viernes, 4 de febrero de 2022

PRAGMATISMO Y RESULTADOS

 

La renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque reavivó un debate que es muy viejo en política, y acompaña al peronismo (como a cualquier otra fuerza política) desde sus mismos orígenes, entre los "pragmáticos" y los "idealistas". Desde Machiavello a Weber y su disyuntiva entre convicciones y responsabilidades, algo ha escrito la teoría política al respecto.

Cuando existen planteos como el de Máximo rápidamente se suele contestar que son "idealistas", "estudiantiles" y que se trata de ser pragmáticos y realistas. De allí vienen otras ideas, como la constante apelación a la "correlación de fuerzas", una especie de valla invisible (e inamovible) que marca límites objetivos a la acción política.

Así dicho (y así se usa) el pragmatismo es el discurso político de la derecha, en tanto implica la sacralización del status quo existente: hay que dejar todo como está porque no se puede tocar nada, o en todo caso cambiar algo para que nada cambie. Nunca hay "pragmatismo de izquierda", pues nunca se nos propone ser pragmáticos para avanzar en transformaciones estructurales, que supongan recortar privilegios, reparar injusticias, redistribuir bienes, generar oportunidades reales de inclusión.

La dicotomía, por supuesto, es falsa tal como se la plantea, y las cosas en la realidad son más complejas, pero más simples en el mundo de la ideología, que en muchos casos es lo que se trafica de contrabando. El propio Perón (político pragmático si los hubo) en su famoso discurso en la Bolsa de Comercio en 1944 proponía a los empresarios ser pragmáticos y ceder algo (en salarios y derechos a los trabajadores), antes de perderlo todo en medio de las convulsiones sociales que genera la injusticia. 

En lo que podría ser su único acierto en más de cuatro décadas, Beatriz Sarlo tituló su libro sobre Néstor Kirchner y el kirchnerismo "La audacia y el cálculo", y viene bien recordar que Néstor (y por extensión, el kirchnerismo) tuvieron mucho de ambos; en estos tiempos en los que se tratar de reescribir la experiencia kirchnerista para acomodarla al relato "pragmático", "realista" y posibilista que parece predominar en la narrativa oficial del gobierno.

El pragmatismo tiene también su reflejo concreto hacia el interior de la coalición del "Frente de Todos": según ésta, consiste en que se  respete la unidad hasta que le duela...al kirchnerismo. Para el núcleo duro de las decisiones políticas del gobierno de Alberto Fernández el pragmatismo parece consistir en que el socio mayoritario de la coalición (medido en aporte de votos) y su liderazgo real (el de Cristina) deben avenirse a resignar sus posiciones cuando estas difieren de las definidas por el presidente y lo que Máximo en su carta llamó con agudeza "su entorno": al parecer, nunca funciona al revés.

Pero ya que hablamos de la carta de Máximo, aborda esta cuestión del pragmatismo, al menos dos veces: cuando recuerda que -precisamente- por pragmatismo votó a favor del acuerdo con los bonistas privados aunque consideraba (no lo dijo en esas exactas palabras, pero la idea es la misma) que era una garcha; y cuando se manifiesta contrario al acuerdo con el FMI, porque los dos largos años de negociación (y aquí viene el asunto que queremos destacar) no se llegó a ningún resultado positivo.

Y ahí está la madre del borrego: el pragmatismo se justifica si puede exhibir resultados. Es como el bilardismo en el fútbol: a despecho de algún prejuicio estético, cuenta con adeptos porque puede demostrar que (no siempre, y no es el único modo) con ese modo de entender el juego, se logran resultados.

Por pragmatismo, el gobierno se apuró a cerrar la negociación con los acreedores privados en plena pandemia, para bajar el riesgo país, estabilizar las variables económicas y poder volver a salir a los mercados de deuda. Y por pragmatismo también eligió -y lo dijo explícitamente por boca del propio Alberto- no confrontar con Clarín ni con los medios opositores, desistiendo de reimplantar la ley de medios, condicionar la pauta oficial o cuestionar la fusión entre Cablevisión y Telecom, que refuerza y consolida la posición dominante del hólding de Magnetto.

Por pragmatismo se prefirió esperar a que la corporación judicial se autodepure, y no tomar ninguna medida seria contra los formadores de precios, para contener la inflación. Y también por pragmatismo -para ganar apoyos en fracciones del capital- se hicieron concesiones como la eliminación o rebaja de las retenciones, o los beneficios impositivos y subsidios a automotrices, petroleras o mineras. Los resultados hablan por sí mismos, en cada uno de los casos.

De allí que a los pragmáticos "realistas" que salieron a cruzar a Máximo como a cualquiera que, desde las filas oficialistas, plantea objeciones al acuerdo con el FMI, no hay que discutirles con convicciones, ideas, abstracciones o principios, por muy valiosos que sean: hay que pedirles (más que pedirles exigirles) resultados concretos, y si los pueden mostrar, entonces (y solo entonces) rendirse ante ellos. Caso contrario, habrá que empezar a dejar de llamar "pragmatismo" a lo que no es sino la ideología de la resignación y la derrota, y la justificación de las claudicaciones y retrocesos.

3 comentarios:

  1. Más que pragmatismo es entreguismo al sistema corrupto empresarial mediático encabezado por un seudo presidente.

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  2. Política no es el arte de lo posible es el arte de hacer posible lo imposible

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  3. Estamos mal pero vamos bien

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