Hay cosas que no hay que debatir porque salís perdiendo aunque tengas razón. Conicet, por ejemplo. Lo que hay que hacer para defenderlo es ganar las elecciones, punto.
— Ricardo (@Ricardo_blogger) August 17, 2023
Cuando se dijo que la función esencial de Milei era correr los términos del debate político más a la derecha aún muchos no entendieron que significaba. Muchos aún siguen sin entender, porque incluso nos corrió a nosotros más a la derecha. Tanto que algunos bancan devaluar.
— La Corriente K (@lacorrientek) August 17, 2023
Yo buscaría otra forma de impedir el triunfo de MIlei, eh. Yo: pic.twitter.com/JtBH19Pyj8
— La Corriente K (@lacorrientek) August 17, 2023
Si hay plata en el bolsillo todo lo demás no hace falta. Pero al revés no. https://t.co/zDk2aN5l7w
— La Corriente K (@lacorrientek) August 16, 2023
Hace un tiempo decíamos en ésta entrada que la función esencial de Javier Milei era correr el debate político lo más a la derecha que fuera posible, para que, por contraste, candidatos como Larreta o Patricia Bullrich parecieran sensatos, y sus propuestas razonables. Esa función la cumplió con creces y con sus disparates terminó marcando el tono de la campaña, en la que entre todos ellos compitieron a ver quien decía la burrada más grande, o proponía la barbaridad más perjudicial y dañina.
No solo tuvo eficacia en ese rol, sino que además los números de la elección demostraron que fue el que canalizó mejor las broncas y frustraciones del electorado con las propuestas políticas tradicionales, sacándoles votos a todas ellas. A todas, a nosotros también.
Luego de la elección y tras el envió anímico propio del batacazo, el tipo empezó a matizar algunas de sus afirmaciones contundentes, como si hubiera tomado conciencia del teorema de Baglini y la posibilidad real de llegar al gobierno. Pero eso no significa que el camino a seguir para impedírselo sea discutir con él sus burradas, con la esperanza de demostrar que tenemos razón: sus siete millones de votos vienen de otro lado, se definieron con otros parámetros.
O dicho de otro modo: si alguien lo votó habiendo dicho y prometido lo que dijo y prometió, ¿qué nos hace pensar que lograríamos infundirle miedo advirtiéndole de los riesgos que entrañan sus propuestas? No obstante, si alguno quiere intentarlo, adelante y suerte en la empresa.
Por nuestra parte diremos que poniéndonos a discutir con dementes, es poco probable que arribemos a una conclusión racional, que sea válida también para los dementes. Ya una vez aceptamos discutir la expropiación de Vicentín con un tipo con un Duna, y así nos fue.
Cuando el tipo dice que el Estado gasta plata al pedo, no miente, porque lo hace: la guita que se gasta en pauta publicitaria en los medios, por ejemplo. La trampa es que para él la plata gastada en salud, educación, ciencia y técnica o las jubilaciones, también es al pedo; y es a la que le apuntaría si fuera gobierno, porque no es zonzo y sabe que si no recorta ahí, es lo mismo que si no recortara en nada.
Todo lo que Milei ataca -o casi todo- es digno de defenderse, pero hay que defenderlo siempre, en toda circunstancia, y con políticas públicas concretas y eficaces, más cuando uno es gobierno. Sea la política de investigación científica y desarrollo tecnológico, la educación y la salud pública, la legislación laboral protectoria, los salarios o la intervención del Estado en la economía.
De modo que sus delirios caigan en el vacío de un sentido común contrario a sus afirmaciones, porque la realidad las desmiente. Tal como hasta ahora cayeron en terreno fértil, precisamente porque la realidad concreta que padece la gente de a pie, contribuye a darle verosimilitud a sus disparates, entre mucha gente.
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