martes, 17 de octubre de 2023

¿CUÁNTO PERONISMO QUEDA?

 

A 78 años del Día de la Lealtad, ¿Cuanto peronismo queda en la sociedad y cuanto peronismo queda en el peronismo? ¿Qué significa hoy en día el peronismo, o ser peronista, que queda de aquello que movilizó a las masas el 17 de octubre?

Para responder a esos interrogantes no basta remitirse a los resultados electorales, aunque ciertamente estos pueden darnos una pista. Tampoco se puede responder con mecanicismos matemáticos para tomar nota que, desde el 54 % de Cristina en el 2011, el peronismo ya no es automáticamente la expresión política (y electoral) mayoritaria de la sociedad argentina. Quizás tampoco lo era ya entonces, habida cuenta del alto porcentaje de voto "fluctuante" que alimentó esa cifra, para migrar en todo o en parte elección tras elección. 

Se podría decir que no lo es (mayoría) desde bastante antes, tanto que en la reforma constitucional de 1994 Menem hubo de conceder introducir el balotaje que había ensayado Lanusse en el 73' para frenar el seguro regreso del peronismo al poder, pero con una fórmula distinta a la tradicional, y más asequible para la primera minoría. Claro que eso también nos remitiría a la pregunta ¿Fue Menem peronista, o mejor aún, su gobierno puede considerarse atribuible a la tradición histórica del peronismo?

Curiosamente -o no tanto- en las elecciones que tendremos en 5 días el peronismo corre el riesgo de quedarse afuera de un eventual balotaje entre dos formulaciones del antiperonismo, a cual de ellas más gorila. Y si lo evita será para competir en una eventual segunda vuelta, teniendo que captar parte de ese voto "flotante" que cambia de un comicio al otro, y no pocos votos del antiperonismo: ¿Significa eso que la sociedad también está redefiniendo los límites de su propio gorilismo, o dicho de otro modo, cuanto de los "70 años de peronismo" está dispuesta a dejar atrás, y cuanto quiere conservar, aunque jamás admita que se lo debe al peronismo ?

Porque en éstas elecciones hemos retrocedido al punto en el que estamos discutiendo la educación pública gratuita (incluyendo a las universidades), la salud pública gratuita, la cobertura previsional solidaria y universal, los derechos de los trabajadores y -no explícitamente, pero sí en las consecuencias implícitas en los proyectos en pugna- la distribución del ingreso; y como consecuencia o suma de todo eso, cuan cohesionados, inclusivos, justos e integradores queremos ser como sociedad, y a que costo.

O sea que sí, estamos discutiendo el peronismo y su herencia histórica; aunque para ocultarlo -como siempre- recurran a la caricatura que ellos han construido del peronismo, y que muchas veces el propio peronismo se empeña en replicar: una maquinaria desideologizada y pragmática de poder, dispuesta a cualquier componenda con tal de conservarlo, sostenida en una red de corrupción y clientelismo. 

Es decir, una imagen más parecida al conservadurismo de la "Década Infame" y el fraude patriótico que el peronismo vino a desterrar, porque Perón, señores, fue el primero en combatir a la "casta", concepto tan de moda por estos tiempos: la de aquel entonces era la de los políticos venales y corruptos que practicaban el fraude o lo toleraban, y el de los empresarios esclavistas que explotaban a sus trabajadores negándoles todos los derechos, en especial el de disfrutar de parte de la riqueza que contribuían a generar con su esfuerzo.

Cuanta agua habrá corrido bajo los puentes (de la sociedad argentina y del peronismo) para que la rebeldía que entonces encarnaron los cabecitas negras que cruzaron a nado el Riachuelo, hoy esté en manos de desclasados -o resultados de la destrucción de la sociedad peronista que comenzó la dictadura y perfeccionó el menemismo- y tenga por objeto explícito terminar con ese modelo de país que entonces los trabajadores salieron a defender, en la persona de Perón.

Las respuestas no son sencillas, o sí: si el domingo una mayoría de los argentinos decide que todo eso que el peronismo vino a instalar o profundizar en la Argentina para construir la sociedad más equitativa y con mayor movilidad social ascendente de Argentina merece ser conservado, recuperado o profundizado (ponga cada uno el verbo que le parezca, en el orden que lo crea), el peronismo podrá volver a ser mayoría ya no en un comicio circunstancial, sino en la sociedad, como identidad política mayoritaria de los argentinos. 

Para lo cual -y aquí si cabe volver al 54 % de Cristina en el 2011, y detenerse allí- deberá ser cada vez más peronista, no menos. Mal que les pese a los maestros de la "realpolitik", cada giro del peronismo hacia ser algo distinto o menor o más complaciente con los que lo odian y lo combaten de lo que es, redundó más tarde o más temprano en una merma de su caudal electoral, y de su gravitación política. 

Si hasta la travestización neoliberal de los 90' hubo de sostenerse en una ficción consumista que, más tarde o más temprano, se revelaría insostenible como se reveló; y terminó en su mentor huyendo como rata por tirante de un balotaje que sabía perdidoso por paliza, de antemano. 

Desde aquel 17 de octubre de 1945 el peronismo ha sido perseguido, proscripto, fusilado, desaparecido, "lawferizado", difamado y caricaturizado, pero jamás superado, aun siendo derrotado en las urnas. Es decir, nunca se impuso en la Argentina posterior a esa fecha (ni luego del 55') un modelo de sociedad en el que el peronismo fuera innecesario, porque los conflictos que vino a plantear, o los reclamos pendientes de los que fue simplemente el vehículo político estuvieran resueltos. 

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