"Hagamos el amor y no la guerra": https://t.co/pMqACsh44O
— La Corriente K (@lacorrientek) March 21, 2022
Un par de veces hemos dicho acá que éste es un gobierno que parece funcionar a dos velocidades: rápido para atender las demandas de los que no lo votaron y del poder real (especialmente el económico), lento y dubitativo para responder a las de su propia base electoral. Y lo que está pasando con la "guerra a la inflación" parece confirmar la comprobación.
Los altos niveles de inflación -en especial de alimentos- viene siendo un fenómeno persistente en los dos años y pico de gestión de Alberto Fernández, sin que se pueda decir que el gobierno haya puesto mucho entusiasmo por enfrentarlo, incluso después de la derrota electoral del año pasado; en la que el fenómeno inflacionario fue -en nuestra opinión- un factor decisivo.
La semana pasada el gobierno puso todo su esfuerzo en conseguir la aprobación por el Congreso del acuerdo con el FMI, tanto que apenas el Senado lo trató y en horas de la madrugada, la ley fue promulgada y publicada en el Boletín Oficial. Lo consiguió al precio de fracturar el "Frente de Todos" porque hubo votos en contra del kirchnerismo en ambas cámaras, y tejiendo una alianza transversal con la oposición, que duró lo que duró la discusión del acuerdo; cuyas consecuencias, ciertamente, durarán mucho mas.
Recién entonces -ante la evidencia de que el acuerdo salía- el presidente anunció el inicio de la "guerra contra la inflación"; que hasta acá se redujo -en términos de medidas concretas- al aumento de dos puntos de las alícuotas de las retenciones a la harina y aceite de soja, que generará recursos que se destinarán a un fideicomiso con el que se piensa subsidiarle a los molinos la compra de harina, ante el alza importante de los precios del trigo. Es decir, una redistribución de recursos al interior de los propios sectores exportadores, y no mucho más.
Salvo que se cuenten como medidas la amenaza de aplicar la ley de abastecimiento y otras herramientas legales a los empresarios que aumenten injustificadamente los precios, o de suspender las autorizaciones para exportar a los frigoríficos del consorcio ABC que no cumplan con los cortes a precios populares (es un decir) pactados con el gobierno.
No obstante la tibieza de la "guerra", ya ha provocado que la oposición, que venía de acordar el apoyo al acuerdo con el FMI, le muestre los dientes al gobierno cerrando filas con los sectores exportadores y las patronales agropecuarias, que amenazan con volver a las rutas como si estuviéramos en el 2008, y se hubieran aprobado retenciones móviles. En esas condiciones, los estrategas políticos del gobierno (empezando por el propio presidente) siguen alimentando las rencillas al interior de la coalición oficialista, operando por los medios a Cristina y el kirchnerismo.
Si el plan (por llamarlo de alguna manera) oficial de lucha contra la inflación despierta serios interrogantes sobre su eficacia, el plan político diseñado por el gobierno para darle cobertura y respaldo es, como mínimo, desconcertante. El gobierno hegemonizado por los que le pedían autocrítica a Cristina y el kirchnerismo en otros tiempos, parece incapaz de revisar su plan original; que consistía en seducir a fracciones del capital con concesiones y beneficios para conseguir apoyos y esperando el "derrame", pero hasta acá lo único que ha logrado es empeorar la distribución del ingreso, o no compensar sino en mínima parte la regresividad heredada del macrismo, aun en un contexto de crecimiento.
Lo cierto es que Alberto Fernández ha empezado a transitar la segunda mitad de su mandato con una derrota electoral a cuestas, una situación compleja en el Congreso y un conflicto abierto con Cristina y el kirchnerismo, que no parece muy interesado en encauzar. Y una inflación persistente, que se devora los ingresos de los sectores de ingresos fijos que constituyen la principal base electoral del FDT -muchos de los cuales lo abandonaron precisamente por eso-; de la que en buena medida son responsables sus "nuevos amigos": la cúpula empresaria agrupada en la COPAL y la AEA.
Habrá que ver, de acá en mas, cuanto hace de amor y cuanto de guerra, y con quien en cada caso. Y no tiene margen de error, es la bala de plata: un proceso inflacionario sostenido sin solución a la vista compromete no solo la equidad en la distribución del ingreso, o los niveles de pobreza y consumo, sino que termina afectando a la gobernabilidad. Mucho más incluso que un resultado electoral adverso.
Tuits relacionados:
Las medidas que el gobierno tendría que tomar para frenar la inflación son conocidas, pero carece del poder político para adoptarlas, porque lo licuó con sus indecisiones y recules. Y porque irían en contra de las convicciones íntimas del presidente y parte de su gabinete.
— La Corriente K (@lacorrientek) March 16, 2022
Jodéme que el plan Kulfas de dolarización de excedentes y formación de activos externos sin retenciones, terminó en una inflación anual del 53 %. Inés Perado.
— La Corriente K (@lacorrientek) March 16, 2022
La Divina Comedia de Dante Alighieri ver su Noveno Círculo del Infierno: el de desagradecidos y traidores. A quienes a les quepa el sayo que se lo ponga
ResponderEliminarVoy a ver si puedo comprar un molino harinero, así agarro el subsidio al precio del trigo, porque en mi actividad cuando las cosas van mal, tengo que bancarlo de mi bolsillo.
ResponderEliminarDebe estar bien subsidiar a los molineros, que también son exportadores. Hay que ayudar a los sectores más postergados.
El Colo.
Hay que dejar la chicana y movilizar.
ResponderEliminarAhora que las bases sindicales se plantan, algunos dirigentes empiezan a plantar Cara.
El movimiento obrero organizado es el único que puede poner orden en el estado de acefalia actual.
Hay que sacarlo a Alberto, que renuncie. Que asuma cristina. Que renueve el gabinete y apoyamos los 2 años que faltan.
Sino, cuál es la idea? Cagarnos de hambre y en 2023 postularse?
Todo va a subir, mucho más de lo que ya se había proyectado antes de la guerra de Ucrania. Mientras tanto los medios blindan a Alverso.