domingo, 26 de mayo de 2024

VEINTICINCOS

 

Aquel 25 de mayo hace 21 años el país empezaba a encontrar la salida de una de las crisis más grandes de su historia, de la mano de un tipo hasta hace poco desconocido para muchos, pero que supo resumir las esperanzas de un pueblo golpeado, y empezar a cumplirlas. No había sido el más votado y le negaron el balotaje tirándole el país en llamas por cabeza, pero lejos de tomarlo como una debilidad, lo asumió como un desafío.

Solo había prometido en campaña construir un país normal, y el día de su asunción, no dejar sus convicciones en la puerta de entrada de la Casa Rosada, y vaya si cumplió, desde el primero hasta el último día de su gobierno, del que se fue siendo más popular que cuando había llegado, por una sencilla razón: les había mejorado la vida a millones de personas.

Un tipo que demostró estar a la altura de las circunstancias y nunca se envaneció de su rol ni se creyó un líder mesiánico: decía que él y los que integraban su gobierno eran simples pasantes de la historia, hombres comunes cumpliendo circunstancialmente responsabilidades especiales e importantes. 

Repudió la represión de la protesta social y nunca la ejerció cuando le tocó afrontar conflictos, porque pensaba que había que ir a sus causas, en lugar de concentrarse en sus efectos, y comprendió que la gente no cortaba rutas ni calles por deporte ni por falta de algo mejor para hacer. A los dos días de haber asumido como presidente, estaba viajando a Entre Ríos para resolver una prolongada huelga docente, del único modo que correspondía: resolviendo los reclamos.

Combatió la idea extendida por entonces (y aun hoy) en la política argentina de mostrarse fuerte con los débiles y débil con los fuertes, para mostrar autoridad; y no prometió una revolución, pero generó el inicio del proceso que produjo los cambios más profundos a favor del pueblo argentino, en estos 40 años de democracia.

Por todo eso -y muchas cosas más- se ganó un lugar en la historia, que no se lo podrán sacar, a menos que la reescriban, como acostumbran hacer.   


Este 25 de mayo, el de ayer, encuentra al país sumido en una profunda crisis, cuya magnitud -todo lo indica- se profundizará si seguimos por el rumbo que llevamos,  y estamos en manos del tipo que la produjo, agravando todos los problemas existentes sin resolver ni uno solo, y creando muchos otros.

Que llegó elegido por millones de votos en un balotaje en el que aglutinó sus propios votos -los de los que vieron en él el canal para expresar su insatisfacción con los resultados de la democracia-, y los de los que coinciden con ellos en un punto esencial: dar por concluido el ciclo iniciado aquel 25 de mayo del 2003, y si nos vamos más atrás, el 17 de octubre de 1945.

Un tipo que -a su modo- supo concitar esperanzas, pero sobre todo, resentimientos, odios y frustraciones, tanto que hizo campaña con una motosierra, y se lo festejaban: lo votaron esperando que la usara, pero contra otros. Alguien que también tiene -claro está- sus convicciones, pero si no le sirven (como Groucho Marx), enseguida encuentra otras. O que si las sostiene, más que convicciones son alucinaciones teóricas sin anclaje en el mundo real, u obsesiones enfermizas. 

Que eligió desde el primer día de su gobierno como sus enemigos y blancos principales del despliegue del aparato represivo estatal, o todo el que represente cualquier forma de organización social para defender derechos, o reclamarlos; a los que anatemizó como el principal problema el país junto con lo que denominó "la casta". Gasesoa denominación que no incluye -por ejemplo- al que huyó como rata de aquel balotaje del 2003, que homenajeó como prócer colocando su busto en la Casa Rosada, ni a muchos de los mismos protagonistas del desastre concluido en el 2001, pero iniciado en los 90', que son funcionarios de su gobierno.

Un león hervíboro, que saca pecho en las redes sociales pero se rodea de policías y militares para andar por la calle; y ha hecho más viajes al extranjero que al interior del país que gobierna (ni hablemos si hay un conflicto, o desastres naturales), desde que es presidente. Un león que nunca hinca sus dientes en los poderosos de verdad, cuyos intereses concretos sirve con esmero y dedicación; tanto que está empeñado en entregarles el país llave en mano, de un modo que nunca lo podamos recuperar para el conjunto de los argentinos.

Que está convencido de ser un enviado de las fuerzas del cielo para cumplir una misión salvífica combatiendo a los espíritus del mal y cosas así; y que en los pocos (largos) meses que lleva en el gobierno, se ha ganado con creces un lugar en antología del ridículo, como pocas veces se ha visto en alguien que se calzara el traje de presidente. Que le queda grande por todos lados. 

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