domingo, 29 de mayo de 2011

QUE SE DOBLE PERO NO SE ROMPA



Por Raúl Degrossi

Y así como nadie que se precie de algo en la blogósfera y aledaños puede escapar a la tentación de decir algo sobre el paso de Beatriz Sarlo por "6 7 8", yo -que no me precio de nada- tampoco puedo escapar a la tentación de decir algo sobre el culebrón radical socialista; menos viviendo en la provincia que gobierna Hermes, el niño mimado del momento.

Ahora que volvió Carrió con todo con sus profecías, como señala acá Barricada, es muy difícil resistir otra tentación: la de señalar "ojo, yo se los dije", como cuando decía por acá lo siguiente:  "Pero antes de iniciarse las elecciones, ya arrojaron un resultado: el gran perdedor ha sido el radicalismo, que aspiraba a imponer el candidato del Frente blandiendo la idea de su “recuperación” a partir de la muerte de Alfonsín, pero tuvo que resignarse una vez más -como en el 2007- a ser un simple furgón de cola del socialismo, y especialmente de Binner, el gran elector."

Y desde que se abrieron las urnas el domingo pasado, que los boinas blancas no paran de soportar desaires de Hermes que les corre permanentemente la cancha: les veta el acuerdo con De Narváez, saca a relucir sus aspiraciones presidenciales, les moja la oreja yendo a Córdoba a apoyar a Juez y ahora amenaza con quedarse en casa y no jugar para nada en las elecciones de octubre, o de última presentarse como candidato a diputado.

Y es que además de las razones que pueda tener Binner para darles largas, los radicales negocian desde una posición de debilidad: su obstinación en mantener el acuerdo con De Narváez en la provincia de Buenos Aires es la confesión palpable de que, en la principal provincia del país y que concentra al 38 % del electorado, no tienen un candidato a gobernador propio medianamente presentable. 

También decía yo el día antes de las internas santafesinas: "Las amenazas de dirigentes radicales (de afuera de la provincia) a Binner de restarle el apoyo en las elecciones generales de julio si no sella su alianza con Alfonsín son bastante cómicas: los primeros en no creerlas son los radicales santafesinos, el segundo es Binner, que los conoce muy bien."

Y las sospechas del gobernador se confirmaron: la vicegobernadora elegida a dedo por Binner en el 2007 y candidata radical más votada el 22 (Griselda Tessio) sostuvo claramente que cree que el Frente Progresista se mantendrá aunque no haya acuerdo nacional; con lo cual demostró que le falta cancha para estas cosas: deja a su partido sin su principal carta de presión ante el socialismo, y a Barletta pedaleando en el aire con sus amenazas.

La elección general santafesina del 24 de julio -con el cierre de listas nacionales un mes antes- pondrá a prueba cual de las dos fuerzas mayoritarias del Frente Progresista se pegó la mayor cantidad de tiros en el dedo del pie al aprobar la boleta única: si los radicales al desperdiciar su desarrollo territorial en toda la provincia para empujar la candidatura de Barletta, o los socialistas al dejarlo a Bonfatti encabezando la fórmula a gobernador, pero rodeado de una amplia mayoría de senadores y diputados radicales en las listas del Frente Progresista.

De todos modos, que Binner se alce como presidenciable -y desafiando a la UCR- es una muestra más del descalabro opositor en general, y del radicalismo en particular: planteó en las internas santafesinas el apoyo a Bonfatti como la única garantía de conitnuidad de su proyecto, confrontando abiertamente con los radicales dentro del Frente, y con Giustiniani en su propio partido.

Y ganó, sí; pero recolectando el 16,58 % de los votos emitidos del padrón general, cuando el propio Binner en el 2007 obtuvo el 48 % (864.000 votos, contra los 292.486 de Bonfatti). Exactamente un tercio del capital político original, menos de la mitad si se lo compara con las anteriores internas abiertas para gobernador. 

Las deserciones de Cobos y Sanz dentro de la UCR, junto con la de Macri y la implosión del peronismo federal dejaron de golpe a Ricardito Alfonsín en la cancha como principal candidato opositor, pero obligado a dar un giro al pragmatismo y rendirse ante la evidencia: aunque biológicamente sea el hijo de la democracia, en el centenario partido es el heredero de Balbín.

El sueño socialdemócrata de su padre ha muerto (en general en el mundo anda a los estertores, aplicando políticas neoliberales, invadiendo países a mano armada y apaleando multitudes descontentas), dentro de una estructura copada -desde el gobierno de De La Rúa por lo menos- por los sectores conservadores que lo piensan como el partido del orden, encargado de garantizar los intereses del poder económico dominante en la Argentina. Eso sí: Aguad, Morales,. Sanz y Cobos tienen la delicadeza de dejarlo usar fraseología progresista, así como sus hermanos le permiten usar los trajes del viejo. 

En ese contexto, resulta realista que haya invertido el axioma de Alem y trate de conducir un radicalismo que se doble todo lo que haga falta (incluso al extremo de acordar con De Narváez, Macri o el peronismo federal), con tal que no se rompa y llegue más o menos armado a octubre, con sueño de balotage.

