sábado, 9 de diciembre de 2023

NO SE LOS PERMITAMOS

 

Cuando hace 40 años Alfonsín decía que "con la democracia se come, se cura y se educa" todos -hasta los que no lo habíamos votado- estábamos dispuestos a creerle. No necesariamente porque tuviéramos esperanzas en su gobierno, sino porque necesitábamos creer que, salidos del horror de la dictadura, habíamos reconquistado la herramienta con la que introducir cambios en la sociedad.

Cuatro décadas después, estamos a un día de que Javier Milei y Carina Villarruel asuman las máximas responsabilidades del Estado por el voto popular: en el país estragado por las políticas de Martínez de Hoz y Videla primero, y Menem y Cavallo después, será presidente alguien que las reivindica explícitamente; y lo acompañará como vice una justificadora del genocidio que milita abiertamente por la libertad de sus ejecutores militares, en el país de las Madres y las Abuelas y su lucha inquebrantable.

Nos parece que no se puede conseguir una descripción mas gráfica de la promesa incumplida de aquella democracia recuperada, y de la decepción social con ello: eso que hoy se denomina "insatisfacción democrática" es el principal combustible que alimentó el peligroso experimento político y social que los argentinos comenzaremos a vivir a partir de mañana.

Es palpable en la calle que frente al cambio de gobierno no hay alegría ni esperanza, y que tienen interrogantes, preocupaciones y miedo hasta los que votaron a Milei, que están pensando en su fuero íntimo si realmente comprenden la implicancia de lo que hicieron, y hasta donde el tipo hará lo que dijo que iba a hacer.

Estamos en la tensa espera de lo por venir en un país fracturado socialmente, y desarmado política y culturalmente, con sus organizaciones desarticuladas, perplejas, desorientadas y en retirada, mientras vuelve a ganar terreno el discurso de la derrota. No de ésta última, sino de todas las anteriores.

Porque otra vez -como en el 2015- se vuelve a hablar de "garantizar la gobernabilidad", que es el eufemismo al que se apela para no decir que lo que se busca es garantizar la eficacia del ajuste, sin protestas ni convulsiones sociales; frente a un gobierno que anuncia como programa un Rodrigazo explícito de una vez y sin cuotas; y que lejos de prometer luces al final del túnel, anuncia que como mínimo la mitad de su mandato transcurrirá bajo la estanflación que se llevará puestos empleos, salarios, expectativas, derechos.

Es decir que a 40 años de democracia aquella promesa inaugural de Alfonsín transmutó en la actual promesa de dolor y sacrificios sin futuro a la vista, y en un apagón económico y social en el que la  motosierra tronchará obras, empleos, derechos, salarios, futuro; mientras un puñado de vivos -los mismos de siempre- se apresuran a rapiñar el patrimonio común de los argentinos por monedas, con tal de pagar una deuda que ellos mismos contrajeron.

Ése es el contexto en el que arranca el nuevo gobierno, que además promete represión a todo el que se le oponga, y nos colgaron de antemano el cartelito de golpistas, si lo hacemos. Cuando en realidad nos están diciendo -de todos los modos posibles, para que nadie se llame a engaño- que con lo que van a hacer, no nos van a dejar otro camino: más que haber perdido una elección, entienden que hemos sido expulsados del piso común de esa democracia.

Y así como se apropiaron de palabras como rebeldía, libertad y protesta hasta vaciarlas de sentido, hoy reclaman para sí la propiedad exclusiva de una democracia que construimos entre todos, para terminar de degradarla con políticas que causaron más pobreza y exclusión aun que las que ya tenemos, cada vez que fueron ensayadas. No se los permitamos.

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