jueves, 28 de marzo de 2024

¿QUÉ PERONISMO?

 

Unos días antes del 24 de marzo, el compañero Abel Fernández en su siempre recomendable blog posteaba estas reflexiones sobre el futuro del peronismo cuya atenta lectura recomendamos, y que nos sirven además de disparador para las nuestras; y retomando el análisis más o menos desde donde él lo dejó, se nos ocurren algunas puntas para la discusión:

* El peronismo -como toda fuerza política- tiene que tener un mensaje para la sociedad, lo que supone tener en claro a que sociedad le está hablando. Que hace rato ya, por cierto, que no es la que lo vio nacer en 1945 y en la que el trabajo organizado, registrado, con plenos derechos y sindicalizado perdió -hace rato- la centralidad que supo tener.

Interpretar esa complejidad y fragmentación social y diseñar una propuesta política acorde es asunto de primer orden para el peronismo, sin abandonar la aspiración de representar políticamente a los trabajadores, lo que constituye -o debería hacerlo- su identidad fundacional: parafraseando a Perón, actualizarse no se trata de tirar todos los días un sector social por la ventana.

* Abandonar por falsa e inconducente la disyuntiva partido o movimiento, porque el peronismo y el campo nacional y popular hoy necesitan de los dos: de un partido político moderno, consolidado y democrático (con canales garantizados para la discusión política e incluso ideológica interna, y para la participación plena de sus afiliados en las decisiones), que a su vez genere las instancias de encuadramiento y formación de la militancia, y que prepare los cuadros para la función de gobierno, como si mañana mismo nos tocara la responsabilidad de asumirlo. Cosa que por otro lado es muy posible que efectivamente suceda, dada la gravedad de la crisis.

Y necesitan también una práctica movimientista permanente, capaz de articular con generosidad, amplitud y flexibilidad todas las alianzas necesarias con los sectores políticos, económicos y sociales afines a los que los une primero el espanto que estamos viviendo, y ojalá en un futuro próximo la articulación de las respuestas a la crisis. 

El peronismo tiene que estar en la primera línea de todas las luchas que den los que resistan éste modelo de entrega, saqueo y empobrecimiento, y darles cobijo; y sin renunciar a la idea del frente de clases, tomar nota de que aquella burguesía nacional que persiguió por décadas como un unicornio azul ya no existe, y su responsabilidad política primaria está con los trabajadores y los excluidos: al respecto esta nota de Julia Strada y Hernán Lechter en El Cohete a la Luna sobre el conflicto de los metalúrgicos con Techint y Acindar es bastante ejemplificadora al respecto.

* Tenemos que dejar de pelearnos y discutir con los que no quieren discutir con nosotros sino lisa y llanamente exterminarnos, y debatir más entre nosotros, para definir que peronismo queremos, en que proyecto de país. Eso supone saldar las cuentas con nuestro propio pasado: no podemos repetir con la experiencia del menemismo primero y del kirchnerismo después, el error de haber barrido bajo la alfombra sin saldar jamás la discusión como hicimos con los turbulentos años 70', y haber seguido como si nada después de muerto Perón, y atravesada la dictadura.

Si hubiera que señalarle algún error al último documento de Cristina, y a todos sus anteriores pronunciamientos en la misma línea, sería ése: no se trata tanto de los temas (que son relevantes todos los planteados), como de los destinatarios. Se debate con los que están dispuestos a hacerlo, y con los que se presume que puede llegarse a puntos de acuerdo, con otros es una pérdida de tiempo. 

* No regalar ninguna bandera, ni las históricas (menos cuando su vigencia sigue siendo plena, y se trata de ser inteligentes para encontrar el modo de volver a entrelazarlas con el sentido común social, resignificándolas), ni las actuales: el peronismo no puede darse el lujo de no tener una mirada específica sobre el grave problema de la inseguridad derivada de la criminalidad organizada, que afecta en primer lugar a los sectores populares; y tampoco puede dejarles a los nostálgicos del videlismo el diseño del rol y la misión de las fuerzas armadas en un proyecto nacional, cosa que hace 80 años Perón planteó con meridiana claridad en aquella célebre conferencia en la Universidad de La Plata, y que en sus líneas centrales sigue vigente hoy.

Lo mismo vale para las discusiones que nos debemos sobre el rol del Estado como generador y garante de las políticas públicas de igualdad, inclusión y justicia, el empleo público y las formas de protección legal del trabajo humano en un mundo que cambia a pasos agigantados, pero que sigue siendo igual en un punto esencial: unos venden su fuerza de trabajo a otros, que obtienen de ella su ganancia; y pretenderán hacerlo siempre al más bajo costo posible. Y el peronismo nació de la necesidad de terminar con eso.

* Lo anterior supone también no regalar las banderas que nos quieren regalar a nosotros, porque ellos ya las abandonaron hace rato o jamás las asumieron como propias; como los derechos humanos (en clave histórica pero también presente), la educación y la salud públicas, la ciencia, el desarrollo tecnológico, la industrialización, el cine, el arte, la cultura, la diversidad sexual, el reclamo por Malvinas, la defensa de los recursos naturales  o el respeto por la Constitución y las instituciones de la república.

En ese contexto hay que definir una mirada peronista del federalismo -que se refleje al interior de las estructuras partidarias- como objetivo de política nacional integradora y no como coartada de las visiones comarcales escapistas (que han florecido por años), que solo buscan poner al peronismo al servicio de los actores económicos dominantes en cada "economía regional", para garantizar posiciones institucionales locales, resignando toda pretensión transformadora y toda vocación nacional y continental para el peronismo.

* Entender que así como no se trata de partido o movimiento porque se necesita de ambos, no es -como plantean falsamente algunos- cuestión de sostener una agenda o la otra de modo excluyente, pero hay prioridades: el hambre, la pobreza, el empleo, el salario, la distribución justa de la riqueza: el primer requisito esencial para modernizar al peronismo, es volverlo a sus orígenes. Pero la consigna de la hora debería ser: traigan banderas, que ganas de levantarlas sobran.

* La reconstrucción del peronismo se hará sobre la base de la representación de lo que hoy no se siente representado frente al nuevo experimento neoliberal, o no se hará. Y debe hacerse sobre sus propias crisis y fracasos, pero también de los del conjunto del sistema político: las expectativas nunca cumplidas de la izquierda, la deserción de los "progresismos", el fracaso conceptual y político de las "terceras vías" y "anchas avenidas del medio" en un contexto de polarización creciente; y hasta incluso la deriva terminal de la UCR hacia una fuerza de derecha menor y condenada a subordinarse a las estrategias de otros.

* No podemos dejar en manos de la derecha la transformación, la rebeldía y el horizonte de futuro, quedándonos simplemente en conservadores que defienden lo que existe, o añoran lo que se perdió en tiempos irreconocibles hoy para muchos argentinos, como si hubieran transcurrido hace siglos o en otro plano de la existencia. 

Claro que eso supone asumir la cuestión del poder y el conflicto, y eso lleva a este peronismo actual a discutir su relación con los factores del poder económico y -retomando lo dicho antes- los límites que tiene la articulación de alianzas policlasistas en nuestra particular estructura productiva concentrada  y desnacionalizada. Si allí se pueden encontrar aliados, lo que es seguro es que allí también están los verdaderos enemigos, y discutir el poder -condición esencial en política para pensar cualquier cosa, y poder llevarla a cabo- es discutir con ellos, y estar dispuestos a enfrentarlos, llegado el caso.

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