Por Raúl Degrossi
La reacción en cadena del establishment argentino ante el decreto de Cristina que elimina los topes al ejercicio de los derechos accionarios de la Anses, en las empresas en las que tiene participación, deja a las claras que se ha tocado un nervio sensible, que el accionar del Estado y la política han cruzado un límite invisible, pretendiendo ocupar lugares que no deberían ocupar; y no me refiero a un sillón en algún directorio.
Y a poco que se repase la actualidad política del país, se verá que no es un hecho aislado: se discute la participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas, se modifica una ley arquetípica del capitalismo -como la de quiebras- para que los trabajadores puedan gestionar empresas en crisis o quedarse con ellas, se avanza en el reconocimiento de derechos a sectores -como los trabajadores agrarios o las empleadas de casa de familia- secularmente explotados por contrapartes que se creían indemnes a toda legislación social.
Se arremete contra el trabajo esclavo, se busca regular el negocio de la medicina privada, se descubren casos resonantes de evasión impositiva en el comercio exterior, y se discute quien se apropia de las mayores ganancias del modelo agroexportador, o como diseñar un modelo agrario alternativo.
Fuere por la puja del gobierno con Clarín o por lo que fuere, están en el ágora el rol del Estado, el papel de la concentración económica, los hilos ocultos que se mueven detrás de la corporación judicial.
Pasó antes, con el rechazo de las políticas del FMI, la renegociación de la deuda con quita histórica, el impulso a los juicios a los genocidas, la renovación de la Corte menemista, la discusión sobre la influencia de la Iglesia en la estructura estatal; y más cerca, con el conflicto con las patronales agrarias por la captación de la renta diferencial del sector, la ley de medios, la liquidación de las AFJP, la puja por el manejo de las reservas y la subordinación del Banco Central al poder político y su plan económico.
El proceso no es lineal bajo ningún punto de vista: no siempre se trata de iniciativas del gobierno, algunas ni siquiera estaban en el programa original del kirchnerismo al llegar al poder. Tampoco todas llegan a buen puerto, o tienen asegurado el mismo grado de apoyo social.
Lo que sí estaba -y está- en el ADN del proceso político abierto en el 2003 es la capacidad de hacerse cargo, de plantear estas cuestiones, de absorber demandas sociales y de ponerles el músculo de la política y el aparato -a veces desvencijado- del Estado, para igualar un poco las cosas.
La Argentina no está viviendo una revolución, no al menos en el sentido teórico tradicional del término. No hay un "programa" en el sentido leninista -si cabe la expresión-, y es probable que no estemos ni cerca de satisfacer el pliego tradicional de reclamos de las izquierdas de ese cuño.
Pero eso es tan cierto como el hecho de que, si alguien decía -en el medio de la crisis terminal del 2001- que hoy estaríamos viviendo este clima político en el país, hubieran dudado de su cordura.
El país asiste nada más -y nada menos- que al intento de restañar el inmenso daño causado al cuerpo social por políticas antipopulares y excluyentes ejecutadas durante más de 30 años, que requirieron como condición de posibilidad para desplegarse, la destrucción del Estado y el vaciamiento de la política; además de segar 30.000 vidas en el camino.
Y a ese intento lo encabeza el gobierno, pero no se agota en él, e incluso a veces va más allá de los propios tiempos que se quieren marcar desde la Casa Rosada; porque se han abierto cauces por los que circulan aguas impetuosas, que se resisten a volver a dejarse estancar.
Lo que está pasando entonces en la Argentina desde el 2003 -y no pasaba desde hace mucho, por lo menos desde el 73'- es que se discute poder. Dicho con más propiedad: se discute al poder.
Se lo expone, se lo visibiliza, se lo enfrenta, se lo obliga a dar la cara abierta, y a pelear por defender sus privilegios; a veces -no pocas- con éxito, otras fracasando en el intento. Se sabe que algo le pasa a Clarín, por citar un tópico conocido.
Y esa precisa circunstancia es la que ha hecho que los años que nos tocan vivir desde aquél 25 de mayo del 2003 para acá, sean tan interesantes, tan movilizadores y atrayentes -al menos para nosotros-; tan "crispados" para otros, que siempre piensan que "es mejor no hablar de ciertas cosas".
Si bien nunca las cosas suceden por una sola razón, lo que sí suele pasar en la historia -como sucedió claramente en el 45'- es que las piezas del rompecabezas están todas -sueltas, pero están-, esperando que alguien encuentre la forma de unirlas.
Por eso en todo esto, en la generación de este clima de época que vivimos en la Argentina de unos años a esta parte, algo -mucho, en mi opinión- tuvo que ver un flaco desgarbado que vino del sur, que se nos fue hace poco, pero nada más que para estar siempre con nosotros.
¡Muy buena nota, felicitaciones!
ResponderEliminarHermoso, coherente. En fin Néstor.
ResponderEliminarSi tenes información, fotos, videos, notas, lo que sea sobre Néstor el Ex presidente. Te lo agradecemos!
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