Por A. C.
En la entrada anterior, se remarcaba como, pese a los vaticinios de apocalipsis económico de los profetas fundamentalistas del mercado, la Argentina a través del plan puesto en marcha en el año 2003, generó un crecimiento económico ininterrumpido, que le posibilitó además, atravesar sin consecuencias internas, la crisis económica global desatada en los países centrales durante los años 2008/2009.
Recordemos. Primero, la crisis económica estadounidense que se originó en las hipotecas llamadas subprime. Estas hipotecas resultan préstamos concedidos a clientes con poca solvencia y escasas garantías, y por lo tanto, los bancos no pueden asegurar el cobro de las cuotas del préstamo.
Ante la falta de retorno de los préstamos ya otorgados, para poder seguir operando y ofreciendo el producto, los bancos necesitaban obtener dinero por otra vía. Para eso, introducían las hipotecas en productos estructurados que vendían a su vez a otras entidades financieras. De esa manera, obtenían nueva liquidez , única forma en la que podían continuar realizando sus actividades y concediendo nuevas hipotecas subprime.
Así, deliberadamente, la enfermedad subprime se propagó al sistema financiero mundial, la burbuja estalló y provocó una crisis económica internacional de consecuencias catastróficas. Entonces pudimos ver, primero en el país del norte y luego en Europa, como los grandes detractores de la intervención estatal, recurrían a los dineros públicos para salvar a las propias entidades bancarias que generaron la situación, es decir que con el dinero de la población (víctima y financista a su vez de la crisis), se intentaba apagar el incendio que esas entidades produjeron a consecuencia de la falta de control de su operatoria.
La profunda caída de la actividad económica en los países centrales, les produjo una grave disminución de la recaudación impositiva y un fuerte aumento del desempleo, lo que requirió implementar planes para afrontar la crisis, subsidiando al sistema bancario quebrado y atendiendo las prestaciones por el masivo desempleo producido, todo lo que llevó a un incontrolable aumento de los déficits públicos en esos países.
Mientras tanto, la economía Argentina continuaba creciendo en base al fortalecimiento del mercado interno, un tipo de cambio competitivo para acompañar la actividad productiva y exportadora, y con superàvit tanto fiscal como comercial. Y resulta que los equivocados somos nosotros.
Los muchachos fundamentalistas del mercado, cuando pontifican en Clarín, La Nación o TN, se olvidan que sus referentes librecambistas fueron los autores del desastre en los grandes países, y de paso, nos dicen que el plan económico argentino está al borde del colapso, y sacan a relucir el tema de la inflación. Estos muchachos fundamentalistas, con su prédica ortodoxa de abrir la economía (“porque el país está aislado”, “no hay inversión”), en realidad lo que pretenden es la aplicación en Argentina de medidas económicas que permitan la transferencia de recursos a los países centrales, para contribuir al pago de la crisis externa que sus maestros generaron.
En economía hay hechos incontrovertibles. Por señalar algunos, en nuestros país, el nivel (récord) de ventas en los supermercados, demuestran el fortalecimiento del poder adquisitivo de la población, excepto que se quiera argumentar que el sector de mayores ingresos, multiplicó por cincuenta el gasto en alimentos, lo que es un absurdo. Pasando a otro segmento de consumo, según datos publicados por la Asociación de Concesionarias de Automotores (ACARA), durante el año 2010 se patentaron 730.000 automòviles 0 Km, y en lo que va del primer trimestre de 2011, el patentamiento de unidades nuevas ya alcanzó a las 230.000. Tampoco se puede argumentar que el sector más rico de la población, cada vez que entra a una concesionaria, compra 100 o más unidades 0 KM ¿No les parece?
Podríamos seguir con el notable incremento en la generación y consumo de energía, con la inversión vial, con el aumento de las exportaciones (no solo de productos primarios, sino también de productos con valor agregado), con el incremento constante de las reservas del Banco Central, con la recuperación del crédito, con la fuerte inversión en educación y ciencia, entre otros hechos indiscutibles, pero siempre llamativamente ignorados en el discurso de todos los fundamentalistas del mercado.
Hace un tiempo, en el año 2005, un vocero cultural del sector, el novelista Marcos Aguinis, hablaba maravillas del modelo irlandés: ” El embajador de Irlanda en la Argentina, Kenneth Thompson, se resiste a utilizar la palabra “modelo” para referirse a la metamorfosis que ha tenido lugar en su patria, llevándola del último puesto a uno de los primeros en el crecimiento de Europa. Para los sufrientes países de América latina, sin embargo, y en especial para el nuestro, magullado por conflictos tan traumáticos como estériles, Irlanda es un espejo al que debemos tener el coraje de mirar con atención. Se nos parecía en mucho. Igual que nosotros, se convulsionaba en el barro de actitudes e ideas antiguas que, en vez de encauzar el crecimiento, la hacían rodar hacia una eterna decadencia.”
Supongo que el Sr. Aguinis estará enterado de la actual situación de Irlanda, donde en Noviembre de 2010, en medio de una creciente inestabilidad política que amenazaba la continuidad del primer ministro, Brian Cowen, el gobierno irlandés lanzó su plan para implementar, desde el año 2011, el ajuste más drástico de su historia.
Lo suyo es la novela, Marcos. Respetuosamente.
El espejo en el que Aguinis nos proponía mirarnos, está hecho pedazos. Por suerte, los argentinos en ese momento miramos para otro lado. Y nos fue mucho mejor.
De todas formas, es difícil que los muchachos fundamentalistas del mercado dejen de escribir novelas como la de la inflación y que el Sr. Aguinis deje de hablar de economía. Sus empleadores les exigen material, porque son creativos.
En una próxima entrada, y en el marco del crecimiento de la economía argentina, analizaremos el movimiento de precios internos y las herramientas legales que tiene el Estado para neutralizar las maniobras de un mercado concentrado con altísimos niveles de facturación.
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