Javier Milei es un claro producto de la antipolítica, del desencanto con las opciones tradicionales y de la insatisfacción democrática. Creció y llegó a convertirse en presidente de la mano de un discurso efectista que cultiva el pensamiento mágico y trabaja sobre las emociones, detrás del cual está claro -lo estuvo siempre- hay ideas concretas, e intereses más concretos aun.
Intereses que operan en las sombras o a cielo abierto (como lo están haciendo ahora, con el resultado electoral puesto), aprovechando los vacíos que deja una política debilitada por ella misma: pensemos cuantas veces y de cuantos modos el discurso antipolítico es alimentado por la propia política, desde lo discursivo y en sus acciones.
De modo que aparece acá entonces una primera constatación: desde los insatisfechos con los resultados concretos del modelo económico de producción, acumulación y distribución hasta sus gestores, operadores y beneficiarios principales (es decir, desde los dos extremos de la mecha social) todos parecen coincidir en el sueño utópico de un mundo sin política, o en el que la política no tenga incidencia: para algunos "debe correrse y liberar a las fuerzas productivas para que las prioridades y los recursos los asigne el mercado", para otros "a mí no me interesa quien gane porque me tengo que levantar igual para ir a laburar, porque si no no como".
Así tenemos este experimento argentino que fue colocar a Milei en la Casa Rosada, canalizando el voto bronca no en una elección legislativa de medio término, ni votando en blanco o anulando el sufragio, sino eligiendo a alguien para el principal cargo ejecutivo para que maneje el país por cuatro años, en un sistema presidencialista como el que diseña nuestra Constitución. Esas son las consecuencias directas del voto siempre en esos casos, y lo serán en éste; aunque algunos hayan votado a presidente como si se tratara de decidir quien se queda y quien se va cada semana en la casa de "Gran Hermano".
El problema es que sencillamente no existe -ni acá ni en ningún lugar del mundo- una sociedad organizada sin política, entendiendo por esta la articulación, mediación y representación social y de intereses; para que no impere la ley de la selva, donde cada uno trata se imponer sus propios deseos o intereses, sin ninguna otra consideración. Y más allá de eso, todos nuestros actos tienen un sentido político, lo asumamos así o no, hasta el acto de decir que no nos interesa la política, porque no incide en nuestra vida cotidiana.
Vienen aquí como anillo al dedo aquí aquellas reflexiones de Bertoldt Brecht sobre el analfabeto político: "El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, ni participa en los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio del pan, del pescado, de la harina, del alquiler, de los zapatos o las medicinas dependen de las decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro, que se enorgullece e hincha el pecho diciendo que odia la política. No sabe, el imbécil, que, de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado, y el peor de todos los bandidos, que es el político trapacero, granuja, corrupto y servil de las empresas nacionales y multinacionales.".
Es tan cierto que el "uomo cualunque" tiene que ir a trabajar todos los días gane quien gane las elecciones como que nunca es lo mismo que gane uno u otro, por más similares que pudieran parece las opciones desde el discurso simplista de la antipolítica. Menos cuando votaron a alguien que promete usar la motosierra -y no un instrumento de precisión, como un bisturí- con la esperanza de que los serruchados no serán ellos.
Cuando el nuevo gobierno está mostrando ya cuáles son sus prioridades, con que políticas -sí: políticas, no "herramientas de gestión"- piensa afrontar los problemas del país y con que elenco de gente las llevará a cabo (es decir, políticos cumpliendo roles políticos, puestos allí por decisiones políticas, no gerentes votados por la asamblea de accionistas) es demasiado tarde para lágrimas: la misma insatisfacción democrática que llevó a Milei a la Rosada lo estará esperando a la vuelta de la esquina para llevárselo puesto, apenas no alcance los resultados inmediatos que esperan sus propios votantes. Porque los que no lo votamos no esperamos nada de él, sino lo que dijo que iba a hacer, y seguramente hará si se lo permitimos.
En ese momento -vaya uno a saber cuando será, pero será- habrá que ver como funciona el experimento de suprimir la política (al menos en el imaginario de buena parte de los argentinos) en una sociedad injusta, desigual, fragmentada y con crisis de representación en la que la mediación política se vuelve más necesaria que nunca.
Y la falta de representación política atañe a todos, oficialistas y opositores: por más que abunden los "dadores voluntarios de gobernabilidad" para ampliar los acuerdos por arriba, esos pactos no podrán sostenerse en el tiempo si la sociedad cruje por abajo. como consecuencia de las políticas (otra vez: políticas, no "las tres o cuatro cosas en la que todos los argentinos nos tenemos que poner de acuerdo") que se derivan de ella, si no hacen más que profundizar los motivos de la insatisfacción democrática que nos trajeron hasta acá.
Un "acá" que representa la paradoja de haber votado mayoritariamente bajo un clima de "que se vayan todos" como en el 2001, al que los hizo volver armando un tren fantasma de ex funcionarios de Menem, De La Rúa y Macri.
Abren totalmente las importaciones y suspenden la obra pública. Solamente con eso,
ResponderEliminaren meses se destruyen miles y miles de empleos que lleva años recuperar.
Muchos creen que a ellos no les va a tocar. La termocefalia hoy es una epidemia.
El Colo.
mmmm... Habria que ver tambien compañeros si està bien emplear el bisturi como elemento de presiciòn, recuerdo muy clararemte como usaba ese termino el hombre de Anillaco, pero aplicado para "operar" sin anestesia y hasta el hueso. Lo recuerdo y me corre un sudor frio hasta el upite, realmente. Al menos cambiemos las palabras sino, faltaría que dijésemos, "estamos mal, pero vamos bien" y cartón lleno...Saludos cordiales, y son mis idolos
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