El nombramiento de un teniente coronel retirado del Batallón 601 y ex funcionario de Jorge Obeid al frente del Servicio Penitenciario provincial desató la crítica de los organismos de derechos humanos, cosa que por cierto era de esperarse: a Bernhardt -que de él se trata- su pasado lo persigue, y las razones por las que se lo cuestiona son las mismas por las que se lo cuestionó en su anterior paso por la función pública, hace más de 15 años. Razones ancladas en el pasado, pero con un basamento ético y político que se proyecta al presente, porque de eso se trata cuando hablamos de memoria, verdad y justicia.
Sin embargo, el gobernador Perotti que lo acaba de designar, es el mismo que, a la hora de iniciar su mandato e integrar su gabinete, designó como Secretaria de Derechos Humanos a una reconocida referente de los organismos, que aun hoy sigue en esas funciones. Las razones del nombramiento de Bernhardt no hay que buscarlas entonces por allí, o por un cambio en la política oficial en la materia aunque -reiteramos- la crítica a su designación desde esa óptica es absolutamente comprensible y justificada.
La cuestionada designación del caso recae en un contexto, que es la crisis de seguridad que atraviesa la provincia, en el medio de la cual y según consta en el decreto de designación de Bernhardt, su antecesor en el cargo huyó -literalmente- de sus funciones dos semanas antes, disconforme con la cesantía de quien lo propuso para el cargo (Jorge Bortolozzi), de la Secretaría de Seguridad Pública, decisión tomada por Perotti cuando se supo que el hombre andaba de viaje por cuestiones del Club de Leones por el Caribe, mientras en la provincia el horno no estaba para bollos. Moraleja: la inseguridad es -sin dudas- el problema más grave que tiene que atender el gobierno provincial dentro de lo que son sus competencias, y hay gente que claramente no toma conciencia de ello, y no está a la altura de las circunstancias.
Aun así, alguien podría preguntarse por que, en ese contexto, se echa mano de alguien cuestionado y cuestionable por razones conocidas, y la pregunta -que es válida- puede admitir más de una respuesta, siempre en el terreno de la conjetura. Una posible es que Bernhard -teniente coronel retirado, como se dijo- es otro "outsider" a la estructura que debe conducir (en éste caso el Servicio Penitenciario), como lo fue en su momento Sarnaglia (policía retirado) o lo es hoy Brilloni (gendarme retirado) para la policía de la provincia y la Secretaría de Seguridad Pública, respectivamente. En una provincia que tuvo un jefe de policía preso por narcotráfico, varios altos jefes involucrados en causas judiciales por esa y otras causas similares y fuerzas de seguridad "atendidas por sus propios dueños", la tentación de creer que se pueden encauzar los problemas "por afuera" de esas estructuras es fuerte.
Por otro lado, al PJ santafesino, que volvió al gobierno en 2019 tras 12 años de gestiones del Frente Progresista, le sucede aquello que solía decir Neustadt de la clase política cuando retornó la democracia: la dictadura los había puesto en el freezer casi ocho años, y transcurrido ese tiempo el pollo era el mismo, pero congelado.
Un partido que estuvo años cerrado -a punto tal que ni siquiera pagaba los sueldos de sus empleados o los servicios- porque a quienes hegemonizaron el peronismo provincial por años (Reutemann y Obeid) les convenía mantenerlo así, claramente no estaba en condiciones de generar cuadros técnicos y políticos en el número necesario para integrar las funciones críticas de un gobierno; a lo que debe sumarse que muchos se acostumbraron -en esos 12 años de ser oposición- a la comodidad y los sueldos de los cargos legislativos y sus beneficios anexos; y abandonarlos para asumir responsabilidades de gestión no les pareció -ni les parece- atractivo o convocante, menos para agarrar un hierro caliente como es la seguridad.
La construcción electoral del peronismo santafesino, con una candidatura a la medida de los votantes provinciales como la de Perotti y un acuerdo amplio de unidad que se cumplió, le permitió remontar dos terceros puestos en las elecciones a gobernador del 2011 y 2015 para ganarle de modo contundente al entonces oficialismo, pero no alcanzó para disimular esas carencias, una vez en el gobierno; y en el caso específico de seguridad -no acá ni ahora, sino en todos lados y siempre- los manotazos de ahogado motivados por las circunstancias apremiantes en que se decide (porque los errores cuestan caros, en vidas humanas, y el reclamo ciudadano es fuerte y justificado) son moneda corriente.
Máxime cuando las soluciones "heterodoxas" se intentaron, sin resultados positivos visibles, y acá nos queremos detener en la responsabilidad que le cabe para que se llegara a éste punto al ex ministro de Seguridad de la provincia Marcelo Saín; que contando con el absoluto respaldo de Perotti al inicio de su gestión para conducir un tema que está en las preocupaciones cotidianas más acuciantes de los santafesinos -asumiendo el gobernador entonces al designarlo un riesgo como lo asume ahora, con la cuestionada designación de Bernhardt-, lo desperdició porque puso por encima de sus responsabilidades funcionales su irrefrenable pulsión de protagonismo personal, y su histrionismo mediático por delante de su capacidad ejecutiva en la gestión.
No se trata de decir ahora -contra lo que en su momento sostuvimos- que Saín no tuvo ni tiene razón en muchas cosas que dice y decía, sino de puntualizar que gobernar es más que tener razón, o saber explicar mediáticamente esas razones; y lo cierto es que tras el paso de Saín por la función pública en Santa Fe los índices de seguridad no mejoraron, y la policía santafesina (de las más cuestionadas del país junto con la bonaerense) no está menos tentada de "manejarse sola" que cuando él asumió sus funciones, como lo hizo en los 12 años del socialismo.
De hecho, como sucede siempre con las corporaciones que operan conforme a sus propias lógicas y para sus propios intereses, al interior de la fuerza deben estar tomando nota de todas estas cosas, aunque parezca que no le conciernen directamente porque se trata de una designación en el Servicio Penitenciario.
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