, en términos políticos y sociales. Y estas idas y vueltas discursivas deben analizarse en conjunto con otros datos de la realidad, algunos incluso anteriores a la pandemia, y otros que se proyectan al futuro.

Por ejemplo el hecho de que éste gobierno -que asumió sabiendo la pesada carga de la deuda en general, y con el FMI en particular- no planteó ya desde el vamos y antes de la pandemia, ninguna política concreta para honrar la promesa de campaña que respondía a la pregunta que aun hoy sigue haciendo Cristina, cada vez que puede: quienes y como van a pagar las deudas contraídas por el macrismo, incluyendo la del FMI.

Antes de la pandemia, la ley de emergencia votada al principio de la gestión de Alberto incluso con el apoyo culposo de lo que por entonces era "Cambiemos", no contemplaba ninguna medida al respecto; tanto es así que -por ejemplo- el llamado impuesto a las grandes fortunas vino después, como una iniciativa de Heller y Máximo Kirchner en el Congreso, que el presidente y Guzmán (por entonces ocupado en cerrar rápido los acuerdos con los acreedores privados y el FMI) terminaron aceptando casi resignados, que además tuvo carácter "extraordinario", y ni siquiera se terminó de recaudar -hoy, en plena pandemia y con la deuda como espada de Damocles- en su totalidad. Datos, no opinión.

Y hablando de datos volvamos a otros, del presente post PASO y con las generales encima: Massa habla todo el tiempo de convocar a la oposición después de las elecciones para alcanzar acuerdos, y en espejo Larreta dice que es muy difícil alcanzar algún tipo de acuerdo con el kirchnerismo y con Cristina, pero deben intentarse acuerdos que involucren al 70 % de la sociedad: o sea, que dejen afuera al kirchnerismo. Más claro, agua.  

Esa línea (política y económica) supone -más allá de lo que diga el presidente, y aun creyendo en su palabra- arreglar como el Fondo a como de lugar, aceptando cualquier exigencia y ampliando el volumen político del ajuste, para resistir el descontento social que generaría. Aunque no sea de buen tono, a una semana de las elecciones, expresarlo en esas palabras. 

Pues bien, cuando perdimos las PASO fue, en buena medida, por haber seguido esa hoja de ruta; aunque desde el "albertismo" o como se quiera llamar al círculo áulico del presidente ya estén preparando la factura para pasarle al kirchnerismo, por una nueva derrota en las generales del 14, para luego dedicarse a lo que quieren hacer desde el comienzo mismo del gobierno: convertirlo a Alberto en el Duhalde de Massa, que le haga el trabajo sucio del ajuste para prepararle el camino hacia el 2023, creando un escenario que en definitivas terminaría aprovechando Larreta; cosa que por otro lado -si juzgamos por los hechos- pareciera no quitarles demasiado el sueño. 

Eso sí: sin dejar de lado la nostalgia selectiva para seguir echándole la culpa a Cristina, la Cámpora y el kirchnerismo por la derrota de Scioli en el 2015 por -supuestamente- "haber ido a menos", pero olvidando lo que ellos hicieron entonces, y sobre todo, después, como la "oposición responsable" al macrismo, y la aventura randazzista. Tuits relacionados: 

3 comentarios:

  1. PJ Capital, Pérsico y Chino Navarro negociaron con Macri desde el 2016.
    Ahora negocian con Larreta para el 2023.
    Negocian cuestiones inmobiliarias, cargos y recursos.
    A cambio, prometen un escudo: silenciar protesta social con planes que reparten ellos, los gerentes de la desocupación.
    El Colo.

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  2. El arreglo con el fmi dependerá del resultado de la elección, y de eso la tasa de ajuste inevitable de ese arreglo, quien paga ese costo político se verá, pero el costo económico tiene un solo bolsillo: la gente.

    Por otro lado, el stablishment a través de su candidato original Larreta están pidiendo el pacto de la moncloa del 70% con la jubilación de Cristina Kirchner como figura política y factor de poder, decisiones y límites de elasticidad dentro de la estructura del PJ. O sea, esta pidiendo un candidato muleto para 2023, si el original se manca en la carrera.

    El PJ como estructura vacía de votos y las distintas remoras de la billetera oficial no tendría mayores problemas en acercarse a la moncloa del 70% si eso le permite alcanzar la pax mediática que baje la intensidad de la luces y permita manejar los asuntos de forma más privada y con manos liberadas para atrapar lo que se pueda.

    Lo que esta por definirse post-14N es que papel quiere cumplir La Camporita, como "heredero" de las banderas del kirchnerismo pero como estructura insertada dentro del poder del gobierno transicional en varios niveles. Que tanto pesará en sus líderes el reparto de poder sobre su voluntad de representación. ¿Unidad hasta que duela, dolerá mucho y parte del trato será jubilar a la madre de la criatura para que sus hijos vivan del estado?. Un dilema a resolver, casi fundacional.

    Porque la no-representación significa no-votos. Lo que viene sufriendo el sector evita-cgt-hoy albertista-ayerymañanamassista desde 2015 en adelante. Son la guardia pretoriana de una representación vacía y su precio en la negociación futura es su consecuencia, necesitan mostrar musculo electoral o Larreta no pagará. ¿La Camporita ira hacia el mismo camino, cuando la vieja sola y enferma sea jubilada y no esté a su lado?

    Así que veo bastante inevitable una formula 2023 estilo Massa-Maximo, con el apellido Kirchner como enganche emocional de ilusiones vacias para enfrentar a Larreta-Vidal, con el pacto del 70% firmado y rubricado ante escribano del stablishment, el original vs el muleto, donde no se ponga en duda el poder real y la necesidad de ajuste y devaluacion con un esquema de deuda para conseguir dólares que soporte otra aventura de ganancias externas y pago de deuda inviable. ¿Deuda ecológica dijo el estadista de la transición? Deuda x subdesarrollo suena a droga para la derecha. El esquema no tiene futuro para todos y algo surgirá de esas ruinas y cenizas otra vez.

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  3. https://radiocut.fm/audiocut/marcelo-brignoni-sobre-hidrogeno-verde-1/
    De Pichot, Macri y ahora también Alberto

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