Con un 22 % de los votos y una presidencia que le tiró Menem por la cabeza al desertar del balotaje, Néstor Kirchner asumió en un país en el que las llamas del incendio de la convertibilidad aun no se habían terminado de apagar, y debió abocarse de inmediato a construir su propio poder, para sustentar una legitimidad flaca de origen.
En ese empresa, le puso el cuerpo de la política y el peso del Estado a causas legítimas que habían sido abandonadas, como la búsqueda de memoria, verdad y justicia por los crímenes de la dictadura. Con eso ganó apoyos en sectores que estaban escépticos respecto al rumbo de nuestra democracia y sus resultados concretos, y fue engrosando su legitimidad política para transitar la salida del infierno.
Cosas -ambas: incrementar su legitimidad y salir del infierno- que nunca hubiera logrado si no atacaba las cuestiones fundamentales que preocupan a la gente, acá y en todos lados, entonces y en todo tiempo: el empleo, el salario, la comida, llegar a fin de mes, el acceso a los medicamentos, avizorar perspectivas de poder mejorar. Los aumentos por suma fija por decreto presidencial a trabajadores y jubilados, la deshibernación de las paritarias, fueron medidas que, en la misma medida que recomponían los ingresos populares, apuntalaban el consumo y sostenían la actividad, alimentando el círculo virtuoso de generación de más crecimiento económico que redundaba en nuevos empleos y mejores salarios.
Esas políticas cimentaron los triunfos electorales de Cristina en primer vuelta en 2007 y 2011, pero el 45 % del primer caso y el 54 % del segundo tampoco es que se compusieron de gente que compró a libro cerrado el modelo kirchnerista, con todo lo que implicaba: en muchos casos, simplemente nos votaron porque gracias a esas políticas vivían mejor, incluso suponiendo -en no pocos casos- que era exclusivamente por sus propios méritos.
El kirchnerismo (en los gobiernos de Néstor y Cristina) aprovechó su legitimidad así ampliada y revalidada para impulsar otras políticas que no necesariamente estaban "entre las prioridades de la gente", pero que eran ciertamente benéficas para el país, que ya no podían ser postergadas pero a las que solo les faltaba el envión de la política, para producir resultados: el desarrollo científico y tecnológico, la inversión en educación, la universalización de la cobertura previsional, el sostenimiento del cine nacional y las demás industrias culturales, la recuperación de Aerolíneas, YPF, las políticas de género, diversidad y ampliación de derechos para las minorías.
Algunas fueron fruto de la convicción íntima de la conducción del proceso y otras imperio de las circunstancias, y hubo casos en los que el kirchnerismo -con un pragmatismo que no le reconocen los que lo acusan de dogmático- volvió sobre sus propios pasos, a fuerza de prueba y error, como en el caso de YPF. Otras políticas fueron encaradas sin un amplio acompañamiento social (o no al menos en forma explícita), e incluso a puro costo en términos de imagen pública: el desendeudamiento, la administración de las divisas y el comercio exterior, o el intento de capturar plenamente la renta agraria diferencial.
En el balance de 12 años y medio de gestión en un país en permanente convulsión como la Argentina (una epopeya de gobernabilidad, que hoy se añora en perspectiva porque nadie de allí en más pudo garantizarla), puede decirse sin faltar a la verdad histórica que el conjunto de esas políticas fue revalidada ampliamente por los argentinos en elecciones democráticas, sin perder de vista lo esencial: lo fue porque se atendió primero lo que era más urgente, y lo que siempre debe atenderse primero: el salario, la comida, el acceso al medicamento, la cobertura previsional.
Porque sin eso todo lo demás corría el riesgo cierto de esterilizarse en la testimonialidad sin logros concretos, como venía siendo antes del 2003, por falta de apoyo social, y de compromiso estatal y político.
El recordatorio (o la caracterización correcta del proceso kirchnerista) se nos ocurre en estos tiempos aciagos donde todo ese conjunto de derechos (léase certezas, seguridades, tranquilidades) que aun en un país convulsionado el kirchnerismo pudo asegurar, están en serio riesgo a futuro, y están bajo amenazas concretas, en el presente y con vistas al futuro.
Ninguna de todas esas causa que antes mencionamos (desarrollo científico y tecnológico, inversión en educación, universalización de la cobertura previsional, sostenimiento del cine nacional y las demás industrias culturales, Estado activo y presente, políticas de género, diversidad y ampliación de derechos para las minorías) han perdido importancia o legitimidad, no al menos al punto de que ya no merezcan que nos ocupemos de defenderlas.
Pero sí al punto de no perder de vista cuáles son las unas cosas que hicieron posibles las otras. Porque al revés (es decir sin atender lo esencial, como está pasando) la cosa no funciona: el vacío de los estómagos no deja mucho espacio para preocuparse por otras cosas.
Desde lq devaluación del 22%, el gobierno hace trascender por lo medios que se otorgará un aumento de salarios por suma fija, aumentos de la AUH y de jubilaciones y pensiones. ¿ Y ?
ResponderEliminar¿Que pasa que no largan?
¿Hay algo más importante de lo que se están ocupando Fernandez y sus ministros?
El Colo.
Sos la única pluma K que vale la pena, pero a este post le falta un candidato y por tanto milita en el vacío.
ResponderEliminarNo se realmente si hay vacío en los estómagos o es una especie de síntesis, pero verdaderamente, no solo de pan viven las personas, hay hambre, si, pero de futuro medianamente predecible, de presente disfrutable y hoy el futuro no se avizora y el presente se soporta y se sufre.
ResponderEliminarLos doce años y medio, aunque muchs lo quieran reducir e incluso despintar la impronta cfk, de quien Néstor estaba evidentemente orgulloso, fueron una acabada muestra de gobernanza integral y si algo faltó fue delimitar como corresponde el poder de inversores extranjeros y monopolios aparentemente locales, que nunca van a tener suficiente.
Teníamos candidata. La mejor. Un problema que compartimos con millones de argentinos.
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