sábado, 18 de diciembre de 2021

EL FEINMANN BUENO

 

Con José Pablo Feinmann se va bastante más que un pensador destacado del campo nacional y popular: perdimos un hilo reflexivo sobre nuestras casi cuatro décadas de reconstrucción democrática que queda documentado en sus libros, sus escritos, sus columnas en Página 12 y sus apariciones en la televisión.

En la era audiovisual, posiblemente muchos recuerden a Feinmann por su extraordinario programa sobre filosofía en el Canal Encuentro, que hizo accesible para el común el viaje por la historia del pensamiento, pero fue mucho más que eso: una inteligencia poderosa que penetró los problemas de nuestro tiempo, para ayudarnos a entender el mundo en el que vivimos.

Como Horacio González -otro grande que nos dejó hace poco- y otros como Alcira Argumedo protagonizó aquella formidable experiencia de las "cátedras nacionales" a fines de los 60' y comienzos de los 70', y siendo un poco mayor que el promedio de los militantes de la "juventud maravillosa", también acompañó desde la reflexión y la militancia los años del "luche y vuelve", el retorno de Perón al país y la primavera camporista.

Precisamente, quizás nadie como JPF haya reflexionado con tanta profundidad sobre el peronismo, esa "persistencia argentina" como él mismo lo denominó. Con una mirada particular y generando incomodidad a veces (como cuando "se metió" con el propio Perón), pero ¿no es acaso ésa la función del filósofo? Hace muy pocos días definió con rotunda claridad las vacilaciones, las tibiezas y los retrocesos de esta nueva experiencia del peronismo en el gobierno cuando dijo que "no hay peronismo con hambre".

Advirtió con lucidez, en los albores mismos de la restauración democrática cuando la estrella de Alfonsín refulgía con potencia, los límites del alfonsinismo y sus claudicaciones posibles, antes de que estas se transformaran en triste realidad. Del mismo modo, desinfló el globo de "las nuevas derechas modernas y democráticas" antes de que Natanson ensayara su célebre paparulada, dejando en claro que no tenían nada de una cosa ni de la otra.

Como formidable crítico de la cultura imperante, nos "desasnó" sobre los procesos de colonización de la subjetividad, y el rol político que jugaban los medios de masas como herramienta de dominación del capitalismo globalizado. Pocos como él reflexionaron sobre las razones reales de la violencia política, y sus implicancias históricas y sociales.

Tuvo con la política la típica relación del intelectual que desea preservar su independencia porque supone que eso enaltece su, contribución, y de allí que su relación con Néstor (que plasmó en uno de sus libros) tenga tanta semejanza -salvando las distancias- a la que tuvieron con Perón figuras como Jauretche o Cooke: el que a veces dice cosas molestas, pero también al que le costaba asimilar los condicionamientos reales de la política real.

Y sobre esto último, en tiempos en los que se menta cotidianamente a la "correlación de fuerzas" y los teorizadores del posibilismo apelan a la muletilla para justificar todo, José Pablo Feinmann decía que, más que el arte de lo posible según el aforismo que consagrara Perón, la política es el arte de crear lo posible, expandiendo los límites de lo que se puede hacer.

Acaso sea ésa la parte de su enorme legado -si es que hay que elegir- con la que debamos quedarnos, tan luego en estos tiempos.

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