Lo primero que se podría decir de éstas declaraciones del dinosaurio arzobispo de La Plata es que, si fue parte de la comitiva del Episcopado que se entrevistó hace poco con Cristina, es flor de hipócrita porque en la reunión (al menos de lo que trascendió en su momento) no dijo nada de todo esto.
Y si no fue, los está dejando bastante mal parados a sus compañeritos de sotana, que se fueron conformes de la entrevista.
Este tenebroso personaje (anclado mentalmente en el medioevo) nos tiene acostumbrados a este tipo de declaraciones, que caen desde un invisible púlpito celestial, inaccesible a los mortales comunes; como si fuera un puro espíritu sin contacto con el barro de la realidad cotidiana, al que no le alcanzan las miserias de los hombres comunes.
Con la ambigüedad habitual en la Iglesia de no mencionar nombres y apellidos para que cada uno escoja el que le parezca (aunque las inferencias que hace Clarón a Laclau no sean del todo desatinadas), tributa al lugar común del discurso opositor (maximizado en los cacerolazos), según el cual la crispación que se vive en el país, es exclusivamente atribuible al gobierno; que atiza los conflictos sociales de puro malvado nomás, por un apetito insaciable de poder y hegemonía.
Una lectura curiosa, a poco de finalizar un año que incluyó cacerolazos con incitaciones al magnicidio o la ruptura del orden constitucional, mezclados con el insulto y la denigración a la presidenta, a sus votantes y a todos los que piensan distinto de los bienpensantes.
Sin ir más lejos (como lo apunta acá Barricada) hace poco Buzzi tildó a los que adhieren al kirchnerismo como una secta de fanáticos, sin que a monseñor Aguer le preocupara.
Un año que terminó con saqueos claramente organizados (que se cobraron cuatro vidas), provocados para generar un clima de inestabilidad institucional: esas son situaciones con las que convivimos desde hace mucho, al decir del obispo de La Plata; no hay allí siembra deliberada de vientos para que traigan tempestades.
Sería interesante conocer algún sermón de Aguer amonestando a sus propios feligreses, cuando una parte de ellos desea la muerte del prójimo (como lo hicieron con Cristina, o lo están haciendo ahora mismo con Hugo Chávez), o descalifican a otros por su color de piel, grado de instrucción, oficios o cantidad de hijos.
Al parecer, esas actitudes tampoco serían siembra de vientos prometedores de futuras tempestades, como la injusticia, la explotación, el empleo en negro o la trata de personas; perpetrada en muchos casos por católicos de misa y comunión frecuente (aunque no sean los únicos, claro): se lo ve poco a Aguer mirar hacia adentro, antes de levantar el dedo acusador.
Hablando de parábolas bíblicas, viene bi9en a cuento aquí la de la paja en el ojo ajeno, y la viga en el propio.
Sería interesante analizar además cuanto de componedora y dialoguista es la Iglesia (y el propio Aguer) hacia adentro, con los que en su seno discrepan con las opiniones o las acciones de la jerarquía.
Pero lo más preocupante del mensaje del arzobispo platense es lo de las tempestades que serían fruto de la discordia que siembra el gobierno.
¿Se trata de una implícita (o no tanto) justificación de todos los ataques que viene recibiendo desde todos lados, o monseñor Aguer conoce algo del futuro político del país que nosotros no?
ni que decir del mensaje, ya que es sabio, es como una acción reacción.
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