La respuesta política al atentado contra Cristina debe ser contundente. Ejemplificadora. Pero en forma de medidas de gobierno que honren el contrato electoral, y lesionen los intereses de los financistas y beneficiarios del odio.
— La Corriente K (@lacorrientek) September 3, 2022
El día después de una Plaza de Mayo llena para la derecha sigue siendo un problema de acumulación de basura. Falta darle el sentido de lo que significa para nosotros.
— La Corriente K (@lacorrientek) September 3, 2022
La deriva del gobierno y el desprecio por su propia base electoral es total. https://t.co/qxBrci2Muj
— La Corriente K (@lacorrientek) September 4, 2022
El pueblo llena las plazas en defensa de Cristina, y el gobierno se arrodilla ante los agrogarcas. Mayor distancia imposible de concebir.
— La Corriente K (@lacorrientek) September 4, 2022
... alimentaria, siempre que no perciban otro plan o beneficio social (como la Tarjeta Alimentar). O sea, humo massista y nada concreto, para justificar transferirles 600.000 palos a los extorsionadores de los silos bolsa.
— La Corriente K (@lacorrientek) September 5, 2022
Massa ministro de Economía aplicando el ajuste y la entrega del rosquete con los exportadores era el plan original de la otrora "renovación autocrítica" cuyo exponente más visible es Alberto. Guzmán y Kulfas fueron fusibles para que Sergi no se quemara de entrada.
— La Corriente K (@lacorrientek) September 5, 2022
El día después del atentado contra Cristina (el minuto siguiente, en algunos casos) el dispositivo político-mediático opositor siguió en lo suyo, como si nada hubiera sucedido: del repudio forzado y fingido pasaron a dudar de que realmente haya sido un intento de magnicidio, y a convertirse en las víctimas de la situación, o echarle la culpa al kirchnerismo.
Allá ellos con lo suyo: en todo caso el problema lo tienen los que -como Alberto y buena parte del gobierno- creyeron encontrar allí halcones y palomas, bolsones de racionalidad, o sectores con los cuáles se podía establecer algún tipo de diálogo constructivo. Y el problema también es que donde parece no haber sucedido nada ni siquiera como consecuencia del atentado, que sigue en lo suyo como el instante anterior a que el nazi brasileño accionara su arma contra Cristina.
Ignorando las masivas movilizaciones que se repitieron a lo largo y a lo ancho del país y su profundo sentido político - al menos uno de los posibles, se nos ocurre que el más genuino-, y mientras éstas aun se estaban sucediendo, lo único que supimos de la gestión fue que Sergio Massa anunció el domingo por la noche la rendición incondicional frente a la extorsión del complejo exportador, anunciando una devaluación del tipo de cambio oficial a su medida de un 38 % (porque de eso se trató), supuestamente acotada a éste mes, y para favorecer la liquidación de los granos retenidos y de ese modo fortalecer las reservas del Banco Central.
Después de no haber hecho ni siquiera el intento de reponer la normativa que los obliga a liquidar las divisas en un plazo perentorio y que Macri derogara en 2017, el DNU para el que Alberto sí decidió usar su lapicera crea un "fondo" que se conformaría con el eventual incremento de los ingresos por exportaciones como consecuencia de que éstas aumentarían en respuesta al beneficio concedido al sector, y que estaría destinado a reforzar los ingresos de los sectores con problemas para acceder a los alimentos básicos, siempre que a su vez no tengan beneficios similares, como la Tarjeta Alimentar.
Una especie de compensación culposa por la reculada, tan gaseosa y falta de concreción (ni siquiera se precisa el porcentaje de ingresos destinado a esos fines), que para lo único que sirvió es para servirles en bandeja a algunos sectores del FDT como los que encabeza Grabois, para encontrar la excusa para no abandonar la coalición.
Si las medidas anunciadas por Massa -que con certeza serán prorrogadas más allá de éste mes, pues no hay voluntad política de confrontar con los mayores beneficiarios del modelo- son erróneas desde el punto de vista de la contención de la dinámica inflacionaria (no es difícil avizorar aumentos en rubros de productos ligados a los exportables alcanzados por la devaluación), desde el punto de vista estrictamente político es suicida.
En efecto, al clima de confrontación que hizo posible el atentado contra Cristina no se llega solamente por los discursos de odio o la prédica de la oposición y los medios, sino también porque frente a éstos, el gobierno eligió desde el comienzo de su gestión tirar por la borda el programa electoral votado y la defensa de los intereses de sus votantes, para asumir el de aquellos a los que derrotó en las urnas: no nos agreden porque afectamos sus intereses, sino porque nos ven débiles, y no dispuestos a ejercer la autoridad legítima que nos confirió el voto ciudadano en 2019.
La pesada herencia del macrismo, la pandemia, la guerra en Ucrania y aun el propio intento de magnicidio terminaron siendo -entiéndase la afirmación en el contexto- excusas que jalonaron sucesivamente la decisión de seguir un rumbo que estaba decidido desde el principio, y que no es precisamente el que reclaman los sectores mayoritarios del "Frente de Todos". La historia de las advertencias desoídas y las reculadas sistemáticas está demasiado fresca como para que sea necesario recordarla en éstas líneas.
Sin embargo, así como la persecución judicial contra Cristina en las semanas previas al atentado contra su vida provocó la movilización espontánea de la base electoral del FDT sacando así a la coalición de una paralización exasperante (e intencionada por parte del núcleo duro de los que la conducen en la práctica, al menos en la gestión del gobierno), el intento de magnicidio directamente la atravesó y la respuesta de la gente fue la única que estuvo a la altura, frente a la deserción de los dirigentes.
Pero aquí y ahora el intento de encapsular esa respuesta al estricto ámbito de la solidaridad y el aguante hacia Cristina es demasiado burdo como para no verlo. O peor aún: de utilizarlo como telón de fondo para ocultar el ajuste, los renunciamientos y la claudicación que parecen haberse adoptado como única hoja de ruta posible. El gobierno sigue en la suya como si nada, esperando que los medios, la justicia o la oposición se autodepuren, y entren en razones; y en relación al poder económico, solo está atento a sus demandas, para traducirlas en nuevas concesiones: ya están hablando de un dólar especial para las petroleras en Vaca Muerta, o algo por el estilo, como si no tuvieran ya suficientes beneficios, y no estuvieran aumentando la producción sin necesidad de obtener otros adicionales.
El problema entonces es político y muy profundo, de indagación sobre el sentido último del voto y la democracia, y no se resuelve discutiendo ñoñerías como una ley contra los discursos de odio, menos cuando se decidió desde el principio -y se lo dijo explícitamente- no afectar los intereses de los grupos de medios por los que ese discurso se gesta, circula y se reproduce, e incluso se los sigue subsidiando con pauta oficial.
Y el problema es que, mientras alguien decidió pasar del dicho al hecho empuñando un arma contra Cristina para matarla, el gobierno parece tener tomada -y de modo irreversible- la decisión de suicidarse no ya en términos estrictamente electorales, sino en los propios términos de gobernabilidad en que ha planteado la justificación de su plan político.
Las cosas por su nombre: este gobierno mamarracho NUNCA estuvo dispuesto a hacer otra cosa que lo que hizo, hace, y hará: macrismo de outlet. Como nos duele en el alma la traición, no la terminamos de aceptar, pero es eso y sólo eso: macrismo Manaos. La historia condenará a nuestro Alfonso de cabotaje y toda su runfla PRO Embassy y PRO establishment.
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