Y ese mismo pragmatismo se lo exige a Binner, que le responde -en público- con la cuestión de los límites y el programa, porque hasta esa astucia tuvo: la de hacerles creer a muchos que sus razones para no sumarse a la fórmula radical son ideológicas, de convicciones o de principios; y que no tienen nada que ver con los resultados de la rosca, y la búsqueda de la mejor combinación electoral posible para lograr salvar las escasa bancas legislativas del socialismo en el Congreso.

Porque no hay que olvidar que el socialismo renueva este año 5 de sus 6 bancas en Diputados (las obtuvo en la elección de Giustiniani acompañando a Carrió en el 2007, y orillando el 23 % de los votos, algo absolutamente impensable hoy), todas concentradas en Santa Fe, Capital Federal, Buenos Aires y Entre Ríos; lo que deja en claro otro elemento de análisis: el culebrón de Hermes y Ricardito sólo tiene televidentes en la pampa húmeda, en el resto del país no hay socialistas, ni radicales con veleidades progresistas.  

Eso implica que la discusión de fondo va más allá de determinar si una u otra fórmula (la de Binner como vice de Alfonsín, o como candidato a presidente de un armado de "centroizquierda") son candidaturas testimoniales o tienen posibilidades de ganar: Binner, los socialistas y la mayoría de los radicales -sobre todo los candidatos a cargos legislativos- creen en su fuero íntimo sólo en la primera premisa. La única diferencia es que los correligionarios no se animan a decírselo a Ricardito: alguien a quien llaman por un diminutivo a los 60 años, debe necesariamente tener baja la autoestima, y los candidatos a presidente no les están sobrando últimamente.

En ambos casos Binner tendría la posibilidad de colgar cargos a diputados del socialismo  en la boleta presidencial, la discusión y el poroteo previo pasa por determinar en cual serán más, y por allí estará la decisión. Que esa idea sea diametralmente opuesta al concepto que presidió la imposición de la boleta única en Santa Fe, es un detalle menor que los lúcidos analistas de la correción política -como Rosendo Fraga o Beatriz Sarlo- que elogiaron nuestro nuevo sistema electoral no pueden o no quieren ver.

Probablemente en el segundo caso (candidato a presidente de un rejuntado con Juez, De Genaro, Stolbizer y Proyecto Sur), la derrota en octubre los deje en la posición comodísima (para los otros, no necesariamente para Binner): licenciatarios exclusivos por cuatro años de la franquicia progresista, 100 % legítima y con garantía de fábrica (y unos cuantos contratos y chapas en el Congreso, de paso).  

Hablábamos antes de la escasa consistencia de las amenazas radicales de quitarle el cuerpo a la candidatura de Bonfatti para las elecciones provinciales de julio, si Binner no se sumaba al armado de Alfonsín. Además de ese cálculo, el socialismo y Binner le apuntan al voto antiperonista tradicional (incluyendo obviamente el de los propios votantes radicales y el de los electores de Reutemann), a los votos anti K de Miguel Del Sel, y la no desdeñable porción de voto radical "orgánico" con el que ya cuentan (el vice de Bonfatti es, de hecho, un radical), y el que podrán adquirir de aquí a julio, chequera mediante.

Cuando Binner les dice a los radicales que hay que repetir la estrategia de conformación del Frente Progresista en Santa Fe, los boinas blancas traducen: fórmula armada a dedo por él (como con Tessio), ninguna consulta entre partidos sobre las decisiones más importantes del gobierno (como los proyectos de reforma tributaria o el Plan Estratégico), mínima participación en el reparto de cargos en el gobierno (un ministro de 12, y para colmo Storero).

Del mismo modo, cuando les dice que hay que evitar repetir el fracaso de la Alianza, no deberían traducir: "rosca con De Narváez: meter a Cavallo en el gobierno", sino "no nos queremos volver a quemar acompañando como candidato a presidente a un radical inútil, y encima para perder con Cristina".  

Y es que en la propia estrategia radical (con el acuerdo con De Narváez) está su mayor debilidad para empujar al socialismo a una definición: ¿quién va a creer que el partido que -como se dijo- se viene comportando invirtiendo el célebre axioma de Leandro Alem, va a convocar en las elecciones de gobernador a una especie de "abstención revolucionaria" si finalmente Binner y el socialismo no les dan el sí al acuerdo nacional?  

Claro que las movidas de Hermes han venido dando frutos hasta aquí pero, como decía Tu Sam, "puede fallar", y un mínimo error de cálculo los puede llevar a tirar por la borda más de 20 años de trabajo para llegar a gobernar la provincia, y volver al punto de partida: encerrarse en el feudo rosarino, y para peor, sin tener la plata para terminar el Puerto de la Música (si es que algún día lo empiezan) o para solventar los hospitales municipales.

Lo cual para su visión de las cosas, sería tremendo. 

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