jueves, 10 de octubre de 2024

EMPATE CATASTRÓFICO

 

Con un final casi cantado, se repitió con la ley de financiamiento universitario lo que se había dado con el aumento a los jubilados: la Banelco y otros métodos similares del gobierno le dieron a Milei un blindaje al veto en el Congreso, en contra del reclamo sectorial, y de los apoyos sociales que cosechó.

Una pintura de la Argentina de nuestros días, en los que la disociación entre la calle y el palacio son cada vez mayores, y conforme la crisis se agrava, las instituciones parecen incapaces de darle cauce y respuesta. Hasta que todo decante, para peor, como en el 2001.

Los "héroes" que se hicieron acreedores a otro asado en Olivos (¿lo habrá?) fueron más o menos los mismos de la vez pasada: cuatro de los cinco radicales del caso jubilados repitieron sus votos de aquella vez, más alguna oportuna ausencia aportada por el peronismo antiperonista de Córdoba y Catamarca (una de sus diputadas fue la única de las 99 del bloque de "Unión por la Patria" que se ausentó), y especialmente el peronismo libertario de Jaldo en Tucumán, que sumó 3 votos a favor del veto.

Breve disgresión partidaria: mientras el PJ marcha hacia un proceso de renovación de autoridades con Cristina involucrada, mantuvo la coherencia opositora de la inmensa mayoría de sus legisladores pese a la interna en marcha, y los que se cortaron solos son los mismos (como el "cordobesismo") que se automarginaron de esa disputa; blanqueando así que no les interesa ser parte de la discusión interna, tanto como armar colectoras que fuguen votos peronistas, para ser funcionales a un nuevo triunfo gorila.

Por ello una de las primeras medidas de la nueva conducción partidaria (que seguramente encarnará Cristina) que se elegirá en noviembre debería ser intervenir los distritos díscolos, y expulsar a los tránsfugas sin  esperar que renuncien, como Randazzo. Porque como decía Perón, en política como en la guerra, no se puede cargar con peso muerto. 

Pero las elecciones legislativas de medio término son dentro de un año, algo que en la Argentina de Milei (en proceso acelerado de descomposición social, económica e institucional) es un siglo. Con una encerrona institucional y un juego de suma cero que se describe en los tuits de apertura, y que parece tender a estabilizarse como modus vivendi del sistema, hasta que algo lo haga estallar por los aires. Otra vez: como en el 2001. 

De hecho, éste nuevo triunfo pírrico de Milei le hizo quemar más cartuchos, y fortalecer una alianza con Macri en la que ninguno de los dos se quiere, pero están condenados a vivir juntos, compartiendo la suerte de este experimento con seres vivos, hasta el final. Siameses neoliberales que no pueden separarse, sin correr riesgo de vida.

Aunque nadie puede ser tan tonto de creer que las alianzas que Milei logró articular para sostener su decretocracia son fruto de su muñeca política, más que de las presiones del círculo rojo por sostenerlo, para que complete con su motosierra el tronchado final de lo que queda de la Argentina peronista.

Por tercera vez: la cercana posibilidad de un final con convulsiones sociales y económicas con repercusiones institucionales al estilo del 2001 (cercana no quiere decir inminente, sino posible y verosímil) es consecuencia de otro comportamiento también endémico, que es el de nuestra élite económica: anteponer su voracidad por encima de toda otra consideración al punto de llevarse puestas en el camino -entre otras muchas cosas- a las instituciones.

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