jueves, 20 de enero de 2022

LA CARTA CRISTINA

 

Hace seis meses atrás y a propósito del alegato de Cristina en uno de los juicios en los que declaró, decíamos en ésta entrada: "No vamos a descubrir la pólvora si señalamos la distancia sideral que media entre Cristina y el resto de la dirigencia política argentina, incluyendo los propios y los extraños. En términos de volumen político, de claridad conceptual, de capacidad de comprensión, de firmeza en las convicciones, de coherencia en una trayectoria política. Reconocerlo -algo que jamás harán los opositores, y no pocos de los "de este lado" que le siguen bajando el precio a todo cuanto diga o haga- es en punto homenajear respetuosamente a la voluntad popular mayoritaria que, precisamente por esas condiciones, la ungió dos veces presidenta, y otra vicepresidenta que empujó a la fórmula que integraba a una victoria amplia; en los tres casos en primera vuelta.".   

"Es el propio volumen político de Cristina el que determina su absoluta centralidad en la agenda, y ese volumen político se acrecienta en el tiempo por esa centralidad que le reconocen los propios y extraños (más incluso éstos últimos que los primeros); de lo que resulta que Cristina es, más que una persona de carne y hueso o un excepcional cuadro político del que hemos tenido la suerte de ser contemporáneos, un fenómeno político en sí mismo, digno de estudio.".

"Cristina es la política llamando a las cosas por su nombre, sin lugares comunes, sin eslóganes huecos y vacíos diseñados por algún creativo publicitario para ganar votos, la política como defensa de una idea, como afán obsesivo de representación social, como compromiso militante con la custodia de los intereses generales, en particular los de las grandes mayorías nacionales. Si durante sus gobiernos vivimos mejor, en sus propias palabras, "no fue magia", sino la consecuencia de gestionar el Estado desde esa idea de lo que debe ser la política.". 

"Es desde allí donde Cristina se planta frente a las estructuras del poder "real" que trasciende los formatos electorales y la propia incertidumbre de las urnas (es decir, los grandes medios, el poder económico, la corporación judicial) para decirles en la cara lo que ellos saben perfectamente -porque lo diseñaron en detalle-, pero para que sepan que fueron descubiertos, y ya no podrán seguir mintiendo a todos, todo el tiempo, o posando de lo que no son. Lo que en otros podría sonar a relato conspiranoico, en la palabra precisa y contundente de Cristina cobra verosimilitud, adquiere sentido, ilumina y resignifica porciones sustanciales de nuestro devenir político en los últimos tiempos.". 

"Ojalá que parte del proceso de construcción del "Frente de Todos" sea el debido aprendizaje de esa dura lección, para no volver a repetir los mismos errores; aunque el apuro del gobierno de Alberto Fernández en cerrar -en los primeros meses de su gestión- un acuerdo para pagar la deuda contraída en esas condiciones, parezca indicar lo contrario. Lo cual indica que la única forma de evitar volver a tropezar en el futuro con la misma piedra, es construir densidad nacional y capacidad de autodeterminación. O lo que es lo mismo: armar una Cristina colectiva, para acortar la distancia entre su excepcionalidad, el resto de la dirigencia política y los instrumentos del poder popular necesarios para defender los derechos e intereses de las grandes mayorías nacionales.". 

En estos seis meses, pasaron cosas, y también hubo apariciones -esporádicas, no con la frecuencia que quisiéramos, pero las hubo- de Cristina en sus redes sociales, fundamentalmente. Diciendo las mismas cosas que dijo siempre, cuando estaba en el gobierno, cuando tuvo que organizar -en minoría hacia el interior del propio peronismo- la oposición al macrismo, y luego cuando vertebró el "Frente de Todos".

Y cada vez que Cristina habló o escribió, produjo las mismas reacciones, en el campo propio y del otro lado de la grieta. Incluso se podría decir que -vistos los resultados concretos- tuvo más efecto allá, que de éste lado. Pasó hace unos días cuando comparó -con cifras y datos en la mano- los efectos que tuvo en el país la pandemia, con la plaga macrista. 

Muchas veces hemos dicho acá que, desde aquel fatídico 27 de octubre de 2010 cuando perdió a Néstor, a Cristina ya no le podemos pedir más nada, y sin embargo lo hacemos. También dijimos que su paso al costado en el 2019 para ocupar el segundo lugar de la fórmula fue más para quitarle una excusa, en campaña, al discurso estigmatizador de la derecha, que para garantizar el triunfo electoral. Hoy estás más que claro que su movida fue también un resultado del "lawfare" desplegado en su contra.

En estos momentos el país atraviesa una coyuntura crítica, ante la perspectiva de que el gobierno no termine de cerrar un acuerdo con el FMI para renegociar la deuda que contrajo Macri, lo cual abriría un panorama complejo e incierto; pero además requeriría del "Frente de Todos" un volumen político y espesor social del que hoy -Cristina aparte- claramente carece: la apelación a la movilización y organización popular no aparece ni siquiera en el discurso (no hablemos ya en las acciones) de un gobierno que empieza a transitar la segunda mitad de su mandato aferrado a sus hipótesis iniciales (que se revelaron fallidas), y sin atisbos de un "Plan B".

Es en éste contexto que cabe formularse la pregunta -y es simplemente eso, una pregunta, para invitar a la reflexión colectiva- si en éste estado de cosas alcanza con que Cristina le ponga el peso de su liderazgo a descripciones objetivas, contundentes y precisas de la realidad que nos toca vivir y marque responsabilidades; o es necesario algo más de su parte, y -sobre todo e imprescindiblemente- de la nuestra.  

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