Por A.C.
A medida que politicas de justicia social, inclusivas, del Gobierno Nacional se implementaban, los autodefinidos “progresistas” buscaban excusas para oponerse, sosteniendo que se empleaba un método confrontativo, sin calidad institucional, hablaban de crispación, y otra serie de incoherencias infantiles que en realidad, escondían la verdadera causa de su oposición: el miedo a los cambios.
Más allá de su discurso, a ellos nunca les interesaron los cambios sociales. Al contrario, ellos han sido y serán funcionales a una idea de país en donde las decisiones las toman siempre los dueños del poder económico. Son los conservadores posmodernos, que ahora, maquillados de grandes demócratas, intentan resistir los cambios, que en otros tiempos, resistían golpeando las puertas de los cuarteles o con fraude electoral.
Y tienen razón los “progresistas” en oponerse a un gobierno dictactorial y demagógico, que a partir del año 2003, entre otras cosas, privilegia los intereses del conjunto de la población mediante la redistribución de ingresos, en una economía con crecimento elevado y constante, con superávit tanto fiscal como comercial. Que optó por el fortalecimiento del mercado interno y la falta de endeudamiento exterior. Que realiza una fuerte inversión en educación y cultura, que otorga beneficios previsionales, la asignación por hijo y el plan nacer. Que implementa una política de derechos humanos sin precedentes, que sancionó la ley de medios, y muchas otras medidas que le cambiaron la cara al país. Todas medidas demagógicas, como se ve, que nada tienen de progresistas.
Estas medidas, generaron más allá del amplio apoyo de la población, una visibilización clara de ciertos sectores y sus referentes que, mientras en su discurso se definen como “progresistas”, en realidad se sienten incómodos frente a los cambios sociales.
Es fácil ser progresista solo en el discurso. Lo difícil es decidirse, cuando uno gobierna, a implementar los cambios necesarios para mejorar la situación social, porque para producir esos cambios, hay que tocar fuertes intereses económicos. Y no hay otra forma de hacerlo que confrontando, que enfrentando a esos intereses, porque los grandes grupos económicos aquí y en cualquier lugar del mundo, defienden sus privilegios y sus ganancias concentradas, y naturalmente, no les interesa un reparto más equitativo de la riqueza. Pero con ese reparto, tampoco nunca estuvieron de acuerdo los conservadores, ni los de antes, ni los de ahora, los posmodernos, que andan con sus asesores de imagen, sus encuestadores, sus periodistas sumisos y sus declaraciones progres y republicanas.
Por eso, a medida que el Gobierno avanzaba en sus medidas, los señores del discurso “progresista” empezaron a amontonarse en un bloque extraño, con una infinidad de identidades, indefinible ideologicamente, y alimentados (en todo sentido) por los sectores económicos como Grupo Clarin. Desde allí, pretendieron crear un país virtual en donde todos se oponían al Gobierno, y de acuerdo a las instrucciones de sus amos, se sumaron al terrorismo periodístico planificado por los grandes medios.
Y crearon y crearon candidatos, con miles de horas y de espacios en los medios. Nos querían convencer que estábamos mal, que el país era un caos, un desgobierno, para entonces presentarnos unos tras otro, los candidatos que traerían el orden y el progreso.
Y comenzó el desfile. Entonces uno se preguntaba si es parte de una ideología progresista el discurso de Carrió, con su fundamentalismo irracional, con su cruz colgada al pecho, con sus permanentes vaticinios apocalípticos que nunca se cumplen, con sus delirantes denuncias que nunca se prueban. Y uno se preguntaba si es progresista el Sr. Cobos, que junto al resto de los progresistas, defendieron con su voto los intereses del pool sojero incrementando aún más las ganancias siderales de Cargill o Monsanto. Y uno se preguntaba si era posible que se planteara en los medios que el de Macri, era un gobierno moderno y exitoso, mientras no podía ni siquiera resolver el tema de los residuos de una ciudad. Y uno se preguntaba si Sanz estaba bien medicado, cuando declaraba que la asignación por hijo se iba por la canaleta de la droga y el juego. Y así los candidatos seguían apareciendo en un desfile incesante. De Narvaez, hombre ya grande, haciéndose el moderno con un look ridículo y un pensamiento del siglo XVIII, y don Ricardo después, usando los trajes de papá y hablando mucho sin decir nada.
Y ahora, como ningún candidato puede evitar el papelón, en una de esas, después de la interna en Santa Fe, el desfile puede seguir con Hermes Binner. Y uno sabe que el gobierno del Frente Progresista en Santa Fe, es un gran globo publicitario y demagógico. Los progresistas parece, también caen en la tentación de la demagogia, cuando publicitan 700 obras que no terminaron y muchas que ni siquiera comenzaron. Aunque la plata para hacerlas siempre estuvo. Pero muestran hermosas maquetas y carteles, sin explicar adonde están los recursos que no se volcaron en las obras .
Y se quejan que el Gobierno Nacional los discrimina, cuando por coparticipación en proporción a la población, Santa Fe recibe el doble de dinero que la Provincia de Buenos Aires. Y se olvidan de los enormes aportes que además reciben de la Nación por el fondo soja, aunque ellos, claro, votaron “progresistamente” en contra de las retenciones.
Y por la copartipación, le hicieron un reclamo judicial al Estado Nacional que los discrimina cruelmente, y contrataron directamente para eso a un abogado porteño, progresista y radical, que ya cobró fuertes honorarios, aunque todos saben que el planteo jurídico no tiene ningún sustento.
Y gobernaron con los presupuestos más altos que haya tenido la Provincia, gracias a una alta coparticipación y al fondo solidario (fondo soja), pero aumentaron “progresistamente” los impuestos de manera incesante, sin mejorar ningún servicio. Y cuando tuvieron en la Provincia problemas originados en el sector del trabajo, se declararon incompetentes y llamaron al Gobierno Nacional para que también les solucione ese tema. Con mandar plata no alcanza, que la Nación se haga cargo ¿o no somos un país federal ?.
Y otras anécdotas, como cuando concesionaron en forma directa a una empresa amiga la autopista Santa Fe-Rosario (pasan pocos autos, a nadie le interesaba). O ahora, que contrataron directamente la impresión de boletas para las elecciones con el Grupo Clarín, que es gente seria. O cuando nombraron por decreto, embajadora cultural de la Provincia a Mirtha Legrand. Lógico, una personalidad intelectual notable y de una ideología y concepción cultural que debe coincidir –supongo- con la del Frente Progresista.
Y se podrá decir que no se puede meter en la misma bolsa (bolsa progresista, por supuesto) a Alfonsín, junto a De Narvaez y a Binner. Pero según los diarios, ellos solos se meten en la misma bolsa, ellos se juntan y el viento progresista los amontona. Y forman una murga triste. Una murga conservadora y posmoderna, con cantores que desafinan y letras que no se entienden.
A.C. profundo y directo
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