Después del discurso de Cristina en el congreso de la UOM en Pilar, decíamos acá: "Que en el 2015, cuando Cristina dejó el gobierno, todos estábamos mejor, es algo que ni siquiera los macristas (en su fuero íntimo, claro está) discuten. Pero recordarlo no impidió entonces una derrota electoral, ni la impedirá el año que viene, porque la gente quiere futuro, y no nostalgia: más que convencerlos de lo que ya están convencidos (que en el 2015 estábamos mejor), tenemos que ser capaces de convencerlos de que en el 2023 lo estarán, y gracias a nosotros. Aquello de que "los días más siempre felices fueron peronistas" hoy está en crisis en su sentido profundo, por las falencias de éste gobierno.".
"Con el riesgo que siempre se corre cuando se ensayan paralelismos o parangones históricos, Cristina está hoy en el lugar en el que estaba Perón en el 73': el personaje central e insustituible de la política argentina, a partir del cual se ordenan todos; y ese rol (consecuencia de su propia gravitación) condiciona el papel que le toca jugar, más allá de sus propios deseos personales.".
Repasando el discurso de ayer en La Plata (que pueden ver completo en el video de apertura), nos queda la misma sensación. Incluso la propia Cristina respondió al clamor de la militancia por su candidatura con una frase del propio Perón, del que sugestivamente recordó que no quería ser presidente, en su último gobierno.
Pero como una cosa no quita la otra, también recordamos que dijimos acá hace un tiempo que "Cristina es la política llamando a las cosas por su nombre, sin lugares comunes, sin eslóganes huecos y vacíos diseñados por algún creativo publicitario para ganar votos, la política como defensa de una idea, como afán obsesivo de representación social, como compromiso militante con la custodia de los intereses generales, en particular los de las grandes mayorías nacionales. Si durante sus gobiernos vivimos mejor, en sus propias palabras, "no fue magia", sino la consecuencia de gestionar el Estado desde esa idea de lo que debe ser la política.".
Ayer -como siempre- Cristina habló de cosas de la que nadie habla en la política argentina. Nadie, claro está, con posibilidades reales de llegar al gobierno: desde la testimonialidad se pueden decir muchas cosas, lo que nunca se podrá hacer, es convertirlas en realidad. Habló de la inseguridad, de la situación de los jubilados, del control de los recursos naturales estratégicos, de la distribución del ingreso; así como antes, en otras intervenciones públicas, había hablado de la necesidad de discutir los programas sociales, o un sistema integral de salud.
Lo curioso -o no tanto- es que pese a que todos (de los dos lados de la grieta) están pendientes de cada una de sus palabras e incluso de sus silencios, nadie nunca recoge el guante de los debates que propone Cristina, en los términos en los que ella los plantea: con argumentos, con los números en la mano. Cristina llena así no solo un vacío en la representación popular del sistema político argentino, sino en los propios términos del debate político nacional. O por lo menos lo intenta, muchas veces en vano.
En un peronismo donde muchos hablan de producción pero pocos -casi nadie- de la distribución de los ingresos que esa producción genera, Cristina pone el dedo en la llaga. Y en un peronismo donde todos -o la mayoría- cuidan su propia quinta y le esquivan el bulto a las responsabilidades, Cristina vuelve a ponerse sobre sus hombros la pesada tarea de encarnar una esperanza, como lo hizo en plena noche macrista, cuando muchos se subían al carro de los vencedores, y auguraban un largo ciclo de hegemonía política neoliberal.
Es que Cristina -como Perón cuando volvió al país, hizo ayer 50 años- ya no se pertenece, ni depende exclusivamente de sus propios deseos: encarna (como el viejo general) una tradición política arraigada en el país contra todos los intentos por hacerla desaparecer, de un modo en que nadie lo hace, y la política no tolera el vacío. Por eso su candidatura -en nuestra opinión- está en la fuerza de los hechos, y en la dinámica propia del proceso político argentino, más allá de sus concretas chances electorales.
Porque si algo deja en claro la experiencia del actual gobierno del "Frente de Todos" es que ya no hay lugar para las alquimias y los experimentos, no hay lugar para delegados ni candidatos vicarios, así como tampoco hay lugar para Massa (aunque se ensaye el globo), porque la "ancha avenida del medio" se ha angostado, hasta casi desaparecer; acá y en toda la región.
Es decir, concretamente y yendo a los bifes: es Cristina, a suerte y verdad, es taba o es culo, y ella lo sabe. Claro que (siendo honestos) sin desconocer que a diferencia del 2017 (cuando el macrismo en acto confirmaba todos los temores que al respecto abrigaba buena parte de los argentinos), esta vez Cristina debe -una vez más- encarnar la esperanza nacional y popular frente a otra "insatisfacción democrática", pero ésta vez generada por un gobierno que llegó al poder con sus auspicios, y en el nombre del peronismo.
Tuits relacionados:
Cristina dijo lo mismo que en el 2020. Y que en el 2015, el 2012 y el 2008. Coherencia se llama.
— La Corriente K (@lacorrientek) November 18, 2022
Peronismo-antiperonismo sigue siendo la contradicción principal de la política argentina con la misma vigencia que tenía en 1945. Y eso es claramente más responsabilidad de los gorilas, que del peronismo.
— La Corriente K (@lacorrientek) November 16, 2022
Para mi, Cristina tendría que ser más directa, hablar sin tantos rodeos, sin tantas referencias nebulosas, abstractas.
ResponderEliminarYo, por ejemplo, no entendí lo de los gendarmes en la Patagonia.
El Colo.