Periodismo kelper. https://t.co/9tbqm0HqBN
— La Corriente K (@lacorrientek) April 11, 2022
Sería un exceso de nuestra parte pedirle al diario que fundara Mitre hace 152 años que deje por un momento de lado su tradicional cipayismo, por el simple hecho de que este año se cumplen 40 años de la guerra de Malvinas. Sin embargo, que en ese contexto hayan decidido mandar a uno de sus periodistas estrella, Hugo Alconada Mon, a las islas para compulsar las opiniones de los isleños y desde allí transmitirnos cuanto nos odian, y los pocos deseos que tienen de ser argentinos, es como demasiado.
Después del conflicto armado de 1982, y a partir de la cláusula transitoria incorporada a la Constitución Nacional en 1994, el Estado argentino asume como un imperativo legal y si se quiere moral, continuar con la reivindicación de nuestros derechos soberanos sobre Malvinas, en forma pacífica y por la vía democrática. De hecho, lo que antes era una aspiración nacional que de casi dos siglos, hoy es una obligación legal de nuestros gobernantes.
La Argentina nunca se planteó volver a intentar recuperar lo que le pertenece y le fue robado por el uso de la fuerza armada, en parte porque carece de las capacidades para lograrlo, y en mayor medida porque considera -con razón- que el que tiene la razón no necesita la fuerza, salvo que deba defenderse de una agresión. La amenaza de un ataque militar argentino a las islas es más bien un fantasma que agitan los británicos como excusa para sostener en Malvinas una formidable fortaleza militar, incluso con armas nucleares.
Excusa que, además, les viene de perillas a los isleños para ser sostenidos por la corona británica en un status que nunca tuvieron antes de 1982, en que eran considerados ciudadanos de tercer orden. El actual standard de vida de los kelpers, para horror de los libertarios, se sostiene por el gasto público (el montaje del aparato de seguridad en las islas), y el usufructo del pillaje de los recursos naturales que nos pertenecen, por actos del Estado. Sobre todo licencias de pesca y de explotación petrolera ilegalmente concedidas.
De modo que cuando Alconada Mon expone los datos del nivel de vida de los habitantes de las islas omitiendo esos datos de contexto falsea, sencillamente, la realidad y lo sabe. Y lo hace con un propósito definido: horadar la legitimidad del reclamo argentino de soberanía, acorde con la vieja idea mitrista de dejar de lado esas antigüedades como las nociones de soberanía o integridad territorial, con tal de calzar en el orden internacional -precisamente- como colonia de los amos del mundo; que por esos tiempos eran los de la rubia Albion.
La cuestión de lo que opinan o desean los isleños, además, es tan vieja como la disputa por la soberanía de Malvinas, y precisamente uno de los puntos nodales del conflicto: cuando se trata (como se trata en Malvinas) de una situación colonial en la que una potencia ocupa por la fuerza un territorio que no le pertenece y -para peor, como ha sucedido en éste caso- implanta allí una población que no es originaria de ese territorio, entra a poner en juego la "autodeterminación de los pueblos" no como un principio democrático, sino como un ardid para la legitimación del despojo.
Tratándose de una disputa de soberanía, y con una situación colonial de por medio, lo que debe prevalecer según el derecho internacional es el principio de la integridad territorial de los Estados; justamente el mismo que hoy los ingleses, EEUU y sus socios en la OTAN le reclaman respetar a Putin frente a Ucrania, sin siquiera considerar que muchos habitantes de éste país son rusos, o quisieran ser parte de la Federación Rusa.
En la disputa por Malvinas y desde siempre -aunque ahora nos quieran hacer creer, en beneficio nuestro, que el reclamo de soberanía es un invento kirchnerista- el Estado argentino siempre supo lo que deseaban o querían los kelpers, sin necesidad de que se lo contaran Alconada Mon o el diario La Nación. Pero también se opuso desde siempre a que la disputa por las islas se resolviera en base a sus "deseos"; que en definitiva expresan algo subjetivo, mediado además por el hecho original de la amputación de su territorio con la consecuente implantación de una población extraña.
Y siempre también se manifestó proclive a tomar en cuenta los "intereses" de los isleños, que es otra cosa, que se puede objetivar. Cada vez que se hable de "deseos" y se pida que se consulte su opinión en éste tema -se lo diga o no- se está trabajando para el enemigo, abonando a la estrategia diplomática de la potencia colonial que ocupa militarmente parte de nuestro territorio desde 1833; y trabajando en contra de los derechos e intereses de la Argentina.
Que es lo que viene haciendo el diario fundado por Bartolomé Mitre desde que salió por primera vez a la calle, trabajando desde adentro, como una quinta columna.
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