martes, 15 de febrero de 2022

UN ERROR CARÍSIMO

 

Montones de veces hemos escrito acá que la autonomía porteña fue uno de los errores más funestos de la reforma constitucional de 1994, cuyas consecuencias se arrastran hasta nuestros días. A la derecha del blog, en la etiqueta respectiva, pueden encontrar todos los posteos, a los que nos remitimos.

Por estos días el tema ha cobrado actualidad, a partir de la (correcta) decisión del gobierno nacional de eliminar los subsidios al transporte público de pasajeros por colectivos en la CABA, para (en teoría) redistribuir esos fondos entre las distintas jurisdicciones del interior del país.

Medida que, tal como pasó en su momento ante la reducción de la coparticipación, es resistida por la derecha que gobierna la ciudad con el inverosímil argumento de que carecen de recursos para compensar la quita; y que seguramente será judicializada, máxime considerando el antecedente del bochornoso fallo de la Corte Suprema en el caso de las clases presenciales, que empeoró aun más (si tal cosa fuera posible) el engendro autonómico porteño; creando una categoría que no existe en el texto constitucional, para catalogar a la ciudad autónoma.

La ciudad de Buenos Aires -aunque sus gobernantes y muchos de sus habitantes crean lo contrario- no aporta al país más de lo que recibe, sino todo lo contrario: el conjunto de los argentinos la sostienen, en términos reales. A menos que uno sea tan rudimentario como para creer que porque una petrolera tributa allí por tener su domicilio fiscal, el petróleo se produce excavando pozos debajo del obelisco.

Validos del artificio de la autonomía, los porteños consiguieron no tener que hacerse cargo de servicios públicos elementales (como el agua, la energía o el transporte) que en cualquier provincia e incluso municipio del país, son responsabilidad directa e inmediata de las autoridades locales. En ese contexto obtuvieron (y siguen teniendo aún) un tratamiento privilegiado en materia de seguridad, si consideramos la relación agentes de policía/número de habitantes.

Eso sin contar con que la ciudad está sobrerrepresentada en el Congreso de la Nación, porque tiene el doble de diputados que le corresponderían a su cantidad de habitantes, o tiene senadores (que después del 94' son tres), cuando por ejemplo en los Estados Unidos no los tiene Washington DC, porque no es un Estado propiamente dicho; aunque este error no es de Menem y Alfonsín, sino de Alberdi.

Pero el error (mayúsculo) de la autonomía porteña, ha tenido también consecuencias desastrosas en la política nacional: no es casual que después de la reforma constitucional que la instauró, dos Jefes de Gobierno porteño (De La Rúa y Macri) llegaran a ser presidentes, encancados -es cierto- en la captación del voto antiperonista, pero también auroleados del prestigio de "gestionar bien" una costeleta de 200 Km2 en un país de dos millones de kilómetros cuadrados de extensión; favorecidos por todas esas asimetrías antes señaladas, que la autonomía no hizo sino potenciar.

Precisamente las mismas premisas en las que se sustenta ahora el sueño presidencial de Larreta, que por esa razón defiende con uñas y dientes los privilegios de la ciudad autónoma. Eso sin contar con que el dispositivo mediático de construcción de sentido tiene allí su centro de operaciones, de modo tal que -desde siempre- lo que no sucede en la CABA, simplemente, no sucede; y lo que es preocupación de los porteños, debe ser de inmediato objeto de atención y resolución del resto del país, como si no hubiera otra cosa que resolver.

2 comentarios:

  1. Muchas veces hemos comentado en este blog que la única solución para ese "temita" es otra guerra civil, y ganarla, claro.

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  2. Zanja de Alsina en la Gral.Paz y que CABA se declare independientes.
    Argentina tiene que sacarse el lastre de más de 200 años que es y ha sido la ciudad de Bs. As.
    Zanja de Alsina. A ver que comen y a adonde tiran las cloacas.
    El Colo.

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