viernes, 20 de octubre de 2023

HERENCIA

 

Por si le hiciera falta sumar una perla más al collar de desbarrancos que vino enhebrando durante toda su campaña, Milei la emprendió contra los trenes y el sistema ferroviario, avisando que si llega a la presidencia los privatizará, tal como se hizo en los 90', con los efectos conocidos. 

No es la primera vez -por supuesto - que el candidato de "La Libertad Avanza" reivindica las políticas de los gobiernos de Menem o promete retomarla e incluso profundizarlas, así como tampoco es la primera vez que eso genera reacciones en su contra. Pero también es cierto que ese modo de entender la Argentina tiene sus adeptos, y no nos referimos solo a los votantes de Milei: buena parte de los que el domingo van a votar por Patricia Bullrich piensan igual, al menos en líneas generales.

El menemismo (es decir, el entrismo al peronismo en nombre del neoliberalismo) fue, junto con la dictadura militar del 76', el intento más profundo y serio (y quizás más exitoso) de construir una Argentina post peronista, terminando con la sociedad y el modelo de país alumbrado desde 1945 en adelante. No hace falta recordar aquí sus hitos troncales en ese sentido, porque muchos de ellos siguen vivos entre nosotros.

Así se puede comprobar por ejemplo con la subsistencia de normas de flexibilización laboral aun habiendo recuperado durante el kirchnerismo derechos conculcados a los trabjadores, la vigencia de las privatizaciones en servicios y bienes públicos esenciales como el gas, la luz (en algunos lugares del país), la banca pública provincial, las represas y la generación de energía, la llamada hidrovía y sus correspondientes marcos regulatorios flexibles, pro empresas, precarios e insuficientes para garantizar los derechos e intereses de los usuarios y de propio Estado, o la subsistencia del oprobioso sistema de las ART que nos vendieron como la solución para "terminar con la industria del juicio laboral".

Incluso muchas de las propuestas que circulan en el debate político actual tienen que ver con las premisas que guiaron las reformas memenistas: la rebaja de aportes y contribuciones patronales a la seguridad social, la flexibilización de las normas laborales "para crear empleo", las políticas "ofertistas" para seducir al capital con exenciones o rebajas impositivas o privilegios para el acceso y uso de las divisas. Hasta la "estabilidad fiscal a 30 años" para la minería aprobada en los 90' sigue vigente y prorrogada.  

El menemismo incluso empeoró la herencia de la dictadura en cuestiones cruciales como la ley de entidades financieras o la de inversiones extranjeras, y remachó aun más las cadenas de la extranjerización de la economía y la pérdida de la soberanía jurídica con la adhesión a la jurisdicción del tribunal arbitral del CIADI y los tratados bilaterales de inversión (TBI) o el GAFI, normas todas las cuáles siguen hoy día en vigencia. 

Desde entonces y hasta acá, salvo el kirchnerismo en temas puntuales como la liquidación de las AFJP, la restauración de artículos mutilados en la Ley de Contrato de Trabajo o la recuperación en manos estatales de Aerolíneas, el Correo, AYSSA e YPF (volviendo en éste caso sobre sus propios pasos), ninguna fuerza político se propuso en serio terminar con las reformas del menemismo, y antes bien varias las reivindicaron y plantearon retomarlas y profundizarlas como lo está haciendo Milei. Tampoco faltaron los que (como la UCR o la Coalición Cívica) habiéndose opuesto a algunas de esas políticas en los 90', también se opusieron a los intentos del kirchnerismo por revertirlas.

En ese contexto, en ese país estragado por el menemismo y solo parcialmente recuperado de esos estragos durante el kirchnerismo, es posible que existan los Mileis, y sobre todo sus votantes. Y es posible también que esa gente plantee que los problemas del país son consecuencia no de las políticas del menemismo, sino de que se las haya abandonado, contra toda evidencia en contrario.

El problema está del otro lado, es decir del nuestro: del mismo modo que para ellos ese combo de reformas es un programa de gobierno, para nosotros -el peronismo, las fuerzas que se reivindican como nacionales y populares- superarlas, modificarlas y hasta eliminarlas también debió haberlo sido. El renuncio en esa tarea, las agachadas, las concesiones, los retrocesos, son lo que nos han llevado al punto en el que hoy estamos: en un país en el que se hubieran reparado en su mayoría los daños que causó el menemismo, no existiría Milei, i lo que él representa. 

Y si alguna chance tiene la candidatura de Massa de impedir lo peor, es porque en algún momento se ensayó otro rumbo (con avances y retrocesos), y subsiste cierta memoria social al respecto, y sobre sus resultados. Un rumbo que además crea las bases de la hoja de ruta que tiene que seguir cualquier gobierno que se pretenda y asuma como peronista, nacional y popular.

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1 comentario:

  1. En el séptimo párrafo donde dice "reformas del kirchnerismo" debe decir "reformas del menemismo"

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