Por Diego Rubinzal (*)
Un viejo chiste dice que un buen negocio es comprar a un argentino por lo que vale y venderlo por lo que dice que vale.
Esa ocurrencia bromea con la imagen de soberbia con que se suele identificar a los argentinos mundialmente.
Más allá de las razones que puedan respaldar ese imaginario colectivo, la sociedad argentina suele ser bastante autoflagelante.
En las discusiones cotidianas se acostumbra minimizar los logros propios y, por el contrario, realzar las experiencias ajenas.
Por ejemplo, el desarrollo económico brasileño es constantemente mencionado como un supuesto modelo a seguir.
No caben dudas de que Brasil cuenta con aspectos envidiables tales como poder contar con empresas estratégicas como Petrobras o Embraer (por mencionar solamente a las más reconocidas) o con un entramado industrial como el paulista o con una herramienta crediticia como el Banco Nacional de Desenvolvimento (BNDES).
También es cierto que, en los últimos cuarenta años, Brasil muestra una menor volatilidad macroeconómica que la Argentina.
Por eso, en muchos aspectos, el gigante sudamericano está ubicado en situación desventajosa con respecto a la Argentina.
La realización de un breve análisis comparativo debería comenzar por indagar acerca de cuál es el ingreso promedio de cada país.
Para contestar esa pregunta es conveniente realizar una pequeña digresión metodológica que permita entender que se está comparando.
No alcanza con cotejar los PIB per cápita domésticos en dólares estadounidenses, porque ese valor no capta la diferente capacidad de compra de las distintas monedas domésticas.
Aunque el PIB per capita sea idéntico, la cantidad de bienes y servicios que puede ser adquirida variará entre las distintas naciones.
Esas diferencias están asociadas a diferentes causas como, por ejemplo, la existencia de bienes y servicios con precios internos disociados de los internacionales, las fluctuaciones de los movimientos internacionales de capitales o las intervenciones oficiales sobre el tipo de cambio.
Buscando subsanar ese inconveniente, la revista The Economist compila y publica el llamado “índice Big Mac”. Ese indicador utiliza como parámetro de homogeneización de capacidad adquisitiva, las variaciones del valor de esa hamburguesa en todo el mundo.
Pero establecer una paridad de poder adquisitivo tomando en cuenta solamente el precio de un producto es una metodología absolutamente inadecuada.
Lo lógico resulta computar una cierta canasta de bienes y servicios representativa de los patrones de consumo y gastos de las personas.
En ese sentido, el Fondo Monetario Internacional publica periódicamente los datos del PIB per cápita medidos en paridad de poder adquisitivo.
La última medición arrojó la novedad de que Argentina es el país más rico de América Latina con un ingreso per cápita de 14.561 dólares. En cambio, el ingreso per cápita brasileño apenas oscila los 10.400 dólares.
Que la riqueza per cápita argentina sea un 40 por ciento superior a la brasileña es un primer dato a tener en cuenta.
Pero más allá de eso, los ingresos están repartidos de manera mucho más igualitaria en la Argentina. En efecto, Brasil es uno de los países mas desiguales del mundo. Eso explica por qué, tal como sostiene el Ingeniero Enrique Martínez (“Qué es bueno, que es mejor. La medida del progreso en economía”, Debates para honrar el Bicentenario, INTI), el 10 % más pobre de los brasileños tiene menos ingreso que el 10 % más pobre de los vietnamitas a pesar de que el ingreso promedio en Brasil triplica al de Vietnam.
Por otra parte, las tasas de analfabetismo y de mortalidad infantil brasilera son cuatro veces más alta y casi el doble, respectivamente, que la argentina.
En materia laboral, el salario mínimo brasileño tiene un valor menor a la mitad - medido en paridad de poder adquistivo- que el que rige en la Argentina y cuatro millones y medio de niños y adolescentes entre 5 y 17 años - el 10,2% de esa franja etaria – trabajan para arrimar algunos reales al presupuesto familiar.
Las políticas sociales argentinas también tienen un mayor grado de cobertura que sus pares brasileñas.El elogiado Programa Bolsa Familia implementado por el gobierno de Lula destina menos fondos –en términos relativos - que la Asignación Universal por Hijo (AUH) argentina.
Mientras que la AUH representa el 0,58 % del PIB, el Bolsa de Familia apenas alcanza al 0,39 % del PIB.
En resumen, y planteado en términos comparativos, el Brasil tiene un nivel de riqueza per cápita muy inferior y un reparto mucho más desigual que la Argentina.
A su vez, los fondos destinados a las políticas sociales y educativas están porcentualmente por debajo de los asignados en el presupuesto argentino.Lo antedicho no significa negar los avances registrados en la economía brasileña, ni menospreciar los logros sociales que obtuvo principalmente durante los últimos años.
Tampoco implica poner en duda la alianza estratégica que debe unir a la Argentina con el país vecino, simplemente significa poner las cosas en su justo lugar para dejar de añorar paraísos inexistentes.
Datos comparativos | ||
Argentina | Brasil | |
Tasa de analfabetismo | 2,40% | 9,80% |
Presupuesto educativo (en % del PIB) | 6% | 4,30% |
Tasa de mortalidad infantil | 13,4 por mil | 23,6 por mil |
Esperanza de vida al nacer | 76,2 años | 73,5 años |
(*) Especial para Nestornautas
El blog no anda con chiquitas a la hora de los comentaristas. Quizá O Globo publique este artículo. Clarín no(ELABAS)
ResponderEliminarY, tenía que venir uno a levantar un poco el nivel.
ResponderEliminarEste blog y el escritor están financados por Randazzo.
ResponderEliminarMás allá de esa formalidad, muy buena la nota.
Como diría un amigo, "explicau pa' opa" (INAAAADDIIIIII!!!)
¿Vio don Cacho, que al final hay algo de dinero del Estado bien invertido?
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